Flores cálidas

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A la mañana siguiente se encontraba tomando desayuno mientras la pareja de ancianos llegaba y veía todo listo en la mesa.

—¡Oh! No te hubieras molestado.

Dijo conmovida la mujer mientras Johan negaba.

—Es lo menos que puedo hacer... Lamento que la mayoría de sus flores se perdieran por el invierno.

El matrimonio lo observó con duda pero luego la cónyuge entró en cuenta.

—Oh... Eso es algo que no se podía prevenir... ¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo luego.

Johan se encontraba confundido y muy curioso, así que aceptó.

Luego de tener todo listo la mujer le indicó que caminaran un momento.

Habían pasado largos minutos en silencio, caminando pacíficamente sin rumbo.

—Umh... ¿Señora Yamada?

—¿Sí?

—¿Qué quería decirme?

—Es triste... ¿Cierto? Algunos amamos este lugar.

Johan asintió.

—Al igual cuando alguien nos amaba y ya no siente lo mismo.

—¿Lo dice por Judai?-Sonrió sin ganas.—Sé que él ya no me ama.

—Mis flores no se marchitaron por el invierno. Le expliqué hace un tiempo a Judai que mis flores eran especiales y florecen más hermosas por el amor de las personas que las cuidan.

—¿Es eso posible?

—Lo has visto tu mismo. Mi esposo y yo ya no podemos cuidar como antes las flores, lo hacemos de vez en cuando pero al parecer las flores se acostumbraron a su amor.

Dijo sonriente.

—Aún amo a Judai.

Confesó triste mientras la mujer le indicaba que regresaran a casa.

Al llegar entraron a la florería y la mujer escogió cuidadosamente unas débiles Gerberas que le entregó a Johan.

—Podrás saber si Judai volvió a amarte cuando estás Gerberas estén llenas de color otra vez.

—Pero...

—Confía en mí.

Johan asintió mientras aceptaba el florero con aquellas flores a punto de marchitarse.

Judai se encontraba en su hogar guardando algunas decoraciones y utensilios que había dejado.
Golpearon a la puerta y fue de inmediato encontrándose con su antigua jefa, quién lo regaño por no haberlos ido a saludar la noche anterior.

—Es increíble que te vayas... Tenía la esperanza de que te hicieras cargo de la florería en un futuro.

Judai le recordó con ternura que sus hijos debían hacerlo. A lo cual la mujer negó diciendo que él era el único que podría hacerlo.

—Por cierto, Judai. ¿No te gustaría ir a cenar con nosotros?

—No... No puedo.

—Johan no fue responsable de esto.

Dijo dulce mientras tomaba su mano de forma comprensiva.

—Lo sé... Pero no puedo volver a amarlo como si nada. Aún me duele que él no me lo dijera, sé que de todos modos no podemos hacer algo para evitarlo, pero...

—Entiendo. Solo tu sabrás cuando estés listo para perdonarlo.

—Puedo perdonarlo ahora. Lo que no puedo es volver a amarlo.

Dijo verdaderamente dolido por sus propias palabras.

—Judai...

—¿Qué debo hacer?-Preguntó entre llantos.—Quiero volver a amarlo, pero no puedo. Mis sentimientos no responden.

Cubrió sus ojos con las palmas de sus manos mientras recibía una maternal caricia en su cabellera.

Johan se encontraba preparando la cena. Sentía que estaba en deuda con aquel matrimonio que lo recibía sin más.
Había decidido que después de cenar los tres se marcharía nuevamente a la ciudad.

Estaba terminando de poner la mesa cuando llegó Judai algo apenado.

—Judai se marcha mañana temprano. Así que vamos a hacer una última cena familiar.

Dijo en una sonrisa melancólica la dueña de casa.

Los cuatro cenaron tranquilo mientras bromeaban.

Al finalizar Johan indicó que se iría esa misma noche. Mostrando una expresión de preocupación en Judai. Quién observó al matrimonio y le indicaron sutilmente que hablara con él.

Johan tomó su bolso y las Gerberas que le habían sido obsequiada ese día.
Judai las observó algo preocupado mientras se ofrecía a sostenerlas.

Caminaron en silencio hasta la estación.
Mientras esperaban Judai sintió un cálido toque en sus fríos nudillos.

Flores de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora