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<<Harry... vete... por favor>>

Los ojos de Ginny lo miraban intensamente.

<<¡Vete Harry, ahora!>>

Una explosión de luz verde nubló la vista del moreno, quien despertó sobresaltado, con el oscuro cabello pegado a la frente por el sudor y la luz de la luna iluminando escasamente los objetos rotos. Otra vez su magia había hecho de las suyas.

Harry se frotó la cara con cansancio y dio un profundo suspiro. Abrio los ojos, y sabiendo que no podría volver a dormir, se levantó de la cama. Caminó hasta el baño mientras con un movimiento de mano restaurada los objetos rotos.

Se quedó recargado sobre el lavabo durante un momento, mirándose al espejo. La sombra bajo sus ojos indicaban que no había estado tomando sus pastillas para dormir y la cara chulada delataba su mala alimentación <<Hermione me matará si me ve así>> pensó con fastidio. Abrió la puerta que sostenía el espejo del bajo y sacó varias pociones: una revitalizante, otra para sus ojeras y una última para que la cicatriz en forma de rayo desapareciera.

Tomó una detrás de otra y se desnudó para meterse a la ducha. Dejó caer el agua fría por sus músculos, dejando que la piel se le ponga de gallina y un pequeño jadeo salga de sus labios. Comenzó a frotar su formado cuerpo de Auror, si, era verdad que las últimas dos semanas no había comido casi nada, pero es no hizo que perdiera mucha masa muscular. Además aprovechó que no tenía a Hermione a su lado exigiendole que comiera con su mirada. La castaña era la que más pendiente estaba de él, desde la muerte de Ginny, iba a comer diariamente a su oficina, sacando provecho de que los inefables trabajan cerca de los autores.

Terminó su baño y salió, nisiquiera se molestó en ponerse una toalla, solo salió del cuarto de baño y se secó con un encantamiento antes de ponerse su traje de auror.

Los rayos del sol ya comenzaban a asomarse sobre el mundo mágico y, notando eso, el moreno cerra la cortina con un giro de su muñeca.

Se sentó en su escritorio y tomó las carpetas del caso que le habían asignado, lo había leído tantas veces que ya se lo sabía de memoria, después de todo, era el único caso que le dieron antes de decidir que debía tomarse unas semanas libres, para bajar el estrés y que pudiera controlar mejor su magia.

Leyó de nuevo el archivo y luego tomó las notas que fue haciendo del plan que seguiría una vez se terminaran sus vacaciones.

Por fin llegaron las 7 a.m. y ya podía aparecerse a las afueras del ministerio para reportarse y comenzar a resolver el caso.

...

Mientras caminaba de nuevo a las chimeneas de red flu, una conocida voz lo llamó.

—¡Harry! —saludó la castaña al tiempo que lo apretada entre sus brazos, Harry no tuvo de otra que abrazarla desganadamente para que no quedara en ridículo—. Que bueno verte, quise ir a visitarte, pero estuve hasta arriba de trabajo —se explicó sonriendo.

—Si, no hay problema. Ya estoy mucho mejor, mi magia volvió a la normalidad —Hermione estiró su mano para acomodarle el cabello.

—Si, se te ve mucho mejor —afirmó, pero de pronto su sonrisa menguo levemente—. Sigues tomando esa poción... Harry sabes que...

—Perdón, Herms. Pero tengo un testigo que interrogar así que... —la interrumpió retrocediendo unos pasos hacia las red flu.

—Oh si, no hay problema. Nos vemos luego —lo despidió con una sonrisa que intercalada entre felicidad y tristeza.

Harry tomó rumbo a Azkaban.

En cuanto llegó, se ajustó la capa de auror al cuerpo, el lugar estaba increíblemente helado y sombrío, bueno, el moreno no sintió nada muy diferente a como era su vida diaria.

Cállate y obedece, Malfoy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora