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Milo frunció el ceño olfateando alrededor, el aroma de ese Alfa estaba por doquier y eso comenzaba a molestarle, sobre todo porque le gustaba.

Se dio un baño y colocó ropa limpia, la carta en su maleta permanecía ahí burlándose de él, pero no la abrió, podría hacerlo más tarde, desde que tenía todo el tiempo del mundo.

Caminó hacia la puerta y probó si la puerta estaba cerrada con llave, ese Alfa se veía muy capaz de dejarle encerrado con tal de “protegerlo” no lo estaba y no supo por qué le molestó.

Quizás porque le estaba diciendo que era libre de irse si lo prefería luego de decirle anoche que no lo abandonaría.

Hizo una mueca, sus cambios de humor lo asustaban, dejando la idea de lado decidió irse.

Antes de salir agarró la chaqueta de Marcus, esta sería la cobertura perfecta para enmascarar su olor.

Salió del complejo de habitaciones sin toparse con nadie y caminó a ningún lugar en específico.

No conocía nada en este lugar.

Dos Omegas se rieron al pasar a su lado, Milo no se molestó en mirar, después de todo nunca le atrajeron, lo que era un motivo más que suficientemente para creerle a ese Alfa.

Aún así seguía siendo ridículo.

Llegó a una especie de bar y se sentó en la barra, un Tequila le fue servido enseguida y se lo tomó sin chistar.

El interior era cálido, no había demasiadas personas, la mayoría Alfas, un grupo de Omegas en la esquina, varias sirviendo tragos y bailando alrededor, porque eso era lo que se suponía que hacían las Omegas.

Entonces, ¿Qué hacía un Omega?

Algo estaba mal, él no era así, no nació para servirle a ningún Alfa, no se suponía que hiciera eso, iba en contra de la naturaleza, quizás por eso intentaron matarlo.

Sonrió a la nada, captando el sonrojo de una bonita Omega con pelo castaño, luego frunció la nariz y miró a otra parte.

La chica se sentó a su lado apoyando un codo sobre la barra, sus pechos saltaron a la vista, ella probó la bebida verde que traía consigo y lamió sus rojos labios. Milo se tensó captando sus feromonas, lo suficientemente fuertes como para marearlo.

—¿Estás solo? —murmuró prácticamente en su oído, Milo aguantó la respiración.

—No, espero a alguien —mintió con la esperanza de deshacerse de ella, ella no lo captó.

—Creo que llega tarde. ¿Por qué no nos conocemos mejor?

—No, lo siento —a pesar de usar un tono fuerte ella no cedió, en cambio, le arqueó una ceja y sonrió.

—¿Realmente no estás interesado? —esta vez utilizo su mano para rozarle el muslo y un poco más, Milo la retiró bruscamente.

—Dije que no.

La chica se puso un poco más cerca, luego lo empujó confundiéndolo por completo, ella se puso de pie y dio unos traspiés con la mano en la boca.

—¿Cómo te atreves? —preguntó llorosa, Milo pestañeó. ¿Qué estaba pasando?

—¿Qué?

—Eres un sinvergüenza —acusó con el dedo, Milo se puso de pie y al instante un Alfa se detuvo frente a él.

—¿Qué te atreviste a hacerle a mi Omega? —gruñó el tipo empujándolo, Milo miró alrededor, todos ignoraban al hombre.

—No hice nada, pero resulta que tu Omega es una ofrecida —gruñó de vuelta.

Predestinados I : Lazos de UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora