John miraba distraído el paisaje por la ventanilla del coche, el trayecto se le hacía lento y la falta de conversación lo acentuaba. Aquella mañana el desayunar en la cafetería y la extensa conversación de su madre con la señora Hills habían distraído sus pensamientos, pero, al quedarse a solas de nuevo con su progenitora, el disipado enfado había retornado con fuerzas. El pequeño mini ahora se le antojaba una prisión y su cabeza volvía a repasar con incredulidad lo acontecido hasta el momento. Llevarse bien con Michael o la mudanza, que en otro tiempo hubiesen destacado, eran cosas irrelevantes; su madre le había traicionado y ahora ya no le reconfortaba nada de lo que ella hacía. Para distraerse encendió su discman, haciendo que comenzara a sonar el disco de los Beatles que se había quedado dentro en la última excursión que hicieron en el colegio.—...Baby, you can drive my carYes, I'm gonna be a starBaby, you can drive my carAnd maybe I'll love you...—comenzó a canturrear cuando sonó el estribillo.Era habitual que exasperara a su madre en los viajes, desafinando mientras tarareaba una canción que sólo sonaba para él, pero mientras cantaba esta vez fingió esa alegría que le producía de manera natural marchar a otro sitio; a pesar de que por una vez no iba a volver y se iba de verdad. Bajó la ventanilla y una racha de aire alivió sus pensamientos y revolvió sus rizos castaños, dejándolo completamente despeinado. Fuera del coche, los campos y la vegetación, las casas y el cielo... Todo fue cambiando poco a poco, dando a entender que cada vez se acercaban más a la ciudad y, sin darse cuenta, llegó un punto en el que habían sido engullidos por los edificios. Sólo pudo pensar que la gente hacía demasiado ruido en Londres, el volumen había acabado al máximo y todavía escuchaba pitidos de algún coche. Desistiendo de la música, se quitó los cascos y cerró la ventanilla mientras se acomodaba el pelo y maldecía el olor a humo que se había colado en el coche. Al voltearse a ver a su madre sintió que tenía el cuerpo entumecido de mantener la posición.—¿Queda mucho? — habló porque realmente estaba cansado, necesitaba una distracción.—No, al menos en distancia, pero el tráfico decidirá.Se sorprendió a medida que el vehículo avanzaba con dificultad por la ciudad; habían llegado a una zona antigua donde los edificios parecían pisos de película, había muchas librerías de aspecto señorial, y algún que otro turista destacaba entre los transeúntes al fotografiar los locales.—¿Te gusta la zona? —preguntó su madre leyendo un entusiasmo repentino por el espejo.—¿Es por aquí? Parece un sitio muy pijo para nosotros —señaló sin creer aún que fuesen a vivir allí.—Puede, pero el piso es nuestro desde siempre, tú no lo recordarás porque eras muy pequeño pero viviste aquí. —explicó ella con calma.John tardó en reaccionar, volviendo a pensar que su madre era la persona con más secretos que conocía, pero se tragó esos reproches que trataban de escalar su garganta. Se centró en el paisaje, urbano pero alentador, aunque no aguantó demasiado esa táctica.—¿Por qué vivir en Greengarden entonces? —trató de que la pregunta sonara amable a pesar de todo.—Demasiados recuerdos. —La mujer le miró un instante, como si calculara lo que decir —. Tu padre fue quien compró el piso.No pudo sentir nada y eso le molestó. Apenas sabía el nombre de su padre, y que estaba muerto, su madre jamás lo mencionaba y él acabó por cansarse de preguntar tiempo atrás; uno no puede extrañar a alguien que no conoce de nada, pero a pesar de todo se sentía raro cuando lo mencionaban, como si fuera un fantasma. Visto con perspectiva, creyó cruel por parte de ella ese silencio y decidió instarla a hablar por venganza más que por curiosidad.—¿Por qué compró un piso aquí? —comentó fingiendo despreocupación e inocencia.La mujer pareció vacilar un segundo.—Decía que amaba el ambiente, las tiendas de libros... —sonó decaída y la frase quedó a medias. Se molestó por la vaguedad e iba a replicar, pero entraron en el aparcamiento de un edificio. Todo quedó oscuro y tétrico bajo la luz blanquecina, y John se puso bastante nervioso. El pasillo era estrecho y las columnas casi rozaban el coche mientras su madre aparcaba (y eso que era un mini).—Los de la mudanza deben de haber llegado antes, salieron muy temprano esta mañana, seguramente estarán subiendo cosas —rompió ella el silencio.Los dos bajaron y se dirigieron por una entrada secundaria a las escaleras del edificio, por el poco ruido dedujeron que o bien estaba todo ya arriba o no habían llegado realmente, pero no intercambiaron más palabras. Ascendieron las empinadas escaleras hasta el tercer piso, haciendo varias pausas por culpa de John, que se enamoró de las barandillas de madrera y hierro adornadas con flores, y del olor a viejo del lugar; unas finas ventanas dejaban pasar poca luz, formando un aura algo melancólica. No supo bien si daban a la calle o a un cielo abierto, y la insistencia de su madre le impidió hacer un poco de escalada y averiguarlo. Una vez arriba se cruzaron con el fornido trabajador de la empresa de mudanzas, que les dijo que ya habían acabado y les devolvió las llaves, despidiéndose de manera escueta y formal. John vio con expectación como se giraba la llave, abriendo al fin la robusta puerta hacia el futuro.—No pensé que fuesen tan eficientes, ¿no te parece? —señaló su madre una vez dentro.—Estarán acostumbrados —respondió escuetamente mientras admiraba el lugar.No había recibidor, la primera sala era una especie de comedor; el techo era alto y la lámpara de araña lo resaltaba más; las paredes de un beige gastado no conseguían romper la grandeza que inspiraba el mobiliario recargado de madera. Caminó esquivando cajas por la estancia, parándose a mirar curioso algún detalle: un jarrón que no estaba, pero que se intuía por la marca en el mueble; un cuadro desaparecido que dejó la pintura mejor conservada en la pared y un clavo vació...—¿Qué te parece? —preguntó su madre, intentando limar asperezas.—Me gusta —contestó de nuevo cortante, añadiendo en su cabeza "vacío como todo".Ella pareció decepcionada por su respuesta, pero no la dejó efectuar otro intento, se escabulló para mirar el resto de la casa de la forma más natural que pudo, evitando la puerta que había al otro lado del comedor y optando por inspeccionar la que, por estar abierta, sabía que daba a un pasillo. Al adentrarse en éste se encontró con dos puertas a la izquierda, una a la derecha y una al fondo. Empezó por la izquierda encontrando una habitación con una gran cama de matrimonio y un mobiliario similar al comedor, no se paró mucho a mirar allí, pues no llamó especialmente su atención. En la siguiente puerta intuyó un cuarto de invitados decorado con menos gracia y más "modernidad", las paredes eran más anaranjadas y, aunque no le disgustaba, pensó que en cuanto pudiera las pintaría, al menos si era como imaginaba su nuevo cuarto. La habitación del fondo resultó ser un baño bastante espacioso, con una bañera con patas y muchas baldosas azuladas, casi le pareció de cuento. Abrió la última puerta, algo aburrido ya, no había encontrado nada relevante, pero se sorprendió al ver un despacho con un hermoso escritorio y muchas estanterías con libros. De golpe pensó en aquella figura incierta que sólo vio en una foto de pequeño, se imaginó a su padre, con sus mismos rizos, como una versión mayor de sí mismo, sentado en la silla de cuero mientras escribía algo... Sacudió la cabeza para centrarse y paseó la vista por los estantes donde reconoció algo inesperado, una colección de tapas negras con letras doradas en el lomo... Diccionarios, igual que el que tenía en su madre. Su mente ató cabos y una pieza más del puzzle se completó, era de su padre. ¿Su padre estaba relacionado con la carta?Escuchó unos pasos a su espalda, pero no se volteó, simplemente preguntó:—¿De qué trabajaba papá?Supo que su madre se había tensado aun sin mirar.—Era una especie de detectiveJohn se planteó los pros y contras de picar más profundo, y tuvo la certeza de que no era el momento al girarse para encararla, viendo que miraba por la ventana con tristeza. No iba a obtener así una respuesta, iba a acabar castigado... Era frustrante.—Vamos a comer, me muero de hambre... Y quiero empezar a sacar las cosas ya —dijo fingiendo despreocupación para distraerse y no enfadarse más.—Me parece un buen plan —contestó ella sin una sonrisa convincente.Comieron en un restaurante bueno a pesar de que John hubiese preferido cualquier otra cosa, pero fingió entusiasmo y brindó con su madre por el futuro (con apenas un sorbo de vino), mientras adivinaba de alguna forma que caminaba por una cuerda floja. Después, al volver al piso, comenzó la tediosa tarea de desempaquetar todo lo que tanto esfuerzo les había costado meter en las cajas. Él prefirió empezar por su cuarto alegando que quería sentirse en "su habitación" lo primero, pero realmente lo hizo para estar solo y planear como preguntar sin qué se notara lo que sabía y lo que buscaba.Sin embargo, el destino tenía otro plan de acción para poner las cosas en su lugar, pues, apenas sonaron las 6 en el reloj del comedor, se escuchó el timbre que avisaba de una visita. No pudo resistirse a correr, ya que, por tonta que fuese, tenía curiosidad por quien podía ser. Avanzó formando fantasiosas teorías sobre vecinos extraños, o vendedores de biblias que no eran lo que parecían... Se quedó un poco atrás viendo a su madre acercarse y abrir con la cadena pasada, buscó ángulo para divisar al visitante. La puerta se movió con un tenue silbido y ella perdió el color, al otro lado sólo alcanzó a distinguir a un hombre moreno y de piel pálida, tirando hacia amarillenta, vestido de negro. Se sorprendió cuando su madre cerró la puerta sin mediar palabra y se giró hacia él.—Vete al cuarto, ahora — le ordenó con voz temblorosa.John no obedeció, se quedó clavado al suelo con algo entre el miedo y la cabezonería, tenía la certeza de que la situación llevaba a otra respuesta que no podía permitirse perder. Ella se acercó para arrastrarlo si hacía falta, pero la entrada se abrió por arte de magia, consiguiendo que los dos se centraran en ésta. El misterioso hombre entró en la casa sin mostrar un ápice de emoción en su afilado rostro, su largo cabello parecía demasiado ajeno a sus movimientos, detrás de él ondeaba lo que él reconoció como una túnica, digna de las ilustraciones de sus libros, aunque de un negro profundo que, en su opinión, le pegaba más a un carismático villano que a uno de los buenos; sintió un escalofrío. El recién llegado no reparó en él, pero hizo una ligera mueca de disgusto al mirar a su madre, como si ésta fuese un molesto inconveniente y no una persona. Con lo cabreado que estaba con ella no pudo evitar sonreír ligeramente, no sabía quién era, aun así ahora mismo le caía bien por mucho que hubiese cometido allanamiento de morada.—Señora West, vengo a asegurarme de que la carta de Hogwarts fue tomada seriamente, pero me parece que no necesita eso, ¿me equivoco? — la voz de aquel hombre era sarcástica y dura.—No tiene nada que hacer aquí, en última instancia yo ten...—En última instancia es un mago y debe aprender a controlar su magia, al menos si no quiere tener que dar explicaciones por magia accidental —cortó el oscuro visitante —. Leíste la carta—afirmó dirigiéndose a él.Su madre le miró con incredulidad, roja de ira.—No lo...—intentó negar ella.—Sí —interrumpió John—. ¿Pero cómo lo sabes?El hombre pareció molesto por su pregunta y él apuntó en su cabeza no volver a hacer una si no era extremadamente necesario; le parecía más importante quedar bien ahora mismo, habiendo confirmado que su aparición tenía relación con la carta y el asunto "mágico", al fin y al cabo el conocer bien valía morderse la lengua.—Hay hechizos que nos avisan si el destinatario lee el contenido —Los ojos negros del recién llegado se posaron en él, casi atravesandole.Su madre, que boqueaba hacía rato, se recuperó del golpe.—¡Te dije que no la abrieras!—Era para mí —se defendió John desafiante.—No me interesan vuestros problemas familiares, pero me parece que lo más sensato será que me deje hablar. — El hombre pareció añadir cierto tono de amenaza en sus palabras.—Me nie...El visitante sacó una especie de varita y de golpe su madre se quedó fija en la posición en la que estaba, como una estatua.—Mi tiempo es demasiado valioso para esto, cuando acabe de explicarme espero que su negación haya finalizado.John se mordió la lengua antes de preguntar nada, deduciendo que su madre volvería a la normalidad en un rato por el comentario del hombre oscuro, sin querer acabar igual por molestarle. Asimiló lento que acababa de presenciar "magia", por lo que ésta existía, e intentó mantenerse sereno para no parecer idiota. Le dejaron serenarse, sólo cunado estuvo listo y miró al invitado forzoso otra vez, éste hablo. Su figura se le asemejó a un cuervo gigante, con la elegancia y voracidad de estos.—Parece que ahora podemos hablar con más tranquilidad.El comentario tenía algo de malicia, pero John esbozó una sonrisa, relajándose un poco y descartando que fueran a dejarlo inmóvil también, al menos de momento.—Me llamo Severus Snape, soy profesor en la escuela Hogwarts de magia y hechicería. He venido para asegurarme de que no haya problemas al reclamar tu plaza por la incredulidad o estupidez de un muggle. —El hombre miró a su madre con desprecio mientras decía eso —. También soy el encargado de que puedas conseguir llagar al callejón Diagón a por los materiales. Supongo que tendrás preguntas, así que exteriorízalas. —Lo último sonó como una orden ineludible.Intentó resumir sus dudas lo máximo posible, pues a pesar del permiso sentía que metería la pata, estaba indefenso.—Muggles son los que no tienen magia —dijo un poco para sí, y vio que el mago asentía, aún mirándole con demasiada fijeza— y el callejón ¿Diagón? Debe de ser el ¿barrio comercial? Si me tiene que llevar o enseñar como entrar implica que tiene un hechizo para que no lo vean los muggles o lo ignoren. — Vio al profesor Snape arquear una ceja como si no fuera un razonamiento que escuchara todos los días, pero también asintió alentándolo a continuar. —Entonces y aunque sea una obviedad que sí, no estoy loco, hay un mundo mágico, soy un mago, así que tiene sentido que me salvara de caerme de un árbol o que usted haya "petrificado" a mi madre...— añadió mirando a ésta —. Pero hay algo que no entiendo, ¿mi padre era un mago si fue a Hogwarts no? Y por eso mi madre sabe que existe la magia... ¿Por qué es algo malo, exactamente?De golpe, John dejó la incredulidad al mirar la figura inmóvil de su progenitora, un profundo rencor apareció remplazandola, se sentía el doble de traicionado al ver la magnitud del secreto, una parte de él había querido que fuese todo una mentira para poder olvidarse de ello, pero ahora era tarde. El señor Snape seguía mirándole serio, como quien analiza un animal extraño.—Lo siento —dijo volviendo en sí —. No quiero hacerle perder el tiempo con mis deducciones. No es mía la decisión de aceptar la plaza. —Su voz destiló tristeza e impotencia.—No es del todo así, Señor West —señaló el hombre mientras deshacía el hechizo hacia su madre.Ésta pareció estirarse ligeramente para desentumecerse antes de desinflarse como un globo al mirar a su hijo.—Tu padre acabó muerto por ese mundo, cielo, por favor, sé razonable...—Quizá, o puede ser mentira como el resto de cosas que sé de él, que ya son escasas —atacó John herido, haciendo un esfuerzo para no gritar ni llorar.Su madre meditó una eternidad hasta recobrar la compostura, irguiéndose y apretando la mandíbula antes de hablar con más autoridad a su hijo.—Sé que no puedo ya evitarlo, pero no seré partícipe de ello, no pienso pagar esa matrícula y por mi parte no hay ya discusión. —Era una sentencia o un contraataque desesperadoJohn miró al profesor buscando una señal de alivio, empezaba a maldecir haberse dejado llevar por lo que sentía, atacando cuando parecía que ella hubiese podido ceder. Éste parecía detestar la situación, aun así acabó mojándose.—Haré una excepción acompañándote en todo el recorrido si es necesario —dijo como si estuviese haciendo un gran sacrificio, frunciendo los labios con desagrado.Sólo pudo sonreír, aunque parecía odiar el universo, realmente le caía bien ese mago. Su madre dudó, pero la mirada de determinación que él le devolvió calló su posible réplica.—De acuerdo, pero más le vale que vuelva entero, Severus Snape.El hombre ignoró la amenaza y se limitó analizar a John de nuevo; estuvo a punto comentar algo, pero cerró la boca como si en último momento no encontrara adecuado el comentario.—Mañana a las ocho vendré, asegúrate de estar listo —acabó ordenando, frío.John vio como se giraba y salía por la puerta como hipnotizado, se recriminó por compararlo con un cuervo en ese momento; con las ondeantes túnicas tras él parecía levitar, o reptar más bien, reptar señorialmente como una serpiente, una serpiente elegante, oscura y peligrosa.
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Tira por cordura: la piedra filosofal
FanfictionJohn West estuvo allí, o al menos eso parece; descubrió la magia que tanto había anhelado, recibió la carta, el pasaje a otro mundo... Y al hacerlo, empezó a enredarse con los hilos equivocados. (O quizá con los correctos). Todos mis respetos a J.K...