Susan se sienta a reflexionar en el sillón frente a la chimenea en la posibilidad de contratar a alguien que vigile y mantenga a raya a los ladrones, entonces lo habla con su tío quien lee un diario al otro extremo de la sala. Quiere saber además por qué cuando llegó de su viaje no estaban los vigilantes que se habían puesto semanas atrás.
_Tu sabes sobrina, eran unos vagos y no iba a permitir que le pagaras dinero si se la pasaban perdiendo el tiempo en nada, lo menos que hacían era vigilar las haciendas, por eso tuve que despedirlos, espero tampoco me vayas a condenar por eso. Vigilo que no botes tu dinero—dice y vuelve la vista a su periódico.
—Di es así como.fices, no tengo por qué condenarte, hiciste lo correcto, pero no podemos estar sin vigilantes, mira lo que pasó en estas noches. No podemos exponernos—Luego de escuchar los argumentos de su sobrina se obstina en convencerla que él mismo puede cumplir con ese papel. Pero Susan insiste en que él necesita ayuda para atender los asuntos relacionados con la hacienda.
—Pues si insistes, yo puedo hablar con alguien que conozco para que me ayude y así podamos resguardar tus propiedades.—Te lo agradezco tío, hazlo lo antes posible por favor, no podré estar tranquila hasta que consigas a alguien que nos cuide _Le dice.
Días después una fuerte tormenta encierra a Susan en casa, admira desde el alféizar la fuerte lluvia que cae recia sobre los árboles circundantes, Hugo enciende las chimeneas, incluida la que está en la habitación de Susan. Ella le sonríe en gratitud, el frío es bárbaro pero a Susan le encanta mirar como cae la lluvia mientras se toma un té caliente para entrar en calor. Las ramas de los árboles se mueven bajando y alzándose como si fueran a salirse de su tronco, fuertes relámpagos alumbran el firmamento oscuro y truenos hacen sentir a Susan como una niña pequeña recordando que los relámpagos cuando era una niña la hacían querer estar entre las cobijas con papá y mamá en aquellas noches de invierno. Entonces se remonta a aquella noche donde llovía a cántaros y los relámpagos hacían que pareciera que un monstruo gigante estaba mirándola por la ventana. Él deslumbrar del rayo ayudado con las hojas del árbol dibujaban a un ser espeluznante y Susan recordó aquel cuento que le contó su abuelo del monstruo de la lluvia que se escondía bajo las camas , esa noche Susan corrió despavorida al cuarto de sus padres sin recordar que estaban en una reunión familiar dónde pasarían la noche y no regresarían hasta el otro día, la niñera dormía profundamente y Susan se encerró en el armario y solo fué sacada de allí al amanecer cuando sus padres llegaron, estaba pálida y fría la niñera estaba desolada al no encontrarla todo fué un caos tremendo. Susan sonríe recordando aquella ocasión... continua mirando por la ventana y el horizonte se muestra muy nublado , el frío ofrece un color blancusco que apenas deja ver el verdor de los árboles, el agua corre y desemboca en la cascada, Susan espera esta no se salga de su cuencas y causen alguna desfavorable inundación.
Mientras se cubre con su chal camina hasta la chimenea y mantiene sus manos cerca del fuego para calentarlas, al hacerlo piensa en Adam. ¿Cómo estará él? Ya debe estar por recibir carta. Quiere saber que piensa él de su última misiva dónde en el papel de Mary le pide que no venga a verla hasta que la guerra acabe. Empieza a recordar momentos inolvidables a su lado, sonríe plácida imaginando que Adam besa sus labios, con pasión y mucho romance. Susan se corrige por pensamientos tan inapropiados. Entonces Hugo entra.
—Señorita, toqué varias veces, pero no me atendía, perdone por entrar así—dice él de pie al lado de la puerta.
—¿Que sucede Hugo?— pregunta ella apenada por hacerlo esperar mientras fantaseaba. Solo espera que él no haya visto sus gestos ridículos mientras imaginaba que besaba a Adam.
—Es que la ventana de una de las habitaciones ha cedido, la fuerte lluvia ha roto los vidrios, todo está empapado—dice.
—Oh, cuánta agua, dígame cuál es por favor Hugo— le pide levantándose. Él sale de la habitación y ella lo sigue.
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A mi amada Mary.
Romancela señorita Susán Amelia Athens ha decidido separarse de su hermana Karen con quien vivía desde la muerte de su padre, de quien heredó una cuantiosa herencia, decidida a escapar de las mirillas y comidillas de todos, pues a sus escasos 28 años s...