Flores de invierno

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Judai observaba con tristeza las flores que había cuidado. Había pasado varios días del festival pero en el último día las flores parecía que habían perdido su brillo. Y en el estado que se encontraban ahora, sería imposible venderlas.
Estaba devastado, se sentó en el suelo mientras cubría sus ojos con la palma de sus manos, sintió un ligero toque en su hombro, que lo obligó a ver hacia arriba.

—¿Qué... Qué hice mal? Las flores estaban bien y no falta mucho para atender al público.

—Nunca se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi esposo. Pero mi florería tiene un secreto.

—¿Cuál?

Preguntó triste mientras la anciana sonreía con ternura.

—Quien cuide el lugar debe estar repleto de amor. Las flores en su mayoría se ven como símbolos de los enamorados, así que sin estarlo, el lugar no permite a las flores brillar.

—Eso es imposible... Es imposible que eso suceda.

—Tampoco lo creí en un principio. Pero las flores fueron hermosas durante mi juventud; cuando me casé, cuando nacieron mis hijos... ¿No sucedió lo mismo cuando conociste a Johan?

Judai frunció el ceño mientras trataba de convencerse de lo que acababa de escuchar.
Se levantó deprisa mientras tomaba su bolso y se dirigía a la puerta.

—Entonces no puedo seguir trabajando aquí. Yo ya no amo a Johan. Busque a alguien que pueda hacer florecer nuevamente las flores.

La mujer observó con tristeza la entrada para luego ver las flores marchitas.

—Puede que sea cierto.

Susurró mientras cerraba los ojos.

Judai se encontraba caminando molesto para luego suavizar su rostro y dejar caer unas cuantas lágrimas.
Estaba triste y solitario.
No quería despedirse de aquel matrimonio que tantos tiempo le había ayudado, pero no quería arruinar aquellas flores que todos amaban.
Así como tampoco quería decirle adiós a Johan. Pero el otro lo había traicionado... Aunque sabía que no podía hacer nada, así como ninguno de los dos podía hacer algo para evitar lo que sucedería en aquel lugar.
Limpió rápido sus lágrimas mientras se dirigía a casa.

Johan se encontraba en la oficina mientras rayaba sin sentido su libreta. Sus compañeros lo felicitaban por su ascenso, ahora no era necesario que hiciera reportajes tomando fotografías, podía hacer entrevistas directamente con solo llamar y agendar una cita. Así que no hacía mucho durante el día y tampoco es como si tuviera.
El día que se marchó solo algunos habitantes lo despidieron, donde claramente Judai no estaba.
Suspiró mientras marcaba a su número otra vez y recibir una vez más una voz de una mujer diciendo que el número no se encontraba disponible.

Había pasado un tiempo y Johan negaba nuevamente ir a aquel lugar donde ahora se encontraban construyendo enormes edificios.
Pero su jefe insistía en que fuera para hacer un reportaje sobre las nuevas construcciones.
Aunque se resistió e intentó que alguien más fuera, su jefe pagó su pasaje en tren.
Se encontraba esperando en la estación cuando vio a Judai bajando con algunas maletas.

—Ju... ¡Judai!

Gritó emocionado mientras corría hacía el castaño, quién lo observaba sin expresión.

—¿Qué haces aquí?

—Dije que cuando estaría listo volvería a la ciudad... No tengo mucho que hacer allá.

—Pero... ¿Y la señora Yamada y su esposo?

Judai bajó la vista mientras levantaba la manija de su maleta.

—Están bien. Al menos la florería aún existe.

—Umh... ¿Han iniciado algunas cosas?

Preguntó con duda mientras Judai suspiraba.

—El ruido es muy molesto... Pero es peor que estén destruyendo tanto...

—Lo siento... En verdad no es como que supiera de antes. Me había enterado esa misma tarde, solo le dije a mi jefe sobre lo que sucedía.

Judai bajó la mirada mientras golpeaba la manija de la maleta con la palma de su mano.
Luego observó a Johan quien se veía en verdad arrepentido.

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