Fe ciega

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El invierno había llegado devorando al otoño. Todo era, fuera del castillo, de un blanco frío y espeso, hasta el lago había quedado cubierto de hielo. John empezó, a pesar de su amor por esa estación, a maldecir en cierta forma las mazmorras, el frío se notaba de más en esa zona del castillo y le obligaba a ir tapado en exceso incluso allí. Hagrid, con quién se hablaba de vez en cuando, parecía cansado de limpiar la nieve que, acto seguido, reaparecía; no llegaba a entender el porqué no se permitían usar magia en el colegio para cosas a simple vista tan relevantes, pero el nivel de coherencia en ese mundo era, cuanto menos, especial.
Había notado poco a poco como se enfriaba también su relación con Hermione, la chica había empezado a confraternizar bien con Harry y Ron después de que estos fueran "a su rescate" en Halloween. El trol había sido derrotado por McGonagall, pero, contra todo pronóstico, desde el ojo público al menos, ellos eran los héroes. Él simplemente lo dejó estar, bien estaba lo que bien acababa, y Draco parecía tolerarle más sin ella cerca; por eso último pudo acercarse de nuevo al rubio. De alguna forma había acabado siendo el comodín de sus compañeros cuando algo era muy complicado, no era una biblioteca como Hermione, tampoco era especialmente bueno en la práctica de las asignaturas, pero solía quedarse con la teoría de forma envidiablemente fácil, lo que le ahorraba estudiar.
No pasó desapercibido para nadie que un día, el profesor Snape apareció cojeando en el Gran comedor. Era extraño no sólo por lo improbable de que se hiciese daño con algo, sino porque rompía el aura intocable que solía tener.
—Oye, Draco —llamó la atención del rubio —. ¿No es raro que el profesor Snape cojee?
—No me atreví a preguntarle, a pesar de ser mi padrino, no es buena idea —contestó el otro dejando de comer y centrando su mirada grisácea en la mesa de los profesores —. De todas maneras sale a buscar ingredientes al bosque prohibido a menudo —añadió restándole importancia.
John no quedó satisfecho con esa conclusión, pero volvió también a su comida, no tenía muy claro como funcionaban las cosas en la escuela, ¿lo lógico no era ir a la enfermería?
Más tarde ese día, sus dudas fueron incrementadas de forma inesperada. John, Draco, Theodore, Vincent y Gregory se habían reunido para acabar un trabajo de astrología (estaban obligados, ya que los equipos los eligió la profesora), incluso se les unió Pansy, que solía evitar sentarse cuando estaba él. Todo iba bien (salvando que parecía que se pasaban una bomba cada vez que hablaban) hasta que Hermione apareció en la mesa, claramente insegura con la situación.
—John —llamó la chica haciendo que el susodicho reparara en ella.
—¿Qué quieres exactamente sabelotodo? —atacó Pansy sin dejar que el interpelado hablara.
—A ti no te imp...
—Hermione, no la arreglarás, déjalo —cortó John —. ¿Qué pasa?
Su amiga parecía dudar que decir, llegó rápido a la conclusión de que debía ser importante y no podía soltarlo allí en medio.
—Habla de una maldita vez o esfúmate. No tengo ganas de tenerte cerca. —Esta vez fue Draco, consiguiendo una risa en la mesa y que la gryffindor se pusiera roja de furia.
—Gracias por tu amabilidad, gran Draco Malfoy. Voy con ella un momento. —John se levantó y arrastró a su amiga lejos de las otras serpientes, aunque estas los observaron hasta perderlos de vista, no muy complacidas.
—Oye, ¿qué pasa exactamente? No son santos de tu devoción y dudo que te hayas acercado por una tontería.
—¿Cómo puedes ir con ellos? Son...
—Hermione, céntrate, técnicamente van en pack con Draco y me llevo bien-mal con él... Además, yo no sé como aguantas tú al pelirrojo y no me quejo.
—Lo siento... —se disculpó ella recuperando la compostura —. También por dejarte de lado estos días...
—No tienes amigos y eso, ¿no? Me quedó claro que no contaba demasiado —soltó más en broma que otra cosa.
—Tú avisaste a la profesora, me lo dijo Neville... Gracias. —La leona parecía culpable.
—Déjate de tonterías, no estoy enfadado, no en serio... ¿Qué te preocupa para querer hablar tan de repente? A ver si lo adivino, ¿los alcornoques que tienes por amigos se han metido en algún embrollo?
La cara de Hermione fue una afirmación en toda regla.
—Cuenta, no diré nada... Ya lo sabes, a no ser que sea de vida o muerte, soy una tumba. —Eso no era del todo cierto, pero ella no tenía que saberlo. Tenía curiosidad, aun así al hablar sintió unos engranajes cada vez más conocidos de fondo en el cráneo.
Se formó un silencio incómodo mientras la gryffindor se decidía.
— Si Harry y Ron se enteran me matarán pero... Es sobre el profesor Snape, Harry le vio la herida de la pierna, no sé si te has dado cuenta de que cojea... Él y Ron están seguros de que ha sido el perro de tres cabezas y que, bueno, el profesor trata de conseguir lo que hay allí. Además, afirma que Hagrid fue quien trajo lo que hay escondido, que sacó algo de Gringotts cuando fueron a por su dinero, algo a nombre de Dumbledore —habló como siempre de carrerilla. Movía las manos en exceso, como deseando correr a contarlo al propio director.
Tuvo ganas de golpearse la cara nada más escucharla, ¿realmente lo estaba usando de comodín por ser el único con cerebro que le hablaba? Su dolor de cabeza ahora era claro, le costó articular su respuesta con naturalidad.
—Que no tienen muchas luces, todos lo sabemos. ¿Por qué me cuentas esto? Sin ánimo de ofender, creo que puedes llegar a una conclusión menos fantástica tu sola. — Su voz no sonó todo lo amable que quería.
—No tengo ni idea de que pensar yo tampoco, de verdad... Lo que dicen tiene cierta lógica, me han contado que Snape desapareció la noche de Halloween cuando Quirrell se desplomó, y por más que les digo que es un profesor, y que Dumbledore no es fácil de engañar, no me hacen ni caso. Empiezo a dudar...
—No le des más importancia, yo no creo que el profesor Snape quiera lo que sea que hay ahí, y puede haber otros motivos para explicarlo todo.
Hermione se relajó al ver que alguien compartía su opinión, pero eso no le importó demasiado en ese momento.
—Yo tengo que volver —mencionó cansado —. Avísame si pasa algo más, aunque todo esto es bastante absurdo... Podemos quedar para hablar otro día, a poder ser sin mis estirados compañeros para molestarme en cuanto vuelva. — "Y si charlamos de algo interesante mejor" se guardó como añadido.
Se iba ya cuando se volteó hacia ella de nuevo. Le costó hablar, titubeó un instante.
—No estoy seguro de ello, pero de quién yo no me fío es de Dumbledore, quería enviar a las serpientes a las mazmorras con el trol. —Hermione se sorprendió ante sus palabras e intentó replicar, pero él continuó —. No le mires a los ojos, es un legermens. Si no me crees, porque tampoco estoy completamente seguro, hazlo por mera precaución.
Con eso volvió a la biblioteca, dejando a su amiga, probablemente, desorientada con su advertencia; pero su consciencia quedó más tranquila, le caía lo suficiente bien como para arriesgarse a prevenirla, aunque sólo fuese una sospecha. Mientras caminaba por el pasillo de vuelta a la biblioteca, sus nervios se calmaron y con ello el zumbido molesto.




Había un tema de conversación que no soportaba esa mañana, el quiddith. Había tratado de ignorarlo y evitarlo, pero como según todo el mundo era el "gran" día en el que Gryffindor y Slytherin jugarían (o en el que las serpientes les darían una paliza a los leones), aquello fue ineludible. Se había filtrado, aunque Draco ya lo intuía por la escoba que dijo ver en manos de Harry, que éste iba a ser el nuevo buscador. Ni John se atrevió a hacer broma de lo imposible que se ponía el rubio ante la mención de el-niño-que-nadie-se-explica-como-vivió. Para su mayor y absoluta desgracia, sus compañeros no se habían conformado con ametrallarle sobre las normas del deporte: que si la pequeña y revoloteadora esfera llamada snitch daba 150 puntos y acababa el partido, que si las dos bludgers golpean a los jugadores y dan trabajo a los bateadores, que si los puntos se marcan con una esfera no hechizada llamada quaffle a través de unos postes... Al final lo habían arrastrado al campo. Tuvo que seguirlos hasta las gradas donde estaban los Slytherin, por suerte una vez sentado pudo sacar un libro y desconectar de lo que sucedía a su alrededor un rato; si no hubiese sido por un codazo de Theodore, así hubiese seguido.
—Ten algo de espíritu, la copa de quiddith nos daría puntos.
—No conseguirás que haga algo más que reírme de este absurdo deporte, como de cualquier otro. ¿No tienen nada mejor que hacer? Porque la gracia de pasar una pelota entre unos palos... —El lugar empezaba a ser escandaloso y cerró el libro con desgana.
—Me animas de una manera... Estaría al lado de Draco si no fuese peor que tú con lo de Potter, aunque lleva razón con lo de que deberían haberlo castigado y no fichado. Gryffindor estaba desesperado.
Iba a contestar, pero los equipos aparecieron en escena y el campo se alzó en una bienvenida desmesurada. La señora Hooch no tardó en dar el pitido de salida y el partido comenzó.
—Y la quaffle es atrapada de inmediato por Angelina Johnson de Gryffindor... Qué excelente cazadora es esta joven y, a propósito, también es muy guapa...
—¡Jordan! —exclamó McGonagall.
John no pudo evitar reír.
—Al menos el comentarista hace de cómico.
—Si no estuviera sesgado horriblemente hacia los leones, te daría la razón —le respondió Theodore en contra del tal Jordan.
—Cada cual barre para casa.
El partido continuó de forma frenética y John se dedicó a observar al público; al otro lado de las gradas pudo divisar a Hermione y a Hagrid, obviamente junto a Weasley. También escuchaba a sus compañeros, sobre todo a Draco, renegar cada vez que marcaban en contra de las serpientes; Vincent se quejaba algo cansado de que le robaran los prismáticos que había traído, y que por culpa del rubio apenas tocaran sus manos. De repente un silencio general le obligó a mirar a los jugadores, la pequeña Snich dorada había aparecido.
—Oye, Theodore, si no se coge la snitch, ¿cómo se acaba un partido?
Harry y Terence Higgs (que era el buscador de su casa) iban a la par a por la esfera.
—No se acaba —contestó el chico sin prestar mucha atención.
Eso le pareció un método bastante deficiente, ¿nadie había inventado un cronómetro? Pero el golpe del capitán de Slytherin, Marcus Flint, a Harry, fue bastante desagradable. Por una vez, John estuvo mínimamente de acuerdo con el abucheo de los gryffindor.
—Eso ha sido bastante cuestionable —le comentó a Theodore.
—Un poco, aunque un tiro libre para Gryffindor comparado con que lleguen a coger la Snitch...
—Es mejor el mal menor, y me alegro de que Potter casi se caiga —les sorprendió Draco.
—Tu siempre tan amable... —bromeó John sarcástico —. No creo que merezca la pena que te preocupes por que le vaya mal, ya se lo busca él sólo la mitad del tiemp... ¿Es normal que haga eso con la escoba?
Harry bandeaba de un lado a otro como si no pudiera controlar el vuelo y los leones le señalaban preocupados desde las gradas.
—Parece descontrolado —dijo Draco riendo.
—Sí, pero es bueno volando, aunque te pese, no parece normal...
—Desde luego que no lo es, menos con una nimbus 2000 como escoba, parece que la estén encantando —contestó Theodore.
John pasó su vista por las gradas de Gryffindor y vio a lo lejos a Hemione levantarse de su asiento, se preocupó un poco. Revisó con la mirada a los espectadores y se sorprendió al ver al profesor Snape recitando algo sin apartar la vista de Harry no muy lejos. Su mente se negó a acusar a su jefe de casa, pero algo se enturbió en su cabeza cuando continuó revisando a los profesores; eran los magos de más nivel, y, por tanto, la opción más plausible para una maldición tan fuerte.
—Vincent, pásame los prismáticos.
Todos se sorprendieron, pero el chico obedeció a regañadientes, ya frustrado y resignado.
Pudo mirar con más detalle gracias a las lentes, y no tardó en fijarse en Quirrel. De nuevo el zumbido en su cabeza escaló. El hombre estaba murmurando también, la mirada en el campo, casi sin pestañear. Localizó a Hermione sin querer, pues ésta empujó al profesor para escabullirse por la parte trasera de las gradas.
—Gracias —dijo devolviendo los prismáticos, y echó a correr para interceptarla a pesar de la llamada de Theodore que intento detenerle para pedirle explicaciones.
De alguna forma logró esquivar a la multitud y colarse entre las gradas también, una vez allí encontrar la alborotada melena castaña no fue difícil. Cuando alcanzó a Hermione, la chica se disponía a quemar las túnicas del profesor Snape con un fuego azulado en un tarro; John la apartó nada delicadamente, agarrándola fuerte por los brazos.
—Qué...
—Calla, no nos pueden ver aquí.
—Snape...
—No es él, seguramente estaba formulando un contra hechizo —afirmó sin ninguna prueba, rezando para no meter la pata.
—Era el único que...
—Quirrell también mantenía la mirada fija en Harry y murmuraba. Lo básico para una maldición... — "O un contrahechizo", añadió para sí.
Arrastró a la chica fuera a pesar de sus quejas, no quería hablar allí, a pesar del ruido exterior, estaban demasiado cerca del profesor.
—Aunque te crea, ¿qué hace menos sospechoso a Snape? —preguntó la chica nada más se alejaron del campo. En su mirada se veía que si John la soltaba volvería para acabar el trabajo.
—Ahora escúchame, Quirrell es un profesor nuevo. —Se estaba inventando la excusa sobre la marcha, así que hizo una pausa para atar cabos del todo. El hormigueo dentro de su cráneo no ayudaba, estaba cada vez más desbocado —. El profesor Snape lleva aquí años... ¿Quién es más probable que sea el malo? Por mucho que tenga un claro sesgo, ¿crees que tiraría a un alumno desde esa altura? —hizo una pausa y soltó a su amiga, escuchando el vitoreo de victoria de los leones a lo lejos.
—El profesor Quirrell no tiene aspecto de...
—Un hombre con miedo, tartamudo, que huele a ajo y no tiene sentido que sea profesor de una asignatura tan importante como Defensa contra las artes oscuras, no cuando claramente es un negado en ella... A mí me parece, sinceramente, más que sospechoso. — Debía halagarse por su agilidad mental, todo lo dicho era cierto.
Con eso se dio media vuelta para irse enfadado, pero la chica le agarro del brazo.
—Por qué yo debería desconfiar de Dumbledore, pero tú no de Snape, bien podría ser él.
—¿Tú me has hecho caso con Dumbledore?
—No.
—Pues entonces.
Se libró del agarre de Hermione bruscamente, volviendo con sus (probablemente descorazonados por el partido) amigos. Tenía frío de repente y se envolvió en la capa para mitigarlo. Su cabeza se sentía como una cafetera hirviendo, pero mientras se alejaba fue reculando la molestia al fin; aun así, intentó ignorarlo y atribuirlo al percance y a la temperatura del ambiente en sus oídos.
—¿No podía atragantarse con la maldita snitch al menos? —escuchó decir a Draco al acercarse.

Todos se levantaban ya para irse mientras los leones festejaban, el humor general de Slytherin parecía por los suelos.
—¿Qué me he perdido?
—Potter se ha estabilizado y casi se traga la snitch... Han ganado. —explicó deshinchado Theodore —. Estoy de acuerdo con que bien se podría haberse atragantado.
—Bueno, no decaigáis, la copa de la casa será nuestra, aunque hayan mejorado en el quiddich —señaló John haciendo ver que todo iba bien, aunque estaba bastante cabreado por dentro y seguía doliéndole algo la cabeza.
—Por cierto, ¿Dónde te habías metido? —pregunto Draco para su sorpresa.
—Si te lo explico no me creerás.
—Tenemos todo el día —dijo con una sonrisa lobuna Theodore —. Y no tiene pinta de ser aburrido, porque al rato se ha arreglado lo de Harry.
—Si queréis culpar a alguien de arreglar el sabotaje, yo creo que fue Snape.
Y con eso empezaron unas largas explicaciones, John iba a darles el voto de confianza, un poco por venganza a Hermione, un poco para inclinar la balanza hacia algún lado por una vez.

Tira por cordura: la piedra filosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora