04. ¿Quieres Jugar?.

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Sus manos recorren toda la piel expuesta.

Piel canela en contraste con la blancura de su piel.

- Es perfecto... - Susurró mientras sus dedos se pasean entre los abdominales, perdiendo las yemas entre los espacios.

- Joaquín, detente - Ordenó con voz ronca.

Tres orgasmos seguidos. Tres veces sonaron gritos de placer.

La sumisión del chico casi le hace eyacular otra vez. Cuando esas finas manos dejaron de tocar su piel y las piernas no rodearon más su cintura, suspiró y paseó su mano por sus rizos húmedos a causa del sudor.

- ¿Quieres jugar, primor? - Cuestionó con picardía, sus ojos profundos perforando el alma tras aquellos orbes color miel.

- ¿No hemos jugado bastante ya? - Diversión resaltando en su voz, una risa agotada brotó de su garganta.

Emilio Marcos mentiría si dijera que aquel adolescente de 17 años no lo está poniendo a sus pies. Desde el momento en que recibió su expediente. La expresión seria, los rizos cortos, una leve iluminación y todas aquellas buenas calificaciones, simplemente era magnífico.

- Seré tu Daddy, primor. Me entregarás tu cuerpo cuando lo ordene, chuparás mi polla cuando se me plazca. Serás mío.

Vió al chico estremecerse. La boca abierta en una perfecta "o". Sus ojos con una combinación entre sorpresa y miedo.

- Todo tendrá que ser bajo un contrato de confidencialidad. Nadie debe enterarse de eso, tu reputación y la mía no se quieren ver afectadas si alguien descubre nuestro secreto - Continuó hablando, una de sus manos fue hasta la rodilla de Joaquín, acariciándola con delicadeza - Seguirás mis reglas o de lo contrario ganarás un castigo - Disfrutó de la última palabra, sus ojos brillaron con más intensidad y su polla saltó gustosa - Entonces, ¿Quieres jugar?.

La pregunta quedó en el aire, las palabras taladraron su mente, sin pensarlo mucho apartó la mano que tenía sobre su rodilla, sentándose sobre el regazo de su maestro, sujetando aquel rostro entre sus manos y uniendo sus labios en su beso sucio, rudo y descontrolado. El miembro entre sus nalgas luchando por entrar, las manos grandes del hombre apretando su cintura, sus caderas moviéndose en un vaivén exquisito, sonidos obscenos atrapados entre sus bocas.

La falta de aire les hizo separarse, sus miradas fundiéndose, sus movimientos descoordinados hicieron que una de sus manos fuera hasta la polla de Emilio, alineándola y enterrándola sin ningún tipo de cuidado en su interior, un grito desgarrador de placer retumbó, su cuerpo tembló y empotró con todas sus ganas a aquel sujeto engreído.

Besos, mordidas, gemidos y lloriqueos.

Su cuarto orgasmo llegó, las fuerzas de su cuerpo llegaron al limite y se dejó caer sobre su maestro, jadeando en busca de aire, sus párpados cerrándose a causa del sueño.

Sintió como lentamente su cuerpo caía sobre el colchón, manos acariciando su piel, masajes en sus puntos de estrés, se sentía en el cielo.

- Maldición, sigue así... - Gimió cuándo los pulgares hicieron presión entre sus omóplatos.

Su tranquilidad duró poco, tan pronto como dijo esas palabras una palma se impactó en uno de sus glúteos, rápidamente giró la cabeza para encontrarse con la mirada enfadada de Emilio, el ceño fruncido y la mirada oscura.

- Primer aviso - Levantó su dedo índice, volvió a verter un poco de aceite para regresar a su labor.

- ¿Pero que mierda...?.

Fruto Prohibido | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora