La mañana siguiente llegó y Amaris no podía con su felicidad, intentaba no demostrarlo para no creyeran sus propósitos eran otros.
Empezó a prepararse cuando alguien tocó la puerta de su alcoba.
-Buenos días, princesa. El herrero maestro la espera para entregarle su daga- dijo un sirviente desde el otro lado de la puerta.
-Avise que no tardo.
Amaris se apresuro a bajar a la sala principal, al llegar la esperaba el herrero maestro, un sirviente y la Anciana Brita. En las manos del sirviente habia un pequeño cojín con la daga. Una daga bellísima, era verde pastel con una hoja dividida, y escritos en dorado que la llenaban de magia, la funda estaba llena de gemas preciosas.
-Lamento la espera- dijo la princesa mientras terminaba de bajar las escaleras escaleras.
-Por usted nada es molestia.
-Permítame explicarle el funcionamiento de la daga- dijo Brita -el hechizo grabado en letras doradas permite que al cortar a su objetivo se paralice, así no será necesario hacer daños graves. También puede suprimirla para hacerla parecer un broche -Brita presionó la perla del mango de la daga y esta se redujo a un broche de perla- así puede portarla en el vestido de forma sutil, para regresarla a su estado solo presione la perla de nuevo.
-Le agradezco, es perfecta - dijo Amaris al acercarse a tomarla, reducirla y colocarla en un costado de su vestido.
-con su permiso, nos retiramos.
La princesa decidió salir a visitar algunos talleres de brujas, conocer a los aldeanos fue la razón inicial que dio para salir asi que lo haría por mientras.
Mientras caminaba por las calles se llevaba las miradas de todos, se le saludaba y reverenciaba por doquier.Llego a un taller donde trabajaba una ninfa y su hija.
-¡No puede ser! La princesa está aquí - dijo la hija de la ninfa, una bruja de 13 años con un solo ojo.
-Hola, he venido porque deseo aprender sobre los súbditos por mi cuenta - dijo Amaris.
-Claro, claro, lamento haber sido tan maleducada
-No te preocupes - Amaris la miraba algo extrañada
-Es por mi ojo ¿cierto? - contestó la bruja mientras se avergonzaba.
-oh lo siento, nunca había visto un mestizo fuera de los libros. No te había visto antes, ¿acaso no visitas la sala de deseos?
-Nosotras no vamos, me parece injusto te tengan ahí solo sentada -respondió una voz desde el final de un pasillo -Mi pequeña Luciana dice los presagios no son buenos sobre ti- terminó de decir mientras se acercaba a la entrada.
La ninfa, eso solo podía significar su hija era producto de la relación con un brujo.
-Mi niña te vio el día de tu presentación al público hace 5 años, desde entonces recibe presagios negativos, pero por alguna razón los Antiguos Ancianos creen son falsas o un fallo en su magia por ser mestiza.
Luciana era aquella niña de 8 años que presenció un presagio desagradable.
-Cuéntame de tu presagio- dijo Amaris
-solo no te vayas a molestar o asustar - Luciana respiro profundo y siguió - te veo asustada, sin control sobre ti misma y luego una imagen en blanco - dijo mientras frotaba sus manos.
-Gracias por contarme. Siento podriamos ser amigas, si me lo permites.
El tiempo que Amaris tenía permitido salir se había agotado, es hora de volver al palacio.
-Si me disculpan debo irme ya.
-Princesa, ¿de dónde proviene realmente? - dijo la madre de Luciana antes de despedirla.
-No lo sé.
Esa pregunta ahora rondaba en su cabeza, al volver y tener algo de tiempo libre se presento en el salón de la sabiduría.
-¿Quién soy? -dijo al abrir la puerta.
Los Ancianos presentes la miraron confundidos, no esperaban ese tipo de pregunta, menos de ella pues pensaban quizá podría saberlo ella misma.
-Lo lamento, no lo sabemos- un Anciano abrió una silla para indicar la princesa tomara asiento -adelante. ¿Sabés por qué estuviste encerrada todo este tiempo?
-Sí, una profecía dice si algo sobre proteger o sufrir las consecuencias - respondió
-Bueno, eso es todo lo que sabemos de ti ti.
Amaris se levantó del asiento y sin decir nada se fue. -Nadie sabe nada sobre mi... ¿como puede eso no preocuparles?- se preguntaba mientras caminaba a su dormitorio del ala izquierda. -Luciana sabe algo, necesita pulir su magia para que me ayude- continuaba -quizá podría ir con las adivinas mañana - terminó por agregar.
Pasado el día se dirigió durante su hora libre a ir con las adivinas, donde sorprendentemente ninguna le ofreció sus servicios.
-Lo lamento princesa pero los Antiguos Ancianos nos prohíben invadir su privacidad con nuestras esferas - respondían cada una de ellas.
Las adivinas eran mujeres con el poder de conocerte a través de su bola de cristal, incluso las mas poderosas podían ver parte de tu futuro.
Amaris regreso, paso su tiempo en el todo tipo de bibliotecas, desde personales hasta las privadas de ciertos súbditos. Nada. Nunca encontró nada.
Volvió a su habitación y se encerro bajo llave -empecemos - se sentó en el medio de su alcoba y uso sus manos entrelazadas en el pecho -deseo un cuarto secreto con un pozo de la verdad- y ahí de repente una de sus pinturas se movió levemente.
-Aquí debe estar- quito la pintura y se pudo ver aparecer una puerta casi impercibible, la atravesó y vio un pequeño cuarto de ladrillo con lo que parecía una fuente de agua en el medio, la fuente era el pozo de la verdad.
Sumergió su cara en el pozo y vio su creación. Una mujer maravillosa que desprendía luz estaba haciendo una bebé a la que beso en la frente y tomo vida.
Ya sabía de donde venía pero en eso sintió como si la mujer la mirara fijamente, era imposible eso sucedió hace 15 años ¿Cómo podia verla?
-Amaris, conectate conmigo - y la princesa tuvo sacar su cara del pozo
Era esa Selenne la que le llamaba, estaba totalmente segura. Tenía una respuesta pero más dudas.
Pasaron dos días más y fueron de la manera mas rutinaria y aburrida posible, 4 noches han pasado desde la carta de H. Hoy toca verlo.
Amaris se arreglo, cumplió con sus tareas y al atardecer se dirigió al río. Llegó y el Príncipe Helio ya estaba ahí esperándola.
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Amaris: Un trágico destino
FantasyAmaris, hija de la luna heredera de Selion, una princesa sobreprotegida por una terrible profecía. Aislarla no los salvara. Tus buenas intenciones no son suficientes.