𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟒

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Estuvimos un rato rondando por el lugar, asegurándonos de que nadie estuviera allí, y de mientras, recolectaba algunas ramas y piedras para armar una fogata.

Cuando fuimos al lugar donde íbamos a quedarnos esta noche, Filipe se acostó al lado mío, y yo me senté en un tronco que había.

Agarré el cuchillo que tenía en la cintura junto a la espada, una piedra, ramas y comencé a pasar el cuchillo por la piedra, ocasionando chispas, hasta que se formó en fuego. Y este comenzó a extenderse por todas las ramas. Formando así una fogata.

Tapé a Filipe con mi capa, ya que hacía un poco de frío, y yo, calentaba mis manos con el fuego.

Al poco tiempo, ya sentía mis párpados pesados. Entonces, apagué el fuego y me acosté en el suelo, recostando mi cabeza en la mochila.

Filipe ya se había quedado dormido, y yo no tarde en imitar su acción.

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— Creo que está muerta — dijo alguien de voz grave.

— ¿Y si le tiramos agua para ver si está viva? — dijo otra persona.

— El caballo está vivo, así que al menos de que le haya picado una serpiente venenosa, tenga alguna herida profunda y haya perdido mucho sangre, o se haya muerto mientras dormía, tiene que estar viva — dijo otro.

— Yo voto porque nos llevemos sus cosas — dijo otra voz.

— ¡No! Es una dama, yo no voy a hacer una cosa así — dijo otra chico de voz más suave.

Mientras que los dueños de esas voces seguían discutiendo qué hacer conmigo, yo abrí un poco los ojos para ver quienes eran.
Nunca los había visto en mi vida. Eran todos hombres. 7 en total.

Sin que ninguno se diera cuenta, estiré un poco mi mano y agarré la daga de mi cintura.

Todos estaban medio agachados rodeándome. Entonces tenía que ser rápida para salir de esa situación.

Me paré rápidamente, agarré al que tenía más cerca mío y lo agarré del cuello, apuntando mi daga contra este.

— ¡Por favor no me mates! Soy muy joven para morir — gritaba un castaño con pecas.

Reconocí su voz, él era el que se había negado a robarme.

— Te soltaré si ustedes no me matan antes — dije contra su oído.

— Te prometemos que no te haremos nada si lo sueltas — dijo un chico de bigote, alto y de cabello un poco largo.

Lo fui soltando lentamente, hasta que él cuando vio la oportunidad, salió corriendo y se escondió detrás de un chico que tenía los ojos celestes, el cabello oscuro y finos labios.

— ¿Quienes son ustedes? — les pregunté, bajando la daga.

— Queremos llegar a Charlotte para el lunes. Y nosotros siempre vamos por otro camino, no este, y la verdad es que estamos un poco perdidos -dijo un chico de ojos claros y cabello corto.

— Nos sorprendimos ver a una chica aquí, sola — dijo otro de pelo un poco rizado.

— Mi nombre es Chase, Chase Hudson — extendió su mano para saludarme el chico de ojos celestes. Aquel que cubría al chico de pecas.

Yo estreché su mano, y así fui haciendo con todos.

— Yo soy Anthony Reeves — dijo el de bigote.

— Yo me llamo Jaden Hossler — dijo el chico de vos grabé que pensó que estaba muerta.

— Yo Bryce Hall — dijo el que dio la idea de robarme. Lo miré seria y apreté fuerte su mano al estrecharla.

"Mi rey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora