•CAPÍTULO SESENTA Y CINCO•

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"Estás aquí..."

(Doctor Jeon)

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(Doctor Jeon)

Sentir los suaves cosquilleos de tu leve respiración sobre mi cuello, parece ser un fragmento extraído de un cuento de hadas del cual nunca creí ser el actor principal de la trama

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Sentir los suaves cosquilleos de tu leve respiración sobre mi cuello, parece ser un fragmento extraído de un cuento de hadas del cual nunca creí ser el actor principal de la trama.

El como tus cálidas manitas envuelven con firmeza mi dedo como pidiéndome que no te deje, que me quede aquí contigo, por y para siempre, rebasa cada terminación nerviosa de mi dermis... Dermis que le comunica a mi conmocionado cerebro que el hecho de que seas tangible es como un fabuloso sueño.

¡Utopía de la vida si las hay! El darme cuenta que te amo desde siempre, aún sin saber que algún día tendría la dicha de ser tu padre.

Y heme aquí, tratando de aguantar el oxígeno al punto de no respirar solo para que puedas descansar sobre mi pecho cada minuto que se te antoje utilizarme como cama...

Y perdido en las sensaciones de mi pecho y resguardando cada efímero momento como el mayor tesoro descubierto, escucho a mi rubia debilidad que susurra algo que no puedo interpretar del todo con cautivada voz.

Entonces, me elevo paulatino acomodando con suma suavidad mi espalda en el sofá, para poder prestar la debida atención que se merece y sin molestar el dormitar de nuestro pequeño guerrero.

—¿Decías algo pequeño? Es que no alcancé a escucharte... —murmuro con suave voz aunque entendible para sus oídos.

—Te decía que tremenda maña si sigues así, con nuestro pequeño retoño adosado sobre tu pecho.

Se ubica a un costado de mi cuerpo, con el biberón en la mano y dispuesto a despertarlo del ensueño en el que se encuentra sobre mi pecho. Pero aún así, conserva la misma mirada brillosa que me otorgó cuando me habló a lo lejos.

Entonces objeto: —¡Estás mintiendo! Esas palabras no eran las que salieron de tus labios —le reclamo. Seguro de que no era un regaño lo que habían emitido sus delicados belfos.

Él, me observa y humedeciendo sus ojos, lentamente, me dice: —¿Tan así me conoces, amor?

—Tan así y más te conozco, pero ahora,  es tu mirada la que habla sin emitir labia... Ven aquí —abro mi brazo para recibir su cuerpo que se aferra a mi torso de manera inmediata. Y entonces le digo: —¿Mi otro pequeño, también necesita mañas?

ʟǟ քǟֆɨÓռ ɖɛʟ ɢǟʟɛռօDonde viven las historias. Descúbrelo ahora