06: Cuenta Cuentos

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—¡Ay!—Me quejé al sentir el frío contacto con el hielo envuelto en un pedazo de tela que Geraldine presionaba suavemente sobre mi mejilla derecha

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—¡Ay!—Me quejé al sentir el frío contacto con el hielo envuelto en un pedazo de tela que Geraldine presionaba suavemente sobre mi mejilla derecha. Había llorado del coraje en silencio mientras me curaban la mejilla izquierda, pero el ardor era tan insoportable que ni mis lágrimas querían salir a enjuagarlo, así que decidí ser valiente y aguantar el dolor.

—Deja de moverte o nos pasaremos aquí una eternidad. —Asentí con la cabeza. Geraldine me miró con desaprobación, así que solo pasé saliva y me quedé firme en mi lugar, como si me hubieran atado a la banca del tocador con clavos. —No sé qué le habrá pasado por la cabeza a ese imbécil de Starkey. Es un bruto y un salvaje. La próxima vez que sirvamos la comida, le vamos a reducir la porción. Y nada de ron, whisky o cualquier bebida alcohólica para él. Si se pone irreverente, déjamelo a mí.

—¿Usted...? ¡Ay! ¿Usted está de mi lado? —Pregunté extrañada. Geraldine, tan borde como siempre, solo rió para ella misma.

—Veo que te has dado cuenta de que no me agradas y que aún no entiendo por qué ese muchacho se ha encaprichado con tenerte aquí a toda costa, pero eso no quiere decir que tolere las actitudes mediocres y brutales que este par de... —Sus labios se apretaron de una manera extraña mientras repetía exageradamente la palabra "de", hasta encontrar la palabra adecuada. —...lacras llegan a cometer —Finalizó.

Reí irónicamente. ¿Es que acaso la mujer no se había dado cuenta de que estaba a bordo de un navío pirata? Me abstuve de preguntar.

—Gracias —Le respondí con sinceridad, y en cuanto los profundos (y un tanto temibles) ojos negros de Geraldine respondieron a mi agradecimiento, supe que estaba viviendo una especie de déjà vu, transportándome al día en que me dejó conservar la pijama semi-rota que aún atesoraba junto con mi libreta de bolso en el cajón del tocador. Lo había apodado: "El cajón de la desgracia".

—No hay necesidad —Respondió, suavizando su tono de voz. Para ser sincera, era el tono de voz más amable y "simpático" que le había escuchado emplear alguna vez en mi presencia. —Si te hace sentir mejor, piensa que estamos a mano, ya que tú me ayudas alimentando y sirviendo a estos bribones y, bueno, aunque aún confundes la pimienta con el tomillo, te has comportado y aplicado lo suficiente como para ganarte mi confianza. Por ahora —Agregó, y no sé por qué sonreí estúpidamente. Ella también ladeó su boca. Quise creer que esa era su forma de corresponder mi sonrisa.

En cuanto el silencio volvió a cortar de tajo nuestra conversación, pude escuchar a lo lejos que en la cubierta del barco había música. Y alguien cantando. No me había percatado de la presencia de tan suave, pero melancólica melodía que el acordeón de algún pirata estaba creando.

—Oh —Geraldine interrumpió mis pensamientos apartando el pedazo de hielo de mi rostro. —¡Otra vez esa fastidiosa canción! —Reclamó, y antes de que pudiera preguntarle, poseída por mi curiosidad, la mujer continuó. —No suelen tocarla muy a menudo. Lo hacen cada vez que fracasan en algo o se emborrachan a punto de que casi la mitad de la tripulación está vomitando o llorando —Finalizó con un tono burlesco en su voz. —Si te interesa, puedes subir a oírla, pero te lo advierto: vas a querer salir huyendo a la primera nota desafinada.

NEVER EVER | Peter Pan retelling.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora