03. Leibniz, Newton Y Mi Polla.

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Para Emilio Marcos siempre fue fácil desprenderse de las cosas que no le pertenecen.

El apego no fue de su gusto desde que tiene memoria.

Pero siempre podemos equivocarnos, ¿No es así?.

Piensa sobre todo lo que hizo la noche anterior.

Su mente, sobretodo su polla, no pueden dejar de pensar en cierto estudiante.

En el sudor mojando sus rizos.

Su cuerpo temblando debajo de él.

Las uñas rasgando su espalda.

Oh, cuanto disfrutó la noche anterior, ese delicioso pecado que cometería con gusto una y otra vez. Su piel se estremece de solo pensar en él.

La mueca de placer. Los sonidos obscenos y palabras sucias saliendo de esa boca. El deseo en los ojos.

Tantos orgasmos quedaron en las sábanas blancas, semen salpicando su piel, un sabor dulce corriendo por su garganta cuándo la tentación le hizo probar la esencia liberada.

Un enclenque.

El sexo le hace convertirse en eso. Después de cada encuentro siempre trata con sutileza a su amante, limpia y deja besos cálidos sobre la piel ardiente, susurra palabras reconfortantes, caricias leves y, si tiene oportunidad, da un masaje con algún aceite especial.

Su estudiante no fue la excepción.

Sabe que abusó del chico. Utilizar su cuerpo tantas veces como le fueron permitidas. Penetrar sus agujeros hasta dejarlo agotado, aún así su libido seguía a tope, pero ver el cuerpo de un muchacho de 17 años sin fuerzas le hizo detenerse y arrepentirse por comportarse como un cavernícola.

Después de darle un buen baño relajante, se encargó de colocarle todas las prendas y llevarle directamente a su casa, entregó al chico dormido a quien pudo descifrar por el chófer.

No pudo conciliar el sueño, el sudor no abandonó su cuerpo durante la noche, su polla dolorida rozando con la sábana, por más que intentaba solo atinaba a pensar en la estrechez, los gemidos que resonaban, el constante golpeteo de la cabecera con la pared.

Maldice a su padre por heredarle un tamaño considerable y hacer que la erección salte gustosa bajo la tela, cubre su entrepierna con su maletín, suelta una risa amarga ante lo patético que debe lucir.

Por dios, Emilio Marcos cubriendo su entrepierna cómo si fuese un jodido adolescente virgen y precoz.

Saluda con cortesía a las personas que se cruzan por su camino, una sonrisa forzada, el sudor bajando lentamente en gotas gruesas, sus manos sujetando fuertemente el cuero del maletín, la temperatura de su cuerpo subiendo rápidamente.

Pronto se encuentra ahí, en el aula donde debe dar clase, al igual que el día anterior, los murmullos se dejan de oír en cuanto pone un pie dentro, las y los estudiantes se sientan correctamente y miran con atención, su mirada va directamente a él, sus ojos mieles mostrando vergüenza, rubor cubriendo la piel de su mejillas, ese movimiento de su garganta al tragar con dificultad le eleva la libido.

Sin mencionar palabra alguna, coloca su maletín, saca un plumón y va directo al pizarrón, escribiendo diferentes ecuaciones, la sangre en sus venas hierve y el aula se vuelve tan sofocante.

- Resuelvan esto y dentro de un momento explico el tema - Habló lo más normal que pudo, sus ojos paseándose por cada rostro curioso, suspirando con pesadez y yendo hasta el escritorio.

Debía distraer su mente, se repite una y otra vez que está en una escuela, debe comportarse, es un maestro respetable y su firmeza determina todo.

Fruto Prohibido | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora