Esporas

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Eran exactamente las ocho de la mañana y Judai sintió como un rayo de luz golpeaba sus ojos. Incómodo, se cubrió con la manta la cual fue arrebatada en segundos.

–Vamos, Judai. Debemos ir a hablar con la amiga de la señora Yamada.

–Es muy temprano...

Se quejó adormecido mientras Johan se sentaba a su lado.

–Así es el mundo agrícola. Seguramente ella debe estar en pie desde las cinco de la madrugada.

Judai bajó la manta mientras lo observaba con uno de sus ojos abierto.

–¿Quieres hacerme sentir mal?

–Solo digo la realidad... Ella es una mujer de esfuerzo.

–Johan...

–¿Sí?

–Déjame dormir.

Dijo mientras se envolvía en la manta. Johan hizo una mueca de disgusto mientras bajaba a desayunar.

Eran pasada las doce del día cuando el castaño despertó. Vio la claridad en la ventana mientras buscaba su ropa.

Salió corriendo mientras buscaba a Johan. Tenía miedo de que aquel hombre se hubiera perdido, corrió hasta los lugares que podrían ser de su interés.
Un hombre le indicó que lo había visto hace solo unos minutos y Judai fue deprisa a encontrarlo.
Bajó por unas escaleras donde vio a Johan debajo de estas.

–¿Qué haces ahí?

Preguntó aún asustado mientras Johan le indicaba que se pusiera a su lado. El castaño obedeció mientras veía un hermoso diente de león.

–Es hermoso. Cuando niño había un lugar lleno de ellos y siempre iba a correr cuando ya solo eran esporas. Los señores Yamada me dijeron que de ese lugar provenían sus dientes de león.-Sonrió travieso mientras continuaba.–No lo recuerdo ya que solo venía de visita, pero si es cierto, me hace sentir un poco extraño ya que hice que muchas esporas fueran a llegar a otros lugares.

–¿Podemos ir?

Preguntó entusiasmado el extranjero mientras Judai mostraba un gesto triste y asentía.

Al llegar. El lugar estaba cerrado con un cartel que mostraba el lugar como vendido. De inmediato Johan observó a Judai mientras éste le contaba que el lugar había sido puesto en venta por el antiguo alcalde del pueblo y nadie sabía nada más al respecto, ni siquiera quien era el dueño y que planeaban hacer en el lugar.
Luego de escuchar eso, de inmediato Johan tomó una fotografía y le indicó a Judai que haría todo lo posible para saber que sucedió.
El castaño agradeció triste mientras le indicaba que ya era hora de comer.

Pasado un día de eso, Judai se encontraba en su trabajo cuando notó que algunas flores estaban brotando. Se sorprendió ya que no era la temporada y además, más de algunas estaban marchitas.
Aún así estaba feliz. El local se veía hermoso con más colores y pronto quiso informarle de esto a Johan. Se encontraba escribiendo su mensaje cuando se detuvo.

–¿Por qué a él le interesaría algo así?

Se preguntó divertido mientras borraba el mensaje. Después de todo, la dueña de la tienda se lo informaría.
Observó su teléfono unos segundos y finalmente le contó sobre aquello. A los segundos recibió como respuesta un bello mensaje.
El rostro de Judai brilló con esa sonrisa al igual como las flores se llenaban de vivos colores.
Más tarde recibió la visita de Johan mientras éste alegre veía las flores, las cuales unas cuántas más habían florecido.

–Es increíble. ¿Cómo lo hiciste?

Preguntó entusiasmado Johan mientras solo apartaba la vista para ver la mayor cantidad de flores.

–No hice nada. Ellas solas lo hicieron.

–Claro que no. Tú tuviste que ver también. ¡Debes cuidar de maravilla! Cuando me enferme, te pediré a ti que me cuides.

Soltó con una sonrisa y mirada traviesa para luego volver a ver las flores.
Judai estaba inmóvil, mientras veía al de cabellos turquesas tomando algunas fotografías.

–Cierto, Judai. Tomemos una fotografía aquí con las flores.

–Que saliéramos nosotros en ella no es relevante.

–Para mi sí.

Judai pestañeó de forma lenta mientras veía a Johan bajar la vista tímido observando su cámara.
El castaño se acercó mientras posaba sus manos sobre las manos ajenas. Ambos se observaron tímidos; mientras sus ojos mostraban cierto brillo.
Sus labios se presionaron contra los otros y poco a poco comenzaban aceptarse, sus bocas se abrieron un poco, aceptando todo el deseo puro que se tenían en su “simple gustar”. La cámara de Johan cayó mientras comenzaba a abrazar la cintura de Judai y así atraerlo más a él.
Luego de unos minutos que en realidad para ambos pareciera que solo fueron segundos en que disfrutaron ese beso, se separaron ante la sospecha de Judai de que podría recibir nuevos clientes.

–Lo siento.-Susurró Johan mientras tomaba su cámara.–Quizás debería irme.

–Lo que acaba de suceder...

–Lamento si fue desagradable. Yo... ¡En verdad lo lamento!

Se disculpó mientras huía del lugar.
Judai sólo se quedó con las palabras en la boca mientras comenzaba a tocar su rostro, ante la sospecha de que había quedado en verdad cohibido por la situación.

–No fue desagradable. Para nada.

Susurró mientras soltaba una pequeña sonrisa de genuina felicidad.

A pesar de la incomodidad de esa tarde, esa noche ambos pasearon por el largo camino que llevaba al hogar de Judai. El firmamento era hermoso y ambos se quedaron contemplándolo, mientras hablaban, o se observaban de vez en cuando sin nada más que decirse por segundos, cómodos con el silencio y la mirada del otro.
No querían separarse pero el castaño no quería que el camino se volviera más obscuro para Johan, así que no pudo acompañar del todo a ese dulce hombre de cabello de dos tonalidades que tanto le estaba comenzando a fascinar.
Aún ante sus protestas de acompañarlo un poco más, Johan sólo se quedó hasta que vio a Judai desaparecer en la obscuridad en su camino a casa.

Mientras trataba de quedarse dormido. Johan comenzó a pensar en lo mucho que disfruto ese beso y esperaba que la experiencia se repitiera, pero sabía que no sucedería nuevamente de esa forma espontánea. Así que solo trató de dormir rápidamente para que al siguiente día pudiera con emoción volver a ver a Judai tan hermosamente como las flores.

Flores de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora