Flores perplejas

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Ese día decidió ayudar con los quehaceres del hogar al matrimonio que le estaba prestándole abrigo. La pareja de ancianos veía como Johan se movía de un lado a otro, muchas veces diciéndole que no era necesario, pero él se negaba.

–¿Estás evitando algo?

Preguntó la mujer mientras Johan dejaba las cosas donde estaban.

–No. ¿Qué estaría evitando?

–Tu amor por nuestro chico.

Johan inclinó ligeramente la cabeza mientras analizaba las palabras del hombre. Era claro que no podía estar refiriéndose a sus hijos, así que solo podría estar hablando de...

–¿¡Judai!?

Gritó alarmandose a él mismo por ese tono de voz.

–En realidad, ya lo sabíamos.

Dijo divertida la mujer mientras Johan observaba confundido.

–¿Cómo? Es decir, ¿qué saben?

Preguntó con incomodidad.

–Cuándo realizaste la entrevista. Hablaste tan bien de Judai y bueno... Nosotros lo queremos y queremos lo mejor para él. Y qué mejor que un amor tan inocente y recíproco como el de ustedes.

–Nosotros no...

Johan no pudo continuar. El matrimonio lo observaba, ellos ya lo sabían y él tenía que decirle a Judai, o más bien, convencerse de lo que sentía por aquel castaño.

Para distraerse de aquella conversación, decidió ver las fotografías y entrevistas que tenía por el momento. Comenzó a examinarlas mientras veía como su trabajo estaba casi terminado, unas cuantas preguntas más y listo. Frunció el ceño mientras recordaba lo que Judai le había enseñado, esta vez en solitario decidió explorar más el lugar, no quería que las personas solo aceptaran que destruyeran aquel lugar o lo que fuese que quería hacer la persona que compró aquel enorme terreno.

Tomó su bolso con su cámara, libreta y lápiz dentro. Salió del hogar mientras veía de forma fugaz la florería, entre las ventanas pudo ver a Judai anotando algo, se quedó absorto para luego regalarle una de las tantas sonrisas que el nipón amaba, aún cuando éste no lo había visto.

Hizo preguntas al montón pero nadie sabía con seguridad. Su libreta se llenó de palabras sueltas y algunas contradiciendose.
Rascó su cabellera con la pluma mientras pensaba cómo solucionar aquel problema, si todo era legal, no podría hacer nada pero en cambio si era lo contrario podría ayudar a Judai y también a los jefes de éste.

Se encontraba en la habitación mientras leía nuevamente todo. Su teléfono comenzó a sonar y contestó de inmediato tras ver de que se trataba de su jefe.

–¿Cómo va el reportaje?

–Ah... Sí, bien.

–¿Sucedió algo?

–Nada, nada.-Respondió entre risas.

–Bien, porque sabes que debes entregarme ese reportaje antes del plazo que te di si quieres verlo en la revista.

Al contrario de Johan. El hombre habló molesto. Haciendo al novato periodista responder en un suspiro.

–Lo sé...

La llamada finalizó y solo se quedó con un rostro triste. No tenía mucho tiempo para quedarse con Judai y saber lo que en verdad había sucedido. Sus ánimos bajaron abruptamente, después de todo, ¿qué podría hacer un novato como él?

La puerta sonó, mientras una voz femenina lo invitaba a cenar.

Durante la cena no pudo evitar pensar en el poco tiempo que disponía al lado de Judai.
La pareja de adultos mayores lo observaban entusiasmado.

Flores de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora