𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟕

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Llegamos al final del túnel, luego de ir por muchos caminos, y había una puerta. La abrí y era como una especie de sótano.
Había estantes con comida envasada en latas, mantas y otros pedazos de telas, tablones de madera, y otras cosas más que estaban empolvadas.

Vi que había una rampa que iba para arriba y que llevaba a otra puerta. Pero ésta estaba cerrada con candado.
Saqué de mi cabello la horquilla y lo abrí.
Fue fácil la verdad, ya que de por si el candado estaba medio viejo.
Primero salí yo y me aseguré de que no estuviese nadie, y luego salió Filipe.
Por suerte, era un caballo obediente y listo.

Cerré la puerta y coloqué el candado para que nadie se diera cuenta.

Alrededor de esa puerta secreta habían muchos arbustos y también árboles. Por lo que no corríamos tanto riesgo de que nos vieran.

Estuve observando el mapa, y al parecer ya estábamos en el castillo.
Lo que estaba alrededor del castillo era un inmenso bosque, del cual pasamos una parte bajo tierra, por el túnel.

Escuché risas y a personas hablar.
Me asomé un poco y vi que eran mujeres, las cuales estaban por entrar a una puerta que se dirigía hacia el interior del castillo.
Deduje que eran criadas o sirvientas, e incluso cocineras. Y al asomarme por una pequeña ventana, comprobé que estaba en lo cierto.

Volví hacia Filipe y lo sujeté a un árbol.
Volvería pronto, por lo que no se quedaría mucho tiempo solo y atado.

Sacudí un poco mi ropa, ya que tenía bastante polvo y entré por la misma puerta que aquellas mujeres.

Estaba en la cocina.

Sin que me vieran, ingresé rápido a un cuarto, el cual tenía comida. Mucha comida. Era donde guardaban todos los alimentos y cosas para cocinar. Era la despensa.

Me quedé unos segundos ahí y traté de tranquilizarme.
Algo nerviosa por el miedo a que me descubrieran, asomé la cabeza y vi como todas las mujeres salían de la cocina con platos de comida.

Vi un reloj y me di cuenta que ya era la hora del almuerzo.

Salí de la despensa con una daga en la mano.
Nunca se sabía cuando la podía llegar a utilizar.

Me quedé admirando todo el espacio. Era realmente hermoso.

Había un horno grande de color negro, mesadas llenas de mezclas en bowls y utensilios de cocina, una mesa de madera alta en el centro, donde había harina desparramada y unos palos de amasar. También había unos armarios que contenían toda la vajilla. Desde lejos podía notar lo costosa que era.
La cocina en si, estaba decorada con muchas plantas.
Las cortinas que tenían las ventanas eran de un color rosa claro, con fresas pintadas en estas.
Las paredes eran de un color beige y los pequeños cuadros que estaban colgados en estas, daban un toque magnífico a la habitación.

Todo ese momento de admiración y tranquilidad, se esfumó en un segundo.

Alguien se chocó conmigo, y mi corazón comenzó a latir velozmente.

— ¡Para la próxima apártate de mi camino! — dijo la persona que se chocó conmigo.

Era un chico.

Se agachó rápidamente para recoger una boina negra que se le cayó al suelo cuando nos chocamos, y cuando se levantó, abrió mucho los ojos al ver que lo estaba apuntando con el cuchillo.

— ¿Dónde estás? ¡El almuerzo ya está en la mesa! — se escuchó decir a alguien que estaba fuera de la cocina.

Él me agarró del brazo y tapó mi boca con su mano y me llevó nuevamente a la dispensa.

— ¡¿Qué crees qué haces?! — digo soltándome de su agarre una vez dentro.

— ¡Shh! — puso su dedo índice en sus labios indicándome que me calle.

Me crucé de brazos y lo miré con el ceño fruncido. Él parecía que me inspeccionaba con la mirada, más bien, sentía que me juzgaba.

— ¿Qué tanto me ves? — ya me sentía intimidada.

— Yo miro cuanto se me de la gana — me miró de arriba a abajo con una expresión en el rostro que no podía descifrar.

Apartó su mirada para mirar por el pequeño espacio que había por la puerta.

— ¿Quién eres?

— ¿Quién eres tú? Esa sería la pregunta. Me trajiste a hurtadillas hasta esta despensa. Supongo que lo menos que podrías decirme es tu nombre — dije y el soltó una pequeña risa.

Realmente esto parecía causarle gracia.

Se quedó callado unos segundos y luego se dignó a responder.

— Mi nombre es Jay — dijo mirándome serio.

Tardó en responder, parecía que analizó lo que iba a decir antes de darme una respuesta. No estaba seguro y eso se notaba.

— Mientes — dije con obviedad.

Él iba a decirme algo pero la puerta de la dispensa se abrió. Dejando ver a una mujer medio pelirroja, de ojos claros, y hermosa sonrisa.

Era la reina. Joanne Moormeier.

La encantadora reina de Carolina del Norte que vivía en Mooresville, Charlotte.

La había visto en fotos del periódico, ni una sola vez en persona. Ni mucho menos tan cerca.

Normalmente, mi familia y yo, para algunos festivales veníamos a Charlotte, pero nunca hasta Mooresville, nunca hasta su castillo.
A excepción de mi padre, por supuesto.

Hice una reverencia y la mujer me miró a mí con el ceño fruncido y luego con cara de reproche al chico que decía llamarse Jay.

— ¡Payton Jay Moormeier, más te vale que esta chica no sea otra de tus amantes! — dijo y yo me quede atónita.

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Holaaaa, cómo están? Espero que muy bien.
Les pido perdón por tardar en actualizar, y también les quería avisar que hice unos cambios con respecto al tipo de letra que use en los títulos, pero no es nada importante.
Los amo mucho y gracias por el apoyo😭✨💗

"Mi rey"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora