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-Puedo esconderte tan bien como puedas imaginar. A ti y a tu madre. – dijo Dumbledore – Puedo mandar a alguien de la orden esta misma noche para que vayan a buscarla. Tú padre, de momento está a salvo en Azkaban, pero llegado el momento, podemos ofrecerle protección también.

-Así que debo esconderme como una rata – se lamentó Draco al escuchar aquello.

-No creo que enfrentarte a Voldemort vaya a llevarte muy lejos Draco – le advirtió el director.

- ¡Estoy harto de esconderme! – vociferó Malfoy. – Harto de fingir ser alguien que no quiero ser en realidad. Harto de todo lo que ha causado...

-Esto es la guerra hijo... - trató de consolarlo Dumbledore.

-Y quiero luchar – anunció Draco – contra él – había algo distinto en su mirada que Dumbledore no supo interpretar. Despertar. Ira. Rabia. Frustración. Valentía.

-Por desgracia, las guerras requieren planificación y cada soldado tiene su posición. Para que esto salga bien y puedas salvar a tu familia, la tuya no está en el frente. Pero eso no la hace una posición inferior; solo distinta. Y muy necesaria. Que te escondas, que no me mates aquí esta noche, puede cambiar el curso de los acontecimientos y del resto de tu vida Draco.

Draco se dejó envolver por la idea. Podía intentar conjurar la maldición asesina o podía escoger otro camino; otra vida. Salvar la de su familia para luego luchar su propia guerra contra sus ideales.

-Entiendo que lo que te propongo cambia todos tus planes, pero Draco – dijo dulcemente – necesito que entiendas que no vas a gozar de inmunidad o de privilegio si terminas con mi vida. Será efímero. Siempre te va a pedir más y nunca será suficiente. No vale la pena vivir esta clase de vida.

-Cuando me dieron esto – susurró Malfoy arremangándose la manga de la camisa y enseñándole por primera vez su marca a Dumbledore – me hicieron creer que iba a ser un héroe.

-Ya veo... - dijo Albus observando su antebrazo marcado – Pero lo cierto es que en una guerra no hay ni héroes ni villanos Draco. – vio que le miraba confundido – Si me mataras aquí; ahora. Serías el héroe de algunos y el villano de muchos otros. Todo depende de que ojos te miren. Lo que importa es lo que tú ves. Lo que las personas que te importan ven. Ese es el único espejo en el que debes mirarte y poder reconocerte.

-El problema es... - dijo Draco – que creo que no sé quién soy.

-Pero acabas de demostrar que sabes quién quieres ser. Y eso debería ser suficiente.

-No puedo evitar la guerra.

-Nadie puede – confesó Dumbledore -. ¿Sabes? A mi edad, pensaba que ya lo había visto todo. Y, aunque hace años que sé que este momento iba a llegar... Una parte de mi se niega a creer que volvamos a estar aquí. La pureza de sangre y los delirios de quien la veneran... Es una historia tan vieja como el propio tiempo... Tan vieja como yo.

-Creo que no le sigo profesor – admitió Draco y Dumbledore sonrió.

-Hubo una vez, hace mucho, mucho tiempo me emborraché con mi propia ambición. La compañía que tenía tampoco ayudó... Pero digamos que, una versión mucho más joven y apuesta de mi – añadió intentando quitarle hierro al asunto – vio ciertas ventajas en que el mundo mágico conquistara al mundo muggle. – sonrió al ver que Draco parecía sorprendido ante tales declaraciones.

-Me cuesta imaginarle intentando dominar a los muggles con el aprecio que les tiene. Supongo que los rumores eran ciertos entonces y esconde un oscuro pasado. – dijo Draco enarcando las cejas.

- ¿Y quién no? - Ambos se rieron levemente. La situación resultaba absurda para ambos. Ninguno de los dos la había planeado así pero así era como se estaba dando. – Sé lo que es tener que ser el cabeza de familia y sé que no es agradable, pero puedes ponerle fin y cuando todo esto pase, volver a retomar tu juventud en el mismo punto en que la dejes hoy.

- ¿Promete que los esconderá? – preguntó pensando en su familia.

-Estaréis los tres a salvo Draco – respondió Dumbledore – te doy mi palabra. Sé que es una decisión importante para ti, pero hace una noche perfecta para pensarlo. – añadió señalando el vasto cielo desde lo alto de la torre de astronomía.

- ¿Y qué hay de ella? – musitó Draco. Dumbledore suspiró. - ¿Puede esconderla también?

-La señorita Ivanova tiene ya diecisiete años y como toda persona mayor de dieciséis está en pleno derecho de presentarse para luchar cuando la guerra estalle si así ella lo desea. Claro que podría esconderla, pero esa decisión no debo tomarla yo sino ella. ¿No crees?

-No va a querer esconderse. – admitió Draco – Le han hecho tanto daño... - pensó en lo que Pandora le había contado sobre su estancia en Durmstrang y en las marcas que ni el tiempo ni la magia lograrían borrar de su piel – y tiene demasiadas ideas – sonrió mirando al suelo.

-Y algunas de ellas muy buenas – confesó Dumbledore. – En cualquier caso, es la señorita Ivanova quien debe tomar la decisión – Draco asintió a modo de confirmación – Piénsalo durante esta noche Draco. Si decides que quieres mi ayuda, mañana antes de que salga el sol ven a verme a mi despacho. Alguien de la orden te reunirá con tu madre y os esconderá para poneros a salvo. Y en cuanto a la señorita Ivanova... - dijo Dumbledore – tal vez puedas ir a buscarla y hablar con ella para ver... - pero no pudo terminar la frase.

- ¡Draco espera! – escucharon gritar a Pandora mientras ralentizaba la velocidad al acercarse a ellos.

Ni si quiera pudo seguir hablando. Una vez hubo parado de correr le ardían le temblaban las piernas. Le ardía la garganta y el aire le quemaba los pulmones cada vez que entraba y salía. Se arremangó las mangas del jersey en un inútil intento de refrescarse. Tenía las mejillas rojas y la coleta prácticamente deshecha. Dumbledore y Draco la miraron sorprendidos.

-O tal vez puedas preguntárselo ahora – le dijo Dumbledore a Malfoy dándole unos toquecitos en el hombro – si me disculpáis – añadió – tengo un armario evanescente que destruir. Señor Malfoy. Señorita Ivanova. – Se puso a andar, pero se dio la vuelta - Nunca supe si le llegó a gustar su regalo de Navidad. – Sonrió y se despidió de ellos y empezó a descender de la torre.

- ¿Qué estás haciendo aquí? – preguntó Draco sin poder reprimir la sonrisa que escapaba de sus labios mientras se acercaba a ella.

- ¿Qué significa que va a destruir el armario evanescente? – exclamó Pandora sin dejar de mirar en la dirección por donde Dumbledore acababa de desaparecer.

-Es una larga historia... - suspiró Draco.

-Tengo tiempo – dijo ella mientras él esbozó una amarga mueca.

-Si todo el tiempo que me quedara fuese esta noche... ¿La pasarías conmigo? 

El juramento inquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora