15 +Vida anterior+

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Con un ataque de tos saqué el agua de mi interior y pude respirar nuevamente

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Con un ataque de tos saqué el agua de mi interior y pude respirar nuevamente. Heze fue quien me rescató de las profundidades del mar y también se encargó de... Bueno, ya saben, de darme respiración boca a boca.

Nos encontrábamos en una isla desconocida para los tres y parecía estar desierta. Al perder el curso del portal caímos por accidente en ese lugar y no podríamos volver con los demás por nuestra propia cuenta, debido a que solo Zuben podía abrir los portales con la piedra Pandora.

—-¿Y ahora qué haremos? —Murmuró Heze.

—Esperar, no tenemos otra opción —respondió el otro.

—¿Y qué pasa si no vienen por nosotros o si fueron capturados?

—Heze, confía... Zuben hará hasta lo imposible para encontrarnos.

La seguridad de Dabih era lo que necesitaba, si él podía confiar de esa forma en sus compañeros, entonces yo también podía hacerlo y eso me hizo sentir un poco de calma.

—¿Crees que los chicos hayan logrado escapar? —Busqué apaciguar mi preocupación preguntando a Dabih, quien estaba sentado a mi lado mientras que el otro se hallaba a pocos metros lanzando piedritas al mar.

Me miró con ternura y acomodó mi flequillo.

—No lo sé —suspiró—. Solo espero que Zuben logre llegar al Edén, de esa forma, no solo conocerá la ubicación de los prisioneros, sino que también podrá conocer la nuestra y podrá venir a rescatarnos. Tranquila, saldremos de este lugar.

Hice una leve afirmación con mi cabeza y volteé la mirada hacia el horizonte en donde comenzaba a aparecer el majestuoso sol.

—¿En qué vida te conocí a ti? —Masajeaba mi pulgar sin quitar la vista del paisaje.

—En tu vida anterior, en la sexta —confesó con nostalgia—. Quizás por eso me es tan difícil aceptar la idea de que en esta vida te enamorarás de otro y que quizás con ese formes tu constelación.

Mordí mi labio superior y mis ojos se cristalizaron levemente.

—¿Sabes algo? —Su pregunta atrajo mi atención hacia él y gracias a la tenue luz del sol podía verlo con más claridad—. En tu vida anterior solíamos mirar los amaneceres y los atardeceres, justo como en este momento; decías que eran tus partes favoritas del día.

—¿En serio hacíamos eso? —Sentía curiosidad.

—Sí. Ah, y amabas las flores blancas, por lo que cada día hacía que uno de los árboles cercanos a tu habitación desplegara una de sus ramas a través de la ventana y te diera hermosas flores blancas —sus ojos brillaban al hablar.

—¿Cómo las que me obsequiaste el día que pasé contigo?

—Sí, iguales a esas flores —ladeó su cabeza en señal de afirmación—. Me encantaría que pudieses recordar de la misma forma en que yo lo hago, tal vez podrías volver a amarme. Si tan solo no te hubiese dejado sola por un momento, no te hubiese perdido y habríamos conseguido formar la constelación que deseábamos —una lágrima corrió por su mejilla derecha, la limpió y se puso de pie, con la vista puesta en Heze que venía en nuestra dirección—. Por más que me cueste debo aceptar que es a él a quien amarás en esa vida y por la eternidad.

Los siete caballeros del espacioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora