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Draco esperó pacientemente a que su madre despertara. Después de desmayarse, a Narcissa todavía le quedaron fuerzas para suplicar que no avisaran a nadie. De modo que, entre Konky y Draco la llevaron a sus aposentos y la asistieron lo mejor que pudieron hasta que finalmente se repuso y pudo descansar.

Draco echó al elfo de la habitación en cuanto confirmó que su madre estaba bien para poder hablar con ella cuando despertase.

Narcissa Malfoy amaneció aquella mañana exhausta y aturdida. Los acontecimientos de la noche anterior la habían sacudido de forma inimaginable. Todo su mundo; todo por cuanto había luchado se desmoronó en cuanto vio que Draco había descubierto la verdad. Y, aunque por un segundo aquello había eliminado los millones de toneladas de culpa que se apilaban sobre ella, volvió a sentirse igual de pesada al pensar en cómo iba a responder las preguntas y dudas de su hijo. En cómo iba a mirarle a los ojos y darle contestación.

La madre de Draco se incorporó suavemente sobre sus almohadones con funda de seda.

-Madre – dijo Draco dándose la vuelta al oírla y acercándose un poco - ¿Cómo te encuentras?

Pero Narcissa no respondió. Se limitó a suspirar, como si con un suspiro pudiese comprar algo de tiempo para prepararse.

-Regresaré a Hogwarts en dos días – musitó su hijo – tenemos que...

-Hablar. – continuó su madre apenas sin mirarlo – Draco... - añadió mirándolo esta vez – ojalá hubiese una forma de hacer que olvidases lo que has visto.

- ¿Olvidarlo? – preguntó Draco con la voz rota.

En ese preciso instante la señora Malfoy supo que le gustase o no la idea, iba a tener que abrirse a su hijo y empezar a contarle la historia desde el principio.

-Ven – dijo Narcissa alargando su brazo hacia él.

Draco dudó un instante, pero se acercó a su madre.

-Tal vez deberíamos hablar en otra parte madre – dijo – no creo que sea seguro hacerlo aquí – añadió refiriéndose a la mansión.

-Oh mi pequeño – dijo ella mientras le acariciaba la mejilla con sus finos y largos dedos – no existen ya los lugares seguros.

Draco ayudó a su madre a levantarse de la cama y a vestirse. Tras una taza de poción revitalizante el aspecto de Narcissa mejoró considerablemente y, poco a poco, fue recuperando la energía.

Salieron de la mansión y se adentraron en los extensos terrenos adyacentes. Madre e hijo los recorrieron con la mirada. Eran una triste sombra de lo majestuosos que en su día fueron. No había más que hierbajos secos donde años atrás se extendían la más verde vegetación y las flores más hermosas.

- ¿Te importaría? – preguntó Narcissa mientras señalaba el brazo de Draco. Ni si quiera las pociones mágicas obraban milagros con la pena del corazón.

Draco miró a su madre y pese a que la confusión, la ira y las dudas se habían apoderado de él, seguía siendo su familia. Había pocas cosas sagradas para el hijo de los Malfoy y su madre era una de ellas. Así que, educadamente extendió su brazo para que Narcissa pudiera apoyarse en él y continuaron caminando en silencio como si ninguno de los dos se atreviese a empezar aquella incómoda charla.

Anduvieron un buen rato hasta que su madre rompió el incómodo silencio.

-Draco... - susurró.

- ¿Por qué? – fue todo lo que Draco preguntó con la mirada perdida en el horizonte hasta donde sus ojos alcanzaban.

-Para cuando lo descubrí era demasiado tarde – respondió su madre – ya no tenía sentido contártelo. Yo...

- ¿No tenía sentido contarme la verdad? – le espetó Draco de malas maneras. Narcissa lo miró sorprendido. No estaba en su naturaleza ser descortés con ella, pero no iba a culparlo por ello en esa ocasión.

-Sé que no es excusa – dijo ella – pero tu padre y yo crecimos en dos familias que creían ciegamente en la pureza de sangre y así nos criaron. Esos fueron los valores que nos inculcaron. – vio que Draco abrió la boca, pero no le dejó proseguir - No vamos a discutir si eran correctos o no, pero, eso fue lo que nos enseñaron. No te voy a mentir hijo, no vi nada de malo en sentirme superior en algo hasta que tu padre entró en Azkaban y tú fuiste elegido.

El aplomo y la serenidad con los que Narcissa hablaba daban verdadero miedo dadas las circunstancias, pero no había rastro de mentira en sus palabras en aquella ocasión. Ni si quiera reaccionó cuando su hermana mató a su primo Sirius Back. Tal vez era un mecanismo de defensa que había desarrollado a lo largo de los años. Tal vez su corazón estaba hecho de hielo para cualquiera que no fueran Lucius o Draco. Pero supo que Bellatrix cruzó una línea sin retorno el día que lo mató en el ministerio.

-Tú eres un Malfoy, pero los Black – dijo cogiendo aire, como si necesitase fuerza para abrir ese capítulo a su hijo – los Black son algo totalmente distinto -sacudió la mano que le quedaba libre en negativa - bueno, en realidad ya conoces a tu tía Bellatrix – suspiró y Draco atisbó algo de vergüenza en el gesto de su madre.


El juramento inquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora