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-Vamos inténtalo – le dijo Pandora un par de noches después – no pasa nada puedes usar la varita. Estamos practicando todavía.

No habían podido avanzar mucho la noche en que Pandora le contó su paso por Durmstrang así que tenían que ponerse las pilas y recuperar el tiempo perdido.

Draco no quería admitirlo, pero en el fondo le aterraba no estar a la altura o saber menos que ella. Tenía grabado a fuego en sus recuerdos cómo su padre se había mofado de él porque Hermione sacaba mejores notas que él...

-Es prácticamente imposible que falles si me miras a los ojos – añadió tratando de convencerle. Pero Draco no estaba muy seguro de que eso fuese a servirle de mucha ayuda. Al contrario, solo iba ponerle más nervioso. – venga. Uno, dos, tres.

Draco cogió aire y la apuntó con la varita. Clavó sus ojos en los de Pandora y sintió como caía en ellos antes de haber pronunciado una sola palabra.

- ¡Legeremens! – dijo.

Entró en la mente de Pandora y observó a en su interior. Trató de recorrerla, pero mirara donde mirara todas las puertas parecían estar cerradas. El blanco era cegador. Empezó a dar vueltas, pero todo seguía igual. No le daba la impresión de que ella se estuviera resistiendo mucho. ¿Qué quería decir eso? Después de varios intentos salió de su cabeza más afligido de lo que había entrado.

Pandora seguía a escasos centímetros de él mirándole fijamente.

- ¿Y bien? – le preguntó.

-Nada – respondió él.

-Exacto – dijo Pandora como si eso fuera exactamente lo que esperaba que le respondiera.

- ¿Qué quieres decir? – dijo Draco.

-Eso es exactamente lo que vi la primera vez que intenté leerte la mente. – dijo ella esperando que lo entendiera.

-Creo que no te sigo... – respondió Draco desanimado.

- Imagina por un momento que eres el señor tenebroso y quieres entrar en mi cabeza. ¿Qué te sugiere que mi mente esté así de vacía? – le preguntó ella.

- ¿Qué te estás protegiendo de mí? – supuso Draco.

-Eso es – contestó asintiendo – pero, ¿te ha resultado creíble? – arqueó una ceja.

Draco empezaba a comprender por donde iba Pandora.

-No – dijo – supongo que no.

-Porque no lo es – sentenció ella – nadie tiene la mente así de forma natural. Digamos que es un bueno comienzo; es un buen cortafuego y puede servir para protegerte de alguien que no sea un experto en legeremancia, pero alguien que la domine enseguida se daría cuenta de que te estás protegiendo deliberadamente.

Si bien la oclumancia consistía en cerrar la mente contra la legeremancia para impedir el acceso a los pensamientos y a los sentimientos, la mente no funciona exactamente como un interruptor. No es posible encenderla y apagarla entera y de golpe de forma natural. Pandora trató de explicarle a Draco que por dentro era como si sus cabezas tuvieran un montón de capas y circuitos que conectaban entre sí y que era de ese modo como, por ejemplo, un recuerdo podía despertar un determinado sentimiento y así sucesivamente.

- ¿Quién te enseñó? – le preguntó Pandora.

-Mi tía – dijo Draco – pero no tuvimos mucho tiempo para practicar y no es precisamente la persona más paciente del mundo que digamos... Así que hago lo que puedo.

El juramento inquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora