Milo gruñó de mal humor, la cafetera que había en ese cuchitril llamado apartamento sólo logró colar un agua acuosa y falta de sabor.
Botó la solución al fregadero haciendo una mueca y regresó al dormitorio. Arrancó las sábanas en las que había dormido toda la noche, porque por supuesto Marcus no había llegado.
Las sábanas estaban ahora completamente manchadas del supuesto “lubricante” Milo se estremeció recordándolo, su cuerpo pidió cosas disparatadas en la noche, pero no haría tales cosas irracionales.
Eso no fue lo que le enseñaron.
Lavó las telas y las tendió en el balcón, luego pasó de largo por el vestíbulo notando su maleta, no había desempacado y por supuesto que la carta seguía burlándose de él como un recordatorio de lo que ya no tenía.
Ignoró la carta como las últimas veces y se sentó en el sofá, al menos viendo su teléfono, ya no tenía una línea que rastrear, así que por lo menos podía entretenerse jugando algo.
A Marcus no le tomó mucho más tiempo volver, dejó la chaqueta por la puerta y entró con los ojos achicados, Milo olisqueó e hizo una mueca de asco.
¿Eso era el aroma de una Omega?
—Ve a bañarte, ahora —gruñó fulminándolo con la mirada, Marcus le frunció el ceño, pero no protestó, se fue directo al baño, agarrando su chaqueta y alejando el aroma.
Milo casi volvió a relajarse.
Sólo casi.
Sus nervios estaban a flor de piel, su lobo, al que apenas conocía, gruñó interiormente haciéndolo saltar.
Corrió hacia un espejo y miró sus ojos, azul pálido se reflejó en ellos, indudablemente el color de un Omega, sus colmillos también estaban más largos y puntiagudos, ahora tendría que creerlo del todo, supuso.
Bufó y se fue a la cocina, al menos algo debía almorzar, ¿no?. Buscó en el refrigerador, sólo envases y envases de fideos instantáneos, bueno, tendría que servir, sacó uno y puso el agua en la estufa.
Pudo sentir la mirada de Marcus sobre él, pero no volteó, que se joda, que no esperara nada de su parte luego de huir como un cobarde.
Él se cruzó de brazos a su lado.
—¿Estás bien? Por tus ojos parece que tu lobo ya está despertando —Milo lo fulminó con la mirada.
—Estoy bien —gruñó, casi rezando porque el agua hirviera pronto.
—¿Te hice algo? —Milo lo miró lo más ponzoñoso posible, no debió regresar, y así él estaría con su familia.
—¿Qué quieres que te diga?
—¿La verdad? —sugirió con media sonrisa.
Milo arqueó una ceja, ya imaginaba dónde, o con quién, estuvo para volver con tanta felicidad, mientras él la pasaba mal, muy mal considerando todo.
—Vete al infierno.
Agregó el agua al envase de fideos y se retiró al sofá donde podía apoyarse en la pequeña mesita del frente. Milo gruñó al darse cuenta de que dejó su tenedor, pero alguien estaba extendiendo uno para él, alguien que podía desaparecer en ese mismo instante.
Milo lo ignoró y buscó uno en la cocina, Marcus suspiró y se sentó frente a él dejando el cubierto sobre la madera.
Ni siquiera estaba seguro de porqué le importaba tanto.
—Si no me dices que hice no puedo saber…
—Sería mejor si no me hablaras —Marcus gruñó, sus ojos cambiaron a dorado y lo hicieron retroceder.
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Predestinados I : Lazos de Unión
WerewolfEncontrar a tu destinada, tener hijos y ser feliz por el resto de la eternidad. Borra eso. No sucedió. Marcus siempre esperó a su pareja, pero encontró a un bebé Omega en su lugar. Su destinado era un chico Omega aunque se suponía que no existían. ...