Capítulo 2 - No tienes ni idea.

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A las cinco de la mañana en punto sonó mi despertador haciendo que me despierte sobresaltada y me agarre un dolor de cabeza terriblemente feo. Lleve mis dos manos a la cabeza y me quede acostada boca arriba unos segundos más. La noche anterior me dormí bastante tarde, entonces tuve la idea de quedarme despierta, entonces al otro día cuando me fuera a dormir, se me haría mucho más fácil. Pero el plan me salió muy mal y me quede dormida a las tres y media con el celular en la mano.

La cama estaba calentita y no quería abandonarla. Me escurrí debajo de las sabanas, pero si me quedaba un minuto más tendría por seguro que me quedaría dormida de nuevo y llegaría tarde a mi primer día de trabajo en el hospital.

El despertador comenzó a sonar una vez más de las tres veces del recordatorio. Aparte las sabanas y me senté en el extremo de la cama bostezando. Me di una ducha apresurada de quince minutos como máximo y puse toda la ropa de ayer a lavar ya que me había dormido con la ropa que llevaba ayer puesta.

Me vestí con un pantalón completamente negro con una remera básica nuevamente negra. No tenía la mínima idea de cómo tenía que ir vestida, y no creo que fuera a importar ya que era mi primer día. Luego me dirían como tendría que ir y que cosas llevar allí.

La habitación 336 no salió de mi mente ni un segundo en el pequeño trayecto que me tardaba en llegar al hospital. Luego le preguntaría al Señor Richard que había ahí o que cosa había ahí que era tan importante y peligrosa como para que no me acerque si apreciaba mi vida.

Y por último, si el señor Richard no me daba explicaciones, por otro lado las tendría que conseguir.

Entrar en la habitación sería muy descortés de mi parte y además ni llevaba un día aquí, y no quería perder mi empleo. Podría sacar tema de conversación a cualquier paciente disimuladamente, y quizás conseguiría algo de información. O metería mis narices donde no me llaman porque es mi especialidad.

Al llegar y entrar me encontré nuevamente con la recepcionista de cara amargada, de la cual seguía sin conocer nombre y no me interesaba saber hasta el momento. Le dedique una sonrisa falsa que no estaba del todo segura que haya notado siquiera cuando entre y me dedique a mirar lo que sería mi perdición.

Las escaleras.

Llene de aire mis pulmones y comencé a subir. Tal vez hoy no, ni mañana tampoco. Pero algún día le reprocharía al señor Richard que moriría en las escaleras si él no reparaba el maldito y deseado ascensor.

También le pediría que me tele-transporte.

—Muy bien señorita Kleyn... —empezó diciendo el Señor Richard.

—Oh, por favor solo llámeme Madeleine, se me hace algo muy formal lo de señorita. —lo corte antes de que siguiera hablando.

-Bien Madeleine, y tú solo llámame Richard -espetó, yo solo asentí con la cabeza-. Hoy conocerás a los pacientes del último piso -continuó hablando. Demonios, seguro quiere que muera a falta de aire por subir esas malditas escaleras, para luego sacar todos mis órganos y tirar mi cuerpo al basurero, o incluso hacer experimentos conmigo. -Ellos son los que más necesitan con quien hablar, además no creo que necesites hablar con los demás si no es necesario, ya que no quiero hacer que tengas más trabajo del que ya ocupas, pero eso no implica que no los conocerás. Pronto conocerás a todos los que residen aquí. -terminó diciendo. Mejor para mí, tal vez no quería hacer experimentos conmigo, después de todo.

—Bien, como usted ordene.

—Madeleine, ¿Quieres que te acompañe? —Richard me pregunto algo preocupado, creo yo.

—Eh... No, creo que estaré bien. Iré sola. —respondí.

—Bien, si así lo deseas. Solo no trates con la última habitación, ¿Si?

—Claro —le sonreí por última vez a Richard y me di la vuelta a ver a mi amiga, la escalera—. Por cierto, solo por curiosidad —seguí entablando una conversación de espaldas—. ¿Cuál es la última habitación? —le pregunte con curiosidad y me gire a su dirección.

Al decir esto, Richard se tensó mientras apretaba sus dientas y miraba hacia el suelo murmurando alguna que otra grosería. Tan malo no podía ser, era solo una habitación. Cuando acabo de maldecir bajamente aclaro su garganta mientras entrelazaba sus manos y las ponía sobre su regazo.

—La habitación 336. —habló fríamente—. Si no buscas problemas, es mejor que te mantengas alejada de ella.

Parpadee varias veces y gire nuevamente para seguí el camino a las escaleras. Acomode mi pelo detrás de mis hombros y sonreí. Esa habitación estaba más que claro que pedía a gritos ser revisada y que me metiera dentro de ella para ver qué era lo que contenía.

—Seguro. —conteste—. Me mantendré lo más alejada de ella posible. Debe de ser muy importante y peligroso entrar en ella como para que no me acerque si aprecio mi vida, ¿No, Richard?

—Como no tienes idea, Madeleine, no tienes ni idea.



ROOM 336Donde viven las historias. Descúbrelo ahora