8🐺

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Marcus dejó salir un suspiro mirando el camino, todavía faltaban unas cuantas horas para llegar.

Llevaban en el auto por lo menos dos horas y ninguno había dicho nada, ¿para que lo harían? Sólo sabían lastimarse cada vez que abrían la boca y no quería seguir escuchando lo mal Alfa que era, un leve gimoteo lo distrajo por un momento y miró por el retrovisor.

Milo estaba dormido a lo largo del asiento trasero, o al menos lo estuvo antes, Marcus frenó y miró atrás.

El Omega tenía la cabeza escondida entre sus brazos, realmente no podía saber su estado, pero por su aroma supo que tenía algo parecido a un celo.

Volvió a incorporarse y olfateó, sus feromonas también aumentaron, no sólo las de Milo y eso le hizo darse cuenta de que quien estaba en celo era él, su Omega sólo reaccionó a su oroma.

—Debemos ir a un motel —Milo hizo una mueca mientras jadeaba y se abrazaba así mismo.

—¿Por qué me siento así otra vez? ¿No había terminado?

—Soy yo el que está en celo — Milo lo miró por el espejo, sus ojos eran increíblemente azules.

—Entonces, ¿por qué yo…?

—Te guste o no, eres mi Omega, reaccionarás a mí —dijo de forma brusca, su Omega se estremeció, Marcus no supo si fue miedo o excitación.

No quería que le tuviera miedo.

—Como siempre.

—Al parecer.

—¿Quieres que te ayude? —Milo dejó salir un pequeño gemido, Marcus mordió sus labio inferir por la sugerencia.

—¿Sabes siquiera lo que acabas de ofrecer?

—Yo…

—Baja del auto —gruñó.

Milo obedeció sin rechistar y Marcus le lanzó su chaqueta para que se cubriera.

En recepción quien los atendió fue una bonita Omega pelinegra, quien apenas le vio le hizo ojitos. Milo gruñó detrás de él y eso de alguna forma le hizo sonreír.

—Dos habitaciones —ella lo miró con una disculpa en su rostro.

—Sólo queda una —Marcus suspiró.

—¿A cuánta distancia está el otro motel?

—No queda otro, el próximo está cerca al pueblo, así que… —ella parecía un poco más hipnotizada.

—Ya entiendo. La tomaremos —dijo colocando el dinero, ella miró a Milo a su espalda y le frunció el ceño.

—No aconsejo tener a otro Alfa con usted cuando está en celo.

—Oh. ¿Él?

Marcus miró a Milo, su cara era todo un poema, sobre todo con ira, el chico estaba enojado, volvió a mirar a la Omega.

—No hay ningún problema, no suelo reaccionar mal a este en específico.

—Ya veo.

La Omega recogió el dinero y le entregó un juego de llaves, el ofrecimiento no pudo esperar.

—Aquí tiene su llave y si necesita algo sólo debe llamarme —dijo con la voz melosa.

Marcus le sonrió, era confortable saber que había alguien dispuesto para él.

Desgraciadamente no era su Omega.

—Gracias.

—¿Eso era necesario? —gruñó Milo siguiéndole el paso, Marcus lo miró.

Predestinados I : Lazos de UniónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora