Flores brillantes

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Todo transcurría en ese pequeño lugar para los ojos de los habitantes. Rodeado de césped verde y agua clara. Las casas eran pequeñas pero acogedoras. En ese lugar había una florería, la dueña al ser de muy avanzada edad, decidió contratar a un empleado que se encargara de la tienda durante todo el día.
Judai observaba las flores que poco a poco comenzaban a marchitarse. Era extraño, ya que el cuidado y los fertilizantes debían ser suficientes para hacerlas mantener fuertes y vivas.

El esposo de la dueña de la florería iba de vez en cuando a la ciudad a vender algunas flores. Pero en cuanto Judai le explicó la situación, la pareja de ancianos quedaron devastados. Pero el castaño se comprometió a hacer todo lo posible para que el negocio volviera a su curso de siempre.

Se encontraba en uno de los asientos de la estación, esperando a que el tren llegara para comprar algunas cosas en la ciudad.
Una vez de regreso, comenzó a cuidar las flores y hacer algunos arreglos. Todo estaba igual; el sonido de la campana sobre la puerta sonó, anunciando un nuevo cliente.
Fue a atenderlo deprisa mientras se sonrojaba de inmediato. Creía en el amor a primera vista, lo sabía desde que se enamoraba de las flores y las nuevas que florecían, pero ahora era distinto, quedó en verdad cautivado con las presencia de ese desconocido.

–Es una tienda muy hermosa.

Dijo mientras veía cada rincón.

–Gracias.

Soltó de inmediato mientras el otro sonreía.

–Me llamo Johan.-Se presentó mientras sacaba una tarjeta de su bolso.–Soy un periodista novato aún pero quiero hacer un reportaje sobre este pueblo. Escuché que la mayoría de los productos de la ciudad vienen de aquí y quiero saberlo todo.

–Oh... Eso suena bien.

–¿Podrías responderme algunas preguntas?

–Bueno... No soy el dueño de esta tienda. Solo soy un empleado. La pareja de ancianos que vive al lado son los propietarios.

–Entiendo. Pero tú pasas la mayor parte del día aquí. Quiero que me hables sobre las flores y todos lo que sepas sobre ellas... ¿Cómo se llaman estas? Mi madre me las obsequio por mi graduación pero nunca supe su nombre.

–Son Magnolias. Son hermosas y puras.

–Sí. Oh cierto. Aún no sé tú nombre.

–Soy Judai. Espero verte pronto.

Respondió tratando de sonar amable y no como alguien que en verdad deseaba verlo nuevamente frecuentando la florería.

–Claro, me vendré a despedir luego de la entrevista.

El castaño asintió mientras recibía como respuesta una cálida sonrisa.

Luego de que Johan abandonara el lugar. Judai no dejaba de mantener una bella sonrisa en su rostro. No sabía cómo solo la llegada de alguien le había hecho sentir que ese era el mejor día de todos. Su vida monótona podría cambiar si seguía en contacto con aquel chico que por su nombre, deducía que era extranjero.

Las horas pasaron y Judai comenzaba a creer que las palabras de Johan habían sido falsas. Ya era el atardecer y debía cerrar la tienda.
Salió desanimado mientras su empleadora lo llamaba.

–Judai, ¿no quieres cenar con nosotros?

–Tal vez otro día... Hoy estoy agotado.

–¿En serio? Es una pena. Hice un riquísimo curry.

El castaño sonrió aún cabizbajo y terminó aceptando la invitación.
Sabía que la pareja al tener a sus hijos en la ciudad, de vez en cuando querían más compañía con ellos.

Entró a la vivienda mientras saludaba al esposo de la mujer y al pequeño perro que tenía el matrimonio.
Se sentaron a comer cuando alguien golpeó la puerta.

–Ya está aquí.

Habló emocionada mientras Judai se preguntaba a quien más esperaban.
Su sonrojo fue notorio cuando vio a Johan entrando al comedor.

–Este joven fue tan amigable que tuve que invitarlo a cenar.-Habló como si Judai le hubiera dicho su duda.–Por cierto, tiene tú misma edad.

Terminó por decir de forma coqueta, haciendo sonrojar aún más a Judai.

–Eso es genial.-Soltó un poco incómodo.–Alguien tan joven teniendo un empleo que te permite ir a muchos lugares.

Trató de sonar calmado mientras Johan también se avergonzaba.

–Sí. Éste sólo es el viaje a muchos más, y más grandes. ¿Cuántas personas entrevistaste ya?

–Bueno, aún me falta mucho para tener viajes a otros países y lugares. Solo espero que acepten bien mi trabajo.-Corrigió algo apenado.–Seis personas, incluyendo a ustedes.

–Aún faltan muchas personas y muchos trabajos interesantes. Cómo el de mi amiga Kiyoko. Ella es una excelente agricultora.

–Tal vez mañana podrías indicarle a Johan donde es, Judai.

Habló el hombre mayor mientras Judai de forma inconsciente negaba.

–Debo trabajar.

–Ten un descanso. De todos modos aún las flores no se recuperan.

–Eso es triste. ¿No hay forma de hacer que florezcan saludables?

Preguntó Johan con tristeza.

La pareja de ancianos se observó mientras negaban.

–Solo hay que esperar.

–Solo hay que esperar.

Susurró también el castaño mientras el otro invitado bajaba la vista apenado mientras comenzaban a cenar.

Mientras comían, hablaban de cosas espontáneas, pero Johan no esperaba la invitación que aquel matrimonio le hacía.

–Por cierto. Aún conservamos la habitación de nuestros hijos impecables. ¿Por qué no pasan la noche aquí?

–¿Yo también?

Preguntó ingenuo Judai mientras la pareja asentía.

–Umnh... Bueno, así podríamos ir temprano a entrevistar a más personas.

–¡Esa es la idea!

Gritó entusiasmado el anciano mientras Johan reía divertido.
Judai observó al hombre que acababa de conocer ese día. Su rostro sonriente sería algo que guardia por siempre en sus recuerdos.

Durante la noche, ambos hombres decidieron conocerse aún más. Hablaron hasta altas horas de la madrugada mientras reían bajito como si fueran unos niños que podrían ser regañados por sus padres en cualquier momento.

Flores de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora