Esa persona no era el villano de mis fantasías. No podía ser. Sin embargo, los dos piratas que me sujetaron lo habían llamado capitán hace unas horas en su camarote. Y al parecer, él me conocía.
El capitán que yo recuerdo era un hombre borde, despreciable y despiadado; con solo mirar sus ojos podías sentir su sed de venganza y lo envenenada que estaba su alma. Su simple presencia lograba paralizarme.
Este nuevo individuo también lo lograba, pero de una manera distinta. No sentía temor, no me sentía tan pequeña e indefensa como un ratón, no tenía ganas de esconderme ...
¿Qué diablos me hacía sentir?
El sonido de la llave entrando por la cerradura llamó mi atención, logrando que me pusiera de pie al instante. Los dos sinvergüenzas de hace rato me habían devuelto a mi camarote de mala gana y me habían encerrado con llave entre risas y parloteos que no pude entender, ignorando mis quejas. He de admitir que, a pesar del coraje que sentía, una pequeña sensación de soledad y pavor me invadió. No sabía qué sería de mí en este barco pirata. Las únicas dos cosas que me consolaban eran el hecho de que Peter vendría a rescatarme en cualquier momento y las palabras del capitán a su tripulación recordándoles que yo era una invitada.
Me sentía más como una prisionera.
La puerta de madera se abrió de golpe y una señora regordeta ingresó a la habitación, dedicándome una mirada de arriba hacia abajo que logró erizarme los vellos de los brazos, tanto así que tuve que frotarlos para que la incómoda sensación desapareciera. Sus ojos negros juzgaban mi persona mientras sus cejas, que más bien parecían dos rayas pintadas a lápiz, se arqueaban. Inmediatamente noté que sus mejillas estaban cubiertas por un potente rubor en polvo color rosado, conteniendo muchas pecas (como las de Frickles).
—Vaya, cuando me dijeron que esto era un caso crítico no pensaba encontrarme con esto —rompió el silencio. Su tono de voz fue suficiente para indicarme lo más obvio del asunto: yo no le agradaba.
La mujer exhaló sonoramente mientras dejaba unas mantas y ropa limpia en la silla de un pequeño tocador que se encontraba en el camarote. Al parecer, mi mirada confundida llamó su atención, pues rápidamente volteó hacia donde yo me encontraba.
—¿Qué estás esperando? Deshazte de esa ropa de inmediato y ponte alguna de estas prendas —como si su voz fuera un poderoso hechizo de magia, hice lo que me ordenó sin rechistar—. Por las barbas de estos canallas, si estás llena de tierra hasta más no poder...
Observé de inmediato mis pies, poniendo especial atención en las puntas de mis uñas que almacenaban una especie de fango y sentí cómo mis mejillas tomaban casi el mismo color que las suyas, pero de manera natural. Un día antes, había estado a las afueras de mi casa-escondite jugando y revolcándome sobre el pasto como una chiquilla. Un día antes de que me raptaran y me privaran de mi nueva libertad.
—Olvídalo, nuevo plan. Colócate alguna de estas batas para dormir. Necesitas un baño urgentemente. —asentí.
Desvestirme frente a una extraña era terriblemente incómodo y vergonzoso. Tiempo atrás, solía vestirme en la privacidad de mi cuarto con ayuda de una o dos mozas que contrataba mi familia: Georgina y Priscilla. Unas mellizas muy cariñosas a las que les tenía muchísimo aprecio. Y en la casa-escondite que me había construido Peter Pan la cosa era más sencilla, pues todo lo hacía por mi cuenta.
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NEVER EVER | Peter Pan retelling.
Fantasy«Toda mi vida y hasta este momento creí que había hecho lo correcto. Pensé que había tomado la mano de un ángel y que había logrado escapar de las garras de mi más profundo miedo. Nunca pensé que estaba haciendo justamente lo contrario.» INFORMACIÓN...