Tus Deseos Pero No Los Míos

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Todas las tardes durante 2 horas la princesa Amaris se sentaba en su trono de la sala de los deseos a cumplir peticiones. Había guardias que la protegían, hechiceras por si algo se salía de control y los uno de los Antiguos Ancianos decidiendo si el deseo puede pasar a ser cumplido o no, además de recibir las ofrendas.
Dependiendo el tipo de deseo era que se aceptaba: joyas, pieles, telas, postres, pociones, materiales mágicos y en algunas ocasiones sangre.

Quienes pedían deseos debian ser libres de cualquier acusación, entregar su ofrenda y sin mirar a la princesa a los ojos decir:

Me presento ante usted bella princesa hija de la luna, no soy digno/a de ti pero imploro cumplas mi petición

Si Amaris no escuchaba esas palabras ella no proseguía a nada, incluso dejaba de poner atención. Los años pasaron y fueron lo mismo casi todos los días.

Cuando el deseo iba a proseguir lo único que hacía Amaris era unir sus manos colocandolas en su pecho y repetir exactamente lo que se le había pedido. No parecía pasar nada, no había brillos o luces, sonidos o necesidad de recitar un hechizo.
Aun así, el deseo se cumpla casi inmediatamente.

A sus 15 años Amaris ya no sentía tenia limites en su magia, podía cumplir cualquier cosa y hacerlo tantas veces quisiera. Uso varios deseos para si misma: aprender a usar la espada a la perfección, saber todos los idiomas, visitas de diversos animales, comer su postre favorito. Pero había algo que tenía prohibido y a ella misma le daba miedo, elegir cambiar su situación.

Como toda bella doncella a sus 15 años lucia madura, era tan misteriosa y callada que era parte de sus encantos, alta y delgada, de cabello plateado y ondulado como el camino de un río, largo hasta sus rodillas y peinado con algunas trenzas sueltas, usaba una corona con joyas que simulaban una luna, una vestimenta azul oscura o negra, siempre los mismos colores. Aún permanecía tan pálida como fantasma. Había quienes creían asi lucian las estrellas personificadas.

Con una princesa en edad de casarse los reinos interesados mandaban a sus apuestos príncipes, tener de aliados a alguien así era difícil de encontrar. Todos eran devueltos a su reino apenas tocaban la entrada del castillo de Selion -no buscamos ser armas de guerra- se escuchaba usualmente en lo rechazos.

–Increible que quieran venir a pedir la mano de la princesa sin conocerla o haber hablado anteriormente con el Rey– Refunfuñaba el Anciano Brutis.

Por su parte el plan de Disferia al fin iniciara, mas astuta que los reinos vecinos y con un encantador hijo, Helio estaría participando.

El príncipe Helio tenía casi la misma edad de Amaris, era alto y fuerte, moreno como su madre y con un fuerte carácter, su melena oscura era parte de su encanto.

Amaris: Un trágico destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora