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Decidida a salvar el resto del día, le tomó del brazo mientras salían de la joyería.

—Me muero de hambre. ¿Podemos comer antes de seguir con las compras?

—Por supuesto. ¿Qué te apetece comer?

—Me encantaría un enorme y poco recomendable filete —contestó ella con añoranza.

—Entonces que así sea —él rió—. Vamos a matar a una o dos vacas.

**********

El hecho de que ____(tn) se escondiera en su habitación no le convertía en una cobarde. Simplemente era reservada y cautelosa. En la planta inferior, Erick saludaba a su familia, llegada para la boda. Ella seguía sin comprender por qué. No era una ocasión festiva para celebrar la unión de dos almas gemelas y toda esa almibarada parafernalia de las bodas.

Lo único que sabía de los Colon era que Erick tenía dos hermanos mayores, que ambos se habían casado recientemente, y que al menos un bebé se había incorporado al clan.

Por lo que Erick le había contado, sus hermanos estaban vomitivamente enamorados.

Cerró los ojos y tuvo que admitir que se moría de envidia, y que odiaba la idea de conocer a esa gente tan asquerosamente feliz.

Sin duda Erick les había contado que la boda se debía a un revolcón y un condón defectuoso.

Se miró en el espejo e intentó borrar la expresión sombría de su rostro. El vestido elegido para la ocasión era uno recto de color blanco con tirantes. La tela se fruncía delicadamente a la altura del pecho y se amoldaba a su cuerpo antes de ajustarse sobre la tripa y colgar suelto después.

Había dudado entre recogerse el pelo o dejarlo suelto. A Erick parecía haberle encantado el peinado que había llevado la noche que se conocieron y, en un impulso de vanidad, se lo cepilló hasta hacerlo brillar y lo dejó caer suelto sobre los hombros.

Por último, perdió el tiempo, como la cobarde que era, consciente de que la esperaban.

No supo cuánto tiempo llevaba en su habitación cuando una cálida mano se posó sobre su hombro desnudo, pero no se dio la vuelta. No le hacía falta. Sabía que era Erick.

De repente, algo frío se deslizó por su cuello y ella se volvió.

—No te muevas —dijo él mientras cerraba la gargantilla—. Es mi regalo de bodas. Hay unos pendientes a juego, pero no me acordaba de si tenías los lóbulos perforados.

—Erick, esto es demasiado —ella se volvió hacia el espejo y soltó una exclamación de sorpresa al ver el exquisito collar de diamantes.

—Mis cuñadas me han asegurado que nada es demasiado para una esposa —él sonrió.

—Parecen unas mujeres muy sabias —ella le devolvió la sonrisa.

—¿A que no ha sido tan difícil?

—¿Qué? —ella frunció el ceño.

—Sonreír.

____(tn) lo miró con expresión culpable mientras aceptaba la cajita que contenía unos impresionantes pendientes de diamantes.

—¿Tienes los lóbulos perforados?

—Casi nunca llevo pendientes —ella asintió—, pero están perforados.

—Entonces espero que hoy lleves éstos.

Ella se los puso sin dilación y se volvió hacia él. Erick la miraba fijamente.

Aventura Secreta Erick Brian ColonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora