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____(tn) intentó salir de la cama. Sólo se había levantado para ir al baño y acababa de decidir que estaba harta. El doctor le daría de alta al día siguiente al saber que tenía alguien para cuidarla.

Tras ducharse se puso un pantalón suelto y una camisa premamá. Después se secó los cabellos lo mejor que pudo con la toalla y los dejó sueltos para que terminaran de secarse.

Se acababa de instalar en el sillón junto a la cama cuando la puerta se abrió y Erick entró con dos grandes bolsas de comida para llevar.

Ella se inclinó nerviosamente hacia delante mientras era inspeccionada por los ojos de Erick.

—No deberías haberte duchado antes de que yo viniera.

—¿Qué? —preguntó perpleja.

—Podrías haberte caído. Deberías haberme esperado o, al menos, haber llamado a la enfermera.

—¿Y cómo sabes que no llamé a ninguna de las enfermeras?

—¿Lo hiciste? —él la miró burlonamente.

—No es asunto tuyo —contestó la joven.

—Si estás embarazada de mi hija, entonces sí es asunto mío.

—Escucha, Erick, debemos aclarar algo desde el principio. El que yo esté embarazada de tu hija no te da ningún derecho sobre mí. No permitiré que tomes las riendas de mi vida.

Incluso mientras pronunciaba las palabras era consciente de lo estúpidas que sonaban.

Se mordió el labio y desvió la mirada mientras su mano se posaba amorosamente en la barriga.

Erick empezó a sacar la comida de las bolsas, actuando como si ella no hubiese dicho nada. El olor llegó hasta la joven cuyo estómago empezó a protestar.

—Gracias, me muero de hambre.

Él llenó dos platos y le sirvió uno antes de sentarse en el borde de la cama con el otro.

—Puedo volverme a la cama para que puedas sentarte en el sillón —se ofreció ella.

—Pareces estar cómoda ahí —él sacudió la cabeza—. Yo estoy bien.

Comieron en silencio aunque ella era consciente de que la observaba. Sin embargo, se obligó a ignorarlo y se concentró en la deliciosa comida.

—Ha sido maravilloso, gracias —suspiró cuando ya no pudo comer ni un bocado más.

—¿Te apetece volver a la cama? —él le retiró el plato y lo dejó sobre la mesita.

—Ya he tenido bastante cama para toda una vida —ella sacudió la cabeza.

—¿Pero no deberías estar en la cama con los pies en alto? —insistió él.

—Estoy bien. El médico quiere que haga reposo moderado hasta la operación. Eso significa que puedo levantarme y moverme un poco. Lo que no quiere es que permanezca de pie mucho rato.

—Y en tu trabajo estarías de pie todo el tiempo —él frunció el ceño.

—Era camarera. No me quedaba otro remedio.

—Deberías haberme llamado en cuanto supiste que estabas embarazada —dijo él airadamente.

—Me despediste —ella lo miró con expresión asesina—. Dejaste claro que no querías saber nada de mí. ¿Por qué demonios iba a llamarte? Jamás lo habría hecho de no haberte necesitado tanto.

—Entonces supongo que debo sentirme agradecido porque me necesites.

—Yo no te necesito —se corrigió ella—. Te necesita nuestra hija.

Aventura Secreta Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora