No hay risa, no hay vida.

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Sentía que estaba perdiendo a lo más importante que jamás había tenido y, joder, no quería no tenerla, no quería tener que empezar a echarla de menos como había hecho estos días y pensar siquiera en la posibilidad de que otro la abrazara, que otro pudiese mirarla como la miro yo desde la otra punta de la clase, que otro se llevara sus besos y fuese el dueño de su risa, me ponía enfermo. 

Nunca creí que existía la posibilidad de querer tan fuerte, siempre había pensado que eran inventos y que el amor del que tanto hablaba la gente no existía, hasta que apareció ella. De la nada aparece esa persona que te sonríe y te importa bien poco si en ese momento se acaba el mundo porque no te darías ni cuenta. Esa persona que sabes que si se va, nunca volverás a ser el mismo. Y ella en muy poco tiempo se había ganado una gran parte de mi, había sido capaz de quedarse incluso con mis cambios de humor, mis tonterías de crío y mi orgullo; hasta ahora ninguna había sido capaz de quedarse o ir más allá de una cama y, ella sin necesidad de tocarme había hecho que la quisiera. 

Estaba loca y profundamente enamorado de Luna.

Puede que nunca me hubiese enamorado de verdad y quizás os preguntaréis que cómo estoy tan seguro de que estoy enamorado pero, chicos, eso lo notas; sientes que es ella, que quieres compartir el resto de tu vida con esa persona y no piensas rendirte fácilmente y..ella valía mucho la pena. Era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo y eso ella lo sabía.

Recuerdo que en ese instante no me importó ir a cien por hora por la carretera, no me importó la posibilidad de crear un accidente porque necesitaba verla, necesitaba saber que la seguía teniendo, que todo estaba bien, que era mía como yo iba a ser suyo para siempre. Quizás pensaréis 'que pavo más cursi' o algo por el estilo pero solo lo era con ella porque siempre he pensado que todo lo bueno que yo puedo darle sigue siendo insuficiente comparado con todo lo que llega a merecerse. 

Buah, es fascinante como puede cambiarte la vida de un día para otro; conoces a gente que no significa absolutamente nada para ti y llega el día en el que aparece alguien que lo cambia todo y le da sentido a cosas que antes no la tenían. Eso podía ser peligroso, el hecho de que alguien tenga tanto poder sobre ti, ese poder que le permite hacerte feliz o por el contrario, destrozarte la vida pero a mi en esos instantes os admito que no me importaba destrozarme la vida enamorándome de ella, hay peores formas de joderse la vida pero ninguna tan bonita como ésa.

Recuerdo que ese fue el viaje en moto más largo de mi vida, quizás por las ganas que tenía de verla, no sé, solo sé que cuando llegué ni me fijé en si aparcaba bien la moto, si le había puesto el seguro, nada. Me temblaban las manos como nunca antes me había pasado, ni siquiera sabía qué iba a decirle. Subí las escaleras de dos en dos para llegar antes y cuando me encontré delante de la puerta cerré un segundo los ojos y dejé escapar todo el aire que había acumulado. Todo iba a ir bien, me repetía. Toqué el timbre y esperé ansioso, se escuchaba ruido dentro. Me preparé mentalmente para decirle todo lo que pensaba pero cuando abrió la puerta y la vi apoyada en ella se me olvidó todo lo que quería decirle. ¿Os he dicho alguna vez que era preciosa? ¿que podía ponerse lo que quisiera que seguiría pensando lo mismo? Iba con el pelo recogido en una cola de caballo, tenía ojeras pero seguía siendo bonita, se le notaba más delgada y eso me cabreó. Soltó una risita al verme mirarla fijamente. 

–Hola –susurró. 

–Te quiero –respondí y me acerqué a ella. Se separó de la puerta y se escondió en mi pecho. Apoyé mi barbilla en la cima de su cabeza y la abracé como nunca antes había hecho. Necesitaba sentirla cerca y, ahí me di cuenta que ese era mi sitio favorito en todo el mundo. Notaba como sus manos se agarraban fuerte a mi camiseta y la oí llorar en mi pecho. Eso acabó conmigo. No podía verla así. Intenté separarla de mi cuerpo pero no me dejaba, no quería alejarse– Eh –le dije– Pequeña –cogí sus manos que estaban en mi espalda para así separarla– Deja que te vea –susurré. Se apartó con la cabeza agachada y con mis manos cogí con delicadeza su cara.

"La historia de mi vida..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora