Crisantemo rosa

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Johan se encontraba en uno de los lugares de construcción. Le tomó una fotografía cuando vio como el jefe de obra se acercaba a él.

—Soy Johan Andersen.

Dijo de inmediato mientras extendía su mano y acomodaba su cámara en su hombro.

—Sí, como digas. ¿Eres el periodista que envió el jefe? Este edificio será en verdad grande.

Dijo soberbio mientras observaba lo que se encontraba construido.

—Supongo que ahora iré al siguiente edificio en construcción...

—¿Qué? ¿No me vas a entrevistar?

—Bueno... Unas palabras tal vez.

El hombre le indicó la oficina mientras Johan lo seguía.

“…”

Judai se encontraba en la estación mientras balanceaba sus pies en forma de juego.
Sintió unos pasos que lo hizo levantar la vista.

—¿Tu tren llegó hace mucho?

—No.

—Bien... Este... ¿Qué quieres hacer? Ya es de noche así que...

—Vamos al lugar de construcción donde estaban los dientes de león.

—Bien... Pero ¿Eso no te haría daño? ¿Qué tal si mejor vamos a visitar a–.

—No.

Dijo decidido el castaño mientras comenzaba a caminar en esa dirección.

Estaban en el lugar cuando sin aviso Judai entró sobresaltando a Johan.

—¿Qué harás? No sé si hay cámaras en este lugar.

—Johan... No hay mucho que hacer. Tenía un bello recuerdo de este lugar, y así quedará. Mi recuerdo no va a desaparecer.

Johan escuchaba atento mientras Judai se daba la vuelta para irse.

—Muchas personas estaban de acuerdo con las construcciones, porque así tenían más empleo... Solo estaba siendo egoísta y pensaba en mí.

—No solo en ti. También pienso que es horrible que arruinen este lugar.

El nipón sonrió.

—¿Pero que tendrán los demás? ¿Por qué los hijos de la mayoría de los habitantes se mudaron a la ciudad después de cumplir la mayoría de edad?

Johan bajó la vista apenado al igual que Judai.

El europeo se alarmó cuando el castaño tomó su mano para guiarlo a un lugar.

Durante todo el camino se sentía tan cálido. Quería abrazarlo y decirle que aún lo amaba con la misma intensidad de siempre.
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando vio la florería.

Ambos observaron un sin fin de flores marchitas.

—¿Qué sucedió?

Preguntó Johan en verdad preocupado.

—Nada... Solo son flores de invierno.

—¿Qué?

Judai bajó la vista mientras empujaba débilmente a Johan por la espalda.

—Pideles que te den alojo por esta noche. Estoy seguro que aceptaran.

Johan observó con sus labios levemente separados como Judai se marchaba a paso lento.

Flores de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora