El sombrero seleccionador

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Cuando la puerta se abrió, apareció tras ella una mujer alta y espigada, con un vestido esmeralda, casi de época; sobre su cabello negro se posaba un sombrero de bruja típico a juego con el vestido. John supo por sus gestos que era alguien estricto y le recordó en cierta forma a la señora Hills, quizá por lo antinaturalmente erguida que estaba.
—Los de primer año, profesora McGonagall—dijo el gigante.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Dedujo que esa era la tal Minerva McGonagall que debió ir a por él y se alegró de que no hubiese sido así. La puerta se abrió del todo dejando ver un enorme vestíbulo con paredes de piedra e iluminación por antorchas, el techo era exageradamente alto como en una iglesia, incluso más, al fondo había una escalera de mármol blanco que ascendía majestuosa a otros pisos. Siguió a la profesora como todos por el camino marcado en el suelo de piedra; se escuchaban voces a la derecha de la sala, parecía que estaban en la habitación contigua al salón donde se reunían los otros alumnos, pero su guía pasó de largo hasta una estancia vacía, donde apenas podían moverse con libertad por la falta de espacio. Le disgustó más sentirse en una lata de sardinas que la espera silenciosa.
—Bienvenidos a Hogwarts —habló por fin la profesora —. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupéis vuestros lugares en el Gran Comedor deberéis ser seleccionados para vuestras casas. La selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estéis aquí, vuestras casas serán como vuestra familia en Hogwarts. Tendréis clases con el resto de la casa que os toque, dormiréis en los dormitorios de vuestras casas y pasaréis el tiempo libre en la sala común de la casa.
»Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin.
Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estéis en Hogwarts, vuestros triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos vosotros seáis un orgullo para la casa que os toque.
»La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Os sugiero que, mientras esperáis, os arregléis lo mejor posible.
McGonagall miró con desaprobación la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, John se apresuró a colocársela bien para sorpresa del chico, y la mujer le dirigió una mirada algo sorprendida antes de posar la vista en la mancha en la nariz de Ron.
—Gracias —susurró Neville.
Asintió parándose todo lo elegante que sabía, ordenando sus rizos por si acaso, aunque era una tarea complicada sin un espejo.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —advirtió la
profesora —. Por favor, esperen tranquilos.
John escuchó al pelirrojo preguntar como se las arreglarían para seleccionarlos y sugerir que era una prueba, pero no le dio importancia; aún así el ambiente se crispó, todos parecían nerviosos por algún motivo, y Hermione repasaba conjuros de forma compulsiva. Buscó a Draco con la mirada, éste parecía igual de desconcertado, pero al menos no hacía el ridículo como el resto. El chico le miró de vuelta y supo por su soberbia sonrisa que sabía algo, debía ser una ventaja tener más de un verano para buscar información; le tuvo cierta envidia. Después de eso no tardó en aburrirse, y Neville temblando al lado no ayudaba. De golpe, se escucharon gritos detrás que hicieron que se sobresaltara, al girarse se sorprendió al ver a una veintena de fantasmas pasar a través de las paredes con naturalidad; su cuerpo se tensó al acto. Los espíritus entre lechosos y transparentes no reparaban demasiado en ellos, iban discutiendo sus cosas, flotando con calma.
—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad... —habló el espectro de un fraile regordete.
—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué estáis haciendo todos vosotros aquí? — El fantasma, vestido con un traje típico del siglo XVI, parecía salido de un cuadro. Les miró como si acabaran de aparecer allí.

—Esperamos para ser seleccionados — se atrevió a hablar John ante la estupefacción de los demás, aunque estaba nervioso aún y le sudaban las manos.
—Mira, valiente el muchacho —dijo sorprendido el fantasma.
—Desde luego —respondió el fraile amable.
—Espero verte en Gryffindor.
Iba a replicar indignado cuando McGonagall apareció en escena. Los fantasmas simplemente se esfumaron en el acto, atravesando la pared contraria.
—Ahora formen una hilera —ordenó la profesora —. Y síganme.
Acabó tras Neville y Hermione, caminando de nuevo por el vestíbulo antes de llegar a unas puertas dobles de madera que daban al comedor.
El enorme salón apareció como algo extraordinario ante sus ojos. Cuatro largas mesas de madera oscura estaban llenas de estudiantes, cada una con los de una casa, o eso dedujo por los detalles de las túnicas que cambiaban en cada zona. La iluminación a velas flotantes daba un brillo extraño y algo tétrico a los rostros que los observaban cuchicheando, también hacían que se notara la cubertería dorada que brillaba de la misma forma errática. La profesora McGonagall les hizo pasar y pararse en fila en una tarima, allí parecía que se reunían los profesores en otra mesa. Busco al señor Snape con la mirada, pero éste no reparó en él, estaba distraído, inspeccionando a los otros. Acabó centrándose en el techo que no parecía tal, el firmamento brillaba nítido en lo alto e hizo que un suspiro se escapara de sus labios de la impresión; era hermoso. Escuchó entonces a Hermione susurrar: "Es un hechizo para que se vea el cielo, lo leí en la Historia de Hogwarts". Se prometió comprar ese libro.
La profesora llamó la atención de todos al colocar un extraño y viejo sombrero puntiagudo sobre un taburete. John se preguntó qué utilidad tendría, se le antojaba la clase de objeto que parece feo, pero es importante bajo los kilos de suciedad. Inspeccionó cada retal y descosido, y al cabo de poco se sorprendió al advertir movimiento; por una zona rasgada el sombrero empezó a cantar gesticulando como si aquello fuese en realidad una boca. Se tensó algo disgustado, aun así paró atención.

Tira por cordura: la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora