Adrián miró al cielo; estaba despejado y brillaba, de un azul tan intenso que le recordaba a los ojos de Marinette. Era una escena preciosa, pero también un recordatorio desolador. El cielo estaba vivo, él estaba vivo, pero Marinette no.
Tenía la tentación de ir a la panadería de los Dupain-Cheng a ver cómo estaba Sabine, pero sentía el cuerpo tan rígido como una roca. Adrián estaba adelgazando pero se sentía pesado todo el tiempo; él creía que era el peso del mundo o de la gran culpa que sentía al seguir vivo.
¿Por qué debía vivir si no quería seguir haciéndolo? ¿Por qué había muerto Marinette si todo lo que ella quería era vivir?
El amargo sabor de la culpa le recorría la lengua y sabía incluso peor que el café frío del que sacaba las fuerzas. Daba igual cuantas veces se lavase los dientes; aun podía sentir ese horrible sabor ahogado en menta. Su dentista estaría sorprendido, sus dientes nunca habían estado tan limpios.
Tomó una larga bocanada de aire y llenó sus pulmones al máximo, hasta no poder más. Dejó ir el aire y tragó saliva.
Respirar era muy sencillo. Tan fácil y cotidiano que ni siquiera pensamos en ello.
Pero era algo que Marinette ya no podía hacer. Hacia el final de su vida, ya no era capaz de realizar esa tarea por sí misma. Los tubos y las máquinas hacían el trabajo por ella, y su pecho se movía de forma automática a un ritmo que no era muy natural. Sus pulmones se negaban a coger oxígeno aunque su cerebro gritase desesperadamente por él. Su propio cuerpo estaba acabando con ella; la estaba matando. Marinette se había vuelto tan débil que no podía respirar sola, algo que había estado haciendo desde el día en que nació.
Era aterrador.
Estar respirando y, un minuto después, ya no poder hacerlo. Adrián aguantó, de nuevo, la respiración y los recuerdos de la chica inundaron su mente. Cuando se encontró al borde del desmayo, retomó el aire; un aire que ni quería, ni del que consideraba ser merecedor. Cuando dejó ir el aire, lentamente, dejó la mente en blanco. Estaba intentando alejarse de los recuerdos de Marinette, recuerdos de la única chica que había llegado a querer.
Se levantó de la cama y se vistió como lo haría normalmente. Adrián encendió la lámpara, cogió su bolsa y dejó el diario en el escritorio. Cerró la puerta de la habitación y bajó las escaleras. Susurró un pequeño "adiós" a las personas que se encontraban dentro de la casa y se fue. Adrián dejó de pensar en Marinette y empezó con su día como lo haría normalmente.
ESTÁS LEYENDO
Always, Marinette (traducción al español castellano) - Por siempre, Marinette
FanfictionEl diario de una chica muerta deja a un chico hecho añicos. Historia original (en inglés: Always, Marinette) de la autora @evertea. Traducción autorizada por la autora.