Capítulo 26 - Tú no eres él.

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En nuestro viaje de vuelta a casa caminando. Los chicos hacían bromas, para tratar de reanimarme. Bueno... incluso si no estuviera triste ellos las harían igual. No, esperen ¿Qué? ¿Estaba triste? Ugh, ni siquiera yo sabía lo que sentía en ese momento.

Había muchas palabras que me describirán y el porqué:

Traicionada: Porque pensé que teníamos (o podíamos) llegar a tener algo. Que había una conexión que compartíamos y que me hacía pensar que habría un Nosotros.

Dolida y molesta: Él puede salir con quién demonios quiera, besar a quien se le cante la gana. Pero me dolía y me molestaba muchísimo que mientras me besaba a mí. Y cuando no estaba conmigo podría estar besándose con alguien más. Y podría pensar que nuestros besos llegarían a ser algo más. (Tal vez incluso esa chica lo pensaba también)

Nadie podía hacerme sentir como ÉL lo hacía.

Compramos hamburguesas porque si comprábamos pizza tenía por seguro que me convertiría en una. (Comer pizza dos veces, no te convierte en una.) Solo que no estaba de ánimos para pizza. La pizza se come cuando alguien está feliz. (O yo lo hago al menos.)

Obviamente compramos el helado también. Y casi nos echan de la heladería por estar más de treinta minutos sin decidir de qué gusto íbamos a llevar.

Sacando el principio del día. (Y a Luke por supuesto) Fue un buen día. Y me hubiera gustado salir un poco más de casa. Pero lo estaba compartiendo con mis amigos y eso es lo que importa.

—Madeleine, Mad —me empiezan a zarandear con una mano en mi hombro. Giro lentamente y me quedo observando la mano en mi hombro.

—¿Qué pasa? —pregunto sin tener idea.

—Te has quedado mirando la pared como por un minuto sin parpadear. ¿Estás bien?—–y entonces me doy cuenta de que los ojos me arden de los secos que los tengo. Parpadeo varias veces para que se pase y respondo.

—Sí, sí. Perdónenme chicos. —les sonrió y ellos no muy convencidos me la devuelven. Empiezo a buscar la llave por los bolsillos traseros de mi pantalón hasta encontrarla.

Ponen las bolsas en la mesa de la cocina y guardan el helado en el frízer. Empiezan a sacar vasos y otras cosas de los cajones o muebles del lugar como si lo conocieran al derecho y al revés.

—Mira Calum, ¡Gomitas! —grita Michael mientras agita el pequeño paquete a su lado. El moreno sonríe de oreja a oreja.

—Tíralas a la basura. —digo mientras mi vista no se aparta del paquete de colores.

—Debes estar bromeando. —me miraba y negaba con la cabeza con desaprobación.

—No lo estoy haciendo. —los dientes me dolían de tanto apretarlos para no gritar.

—Solo dame una razón para hacerlo. —él quería una razón y yo se la iba a dar sin rodeos.

Porque le pertenecen a Luke.

—Oh. —fue lo único que dijo antes de tirarla a el piso como si portara el Ébola.

[...]

—¡Que me lo des, Joder! —Michael le gritaba a Calum. Mientras tironeaban del pote del helado. Calum solo negaba con la cabeza y lo tironeaba para su lado.

En lo que resume la historia. Luego de lo de las gomitas, comimos algo incomodos todos. Pero ahí estaban los subnormales para pelear con la comida. (Por ejemplo, quien come más rápido, Cosa que fue un intento fallido ya que Mike casi muere atragantado por un pedazo de lechuga y dejaron de jugar por miedo de que les pasara a los demás.)

Y ahora estábamos como en la parte más alta del edificio. Los chicos lo habían descubierto este mismo día cuando no les abrí, fueron a dar una vuelta por ahí y lo descubrieron. (Eso quiero decir que se pasearon por todo el lugar y nadie les había dicho nada ni habían llamado su atención, uh) Yo no tenía idea de que este lugar existía. Y si lo hiciera estaba un cero coma uno por ciento segura de que no teníamos el permiso para estar aquí. Pero lo que sea, ya estábamos acá. Y no íbamos a regresar.

Y que conste que todo había pasado tan rápidamente que ya se había hecho de noche.

—Creo que ellos tienen para un largo rato con esa cosa. —Ashton rió y paso su mirada en mí, lo sabía a pesar de que no lo estaba observando.

—Yo también lo creo, Ash. —esta vez sí lo mire. Y le sonreí.

Se quedó observándome unos segundos hasta que su sonrisa se fue desvaneciendo de su rostro y supuse que me tenía que decir algo. Y no sería para nada algo que yo quisiera escuchar.

—¿Puedo decirte algo? —sus palabras eran lentas y pausadas, como si buscara las correctas para decir. O como si no estuviera seguro de comentar algo.

—Eh... claro, sí. —me encogí de hombros despreocupadamente para no preocuparlo más.

—Te ves aún más bonita debajo de la luz de la luna. Siempre que la observo por la ventana de la habitación me recuerda a ti.

—¿Quieres decir que soy muy blanca? ¿Por eso te recuerda a mí? —quiero parecer enojada. Pero no puedo evitar sonreírle.

—No, no —ríe levemente—. Lo has interpretado de la forma errónea —enarqué una ceja y antes de poder protestar el sigue—. La medialuna me recuerda a ti por algunas simples Razones. La medialuna nunca se encuentra del todo llena. Y cuando sucede lo hace solo una vez. Nunca es igual, siempre hay algún lado oculto y algo nuevo para saber u aprender sobre ella. Casi nunca está completa porque así es la luna creciente, va en camino a convertirse en una Luna llena. Eres inspiradora. Los poetas y científicos han admirado desde el principio de los tiempos la Luna. Y tal vez muchos de nosotros no seamos poetas y mucho menos científicos. Y si lo fuéramos estaríamos aún más locos de lo que ya —ambos reímos suavemente—. Eres en realidad un misterio. Como la luna creciente. Como una maravillosa medialuna.

—Wow —lo miro con la boca entreabierta—. Muchas gracias Ashton —lo golpeo en el hombro juguetonamente—. Eso es probablemente lo más lindo que me han dicho y que me vayan a decir.

—No tienes nada que agradecer. Es lo que sentía y tenía que decírtelo —todo queda en silencio entre medio de los dos por unos cuantos segundos que parecían horas hasta que vuelve a hablar—. Sé que te parecerá ridículo y todo pero, siento celos de Luke. Él puede tocarte y besarte.

—Ashton no...

—Seguramente no tenga ojos azules como el cielo. Ni súper poderes del inframundo o algo así. Pero bajaría cada una de las estrellas por ti. Y si no sabes dónde guardarlas las llevaría devuelta a su lugar. ¿Qué tiene el que yo no?

—No hay nada que él tenga que tu no solo...

—¿Solo qué? —su tono de voz hacia mi corazón partirse en mil pedazos. Y si lo decía Ashton los juntaría y los pegaría y si faltaba alguna pieza usaría las del suyo.

–Solo que tú no eres él.

ROOM 336Donde viven las historias. Descúbrelo ahora