— Veo que estás de muy buen humor hoy. —Geraldine me pasa los últimos trastes sucios del día para que termine de lavarlos. Disimulo torpemente la pequeña sonrisa que se comienza a dibujar en mi rostro.
¿Es que a esta mujer nada se le escapa?
—¿Ha ocurrido algo de lo que deba enterarme?
Lo que mi confidente no sabe es que yo también me he dado a la tarea de estudiarla ampliamente , tanto que ahora sé diferenciar cuando el monótono tono de su voz cambia, aunque la diferencia parezca mínima. Hoy, por ejemplo, detecto curiosidad, una leve picardía y ganas de un buen cotilleo tras sus palabras.
— No mucho. —Miento descaradamente, porque lo que acababa de suceder esta mañana era algo simplemente inimaginable, algo que jamás habría cruzado por la mente de mi yo del pasado, y que la Wendy del presente tampoco parece querer olvidarlo. La conversación con el capitán seguía repitiéndose una y otra vez en mi cabeza, cada gesto, cada palabra, cada sonrisa... y cada mirada.
— Dile eso a tu cara entonces. —Mullins interrumpe mis pensamientos, llevándose a la boca otro pedazo de pan que seguramente acababa de hurtar de la canastilla que guardábamos en la alacena. —No has dejado de hacer muecas extrañas desde que llegaste. Hasta me da escalofríos verte sonreír de esa manera. —Sus manos soban exageradamente sus brazos, como si una helada ráfaga de aire hubiera soplado ferozmente sobre ellos.
— ¿Qué tal si mejor te dejas de comer todas nuestras raciones de la semana, viejo panzón? —Geraldine no tardó en regañarle, arrebatándole la canasta. —La próxima vez que te vea hurtándolos, hornearás los nuevos con tus propias manos.
La cara de Mullins se arruga de una manera que siempre me ha parecido bastante cómica. Lo hace cada vez que se disgusta por algo o discute con alguien. Antes solía encontrarla tremendamente fastidiosa e irritante, ahora me parece digna de ser retratada para la posteridad.
— ¡Por todos los cielos, mujer! Ni en las temibles épocas de Barbas Negras eran tan estrictos con la comida.
Barbas Negras... Había escuchado ese nombre antes. Tenía que ver con el cofre que habíamos escondido Peter y yo en la Isla Calavera. Inmediatamente recuerdo sus palabras sobre lo terriblemente sanguinario y cruel que había sido, implantando terror por todos los mares donde navegaba.
Y no es que yo me quisiera meter en conversaciones ajenas, pero habíamos quedado en que si yo iba a ayudar al enemigo, tenía que conocer primero la historia del enemigo, ¿no es verdad?
Presté atención disimuladamente.
— Eso es porque ese rufián bueno para nada los mantenía a todos muertos de hambre. Gracias a los mares que las hadas se lo llevaron a quién sabe dónde, ¡merecía un castigo mucho peor!
— ¡Cuidado con lo que dices, mujer! Habrá sido un canalla de primera, pero nunca fue un mal capitán.
— ¿Existió un capitán en este barco antes que Garfio? —Me atrevo a sumarme a la conversación, intentando fingir que no le daba tanta importancia a la misma cuando, en realidad, la curiosidad había sido más fuerte que mis deseos por seguir mi plan original y me había orillado a abrir mi boca. Quizá Campanilla y Peter tenían razón, definitivamente no sé cuándo debo quedarme callada.
— ¡Oh, ese ridículo mote otra vez! —Geraldine me mira claramente desaprobando mis palabras.
— Y no era cualquier capitán muchacha, él era EL capitán. —Mullins cacarea, orgulloso. Tanta arrogancia me recuerda al caminar de un pavo real. —Ningún otro marinero se ha atrevido a cruzar más allá de las nieblas. Él supo mantener el orden en esta barca como ningún otro capitán lo ha hecho jamás, y mira que yo le soy fiel a nuestro muchacho, ¿eh?
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NEVER EVER | Peter Pan retelling.
Fantasy«Toda mi vida y hasta este momento creí que había hecho lo correcto. Pensé que había tomado la mano de un ángel y que había logrado escapar de las garras de mi más profundo miedo. Nunca pensé que estaba haciendo justamente lo contrario.» INFORMACIÓN...