𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟑

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Me levanté de la manera más silenciosa posible del colchón para no despertar a nadie. Primero que nada, fui hacia mi habitación para poder sacarme el pijama y ponerme algo más decente:

 Primero que nada, fui hacia mi habitación para poder sacarme el pijama y ponerme algo más decente:

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Mi madre nunca me dejaría usar esta ropa para ir al castillo. Me diría que use vestidos, corsets, guantes de seda, y un montón de ridiculeces más que las mujeres usaban para encajar en la sociedad.

Luego, bajé las escaleras y fui hacia la puerta trasera del cuarto privado de mi padre.
Me saqué la horquilla que tenía en el cabello y abrí la puerta.

Al entrar, me encontré con la mochila que había preparado mi padre, y observé que es lo que contenía.

Había dagas.
El frasco que él me pidió que le pasara del armario.
Dos mapas, que uno era de la ciudad y al pueblo al que iría. Y el otro, con todas las habitaciones, pasillos, salones y ¿pasadizos secretos? que tenía el castillo de la reina.
Un diario donde había datos sobre las armas, venenos, plantas venenosas, animales y más cosas acerca de la zona donde habitaba la reina.
También había una especie de kit de emergencia, y una cantimplora que estaba vacía. Supongo que mi padre tenía pensado llenarla en la mañana.

Vi que sobraba espacio, entonces subí las escaleras y fui nuevamente a mi habitación, y agarre ropa, muy poca para ser sincera, una capa negra y dinero. 

Bajé y lo puse todo en la mochila. Excepto la capa, ya que me la llevaría puesta.

Ya estaba casi lista.

Agarré la espada de mi padre y uno de los cuchillos que llevaba y me puse ambas cosas en la cintura, donde tenía una especie de cinturón de cuero para poder sostener este tipo de armas. También agarré la carta que la reina le había escrito a mi padre para mostrarle una prueba de que venía por parte de él y la metí en uno de mis bolsillos.

Pensaba que tenía todo listo, pero cuando pasé por la cocina me di cuenta que tenía que llevarme algo si no quería morir de hambre durante el viaje.
Llené la cantimplora con agua y agarré manzanas, zanahorias, unos sándwiches y galletas.
Todo esto lo llevaría en una alforja que estaría sujeta a mi caballo.

Subí por última vez y los vi a todos durmiendo, a mis hermanas y a mis padres.

Los iba a extrañar.

Sonreí al verlos y luego me di la vuelta para ya poder irme.

Fui hacía el mini establo que teníamos y saqué a Filipe, mi caballo de color negro. Lo amaba más que a mi propia vida.
Me había acompañado en muchas de mis aventuras, y esta no sería la excepción.

A su lado, estaba Zeus, el hermano mayor de Filipe, que era el caballo de mi padre.
Antes de partir, alimenté a ambos.
Las manzanas y zanahorias que llevaba no solo eran para mí, sino que también para mi caballo.
Pero igualmente, ahora los había alimentado a ambos con heno.

"Mi rey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora