Ella era lo único bueno que tenía...

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Recuerdo que me pasé media tarde esperando su llamada y cuando creía que no iba a llegar, sonó el teléfono. Esperé que sonara unas cuantas veces para que no pensara que estaba esperando con ansias su llamada. Lo cogí.

–¿Diga? –respondí.

–Hola nena –le escuché decir–. ¿Te va bien que pase a recogerte ahora?

–Pensaba que no me llamarías –respondí.

–A veces tu hermano es muy pesado –empezó a reír y le imité–. He tenido que decirle que salía con una chica para que se callara.

–¿Le has dicho que esa chica soy yo? –pregunté nerviosa.

–No– admitió–. Aún no estoy preparado para que me eche la charla de hermano mayor. ¿Qué me dices? ¿Te va bien?

–Sí –dije– Dame unos minutos que acabe de prepararme.

–Vale, en cinco minutos estoy ahí.

–Perfecto.

Se quedó callado al otro lado, sabía que él estaba sonriendo de la misma forma que lo hacía yo.

–¿No piensas colgar? –le pregunté.

–Esperaba que lo hicieses tú.

–Adiós Eric –suspiré y le escuché reír.

Separé el teléfono de mi oreja para darle a colgar pero le escuché hablar:

–Luna...

–¿Qué?

–Nada, sólo que... –hizo una pausa haciéndose esperar, quería matarlo– tengo muchas ganas de verte –matarlo, sí, pero a besos. Sonreí como una tonta como siempre hacía cuando estaba o hablaba con él y colgué.

Acabé de prepararme, no sé por qué quería darle una buena impresión, como si tuviese que ponerme perfecta para él; sencilla pero perfecta. Me miré al espejo y escuché como alguien tocó el claxon. Me asomé a la ventana y vi que era él. Me mordí el labio y bajé corriendo las escaleras. Escribí una nota que dejé pegada en la nevera para Denis que ponía que había salido con Lucía. Yo ya me había encargado de decirle a Lucía que si mi hermano le preguntaba le dijese que había estado conmigo. 

Salí de casa y me subí al coche. Me miró con una sonrisa y susurré un 'hola'.

–¿No piensas saludarme? –preguntó.

–Acabo de hacerlo.

se rió y se desabrochó el cinturón. Acercó su cara a la mía para besarme mientras una de sus manos iba a mis piernas. Le rodeé el cuello con mis brazos y empezamos a besarnos como si hubiéramos pasado meses lejos el uno del otro cuando en realidad solo habían pasado unas cuantas horas. Lentamente subía mi mano hacia arriba, no sé si lo hacía aposta pero me ponía nerviosa. Me separé un poco de él para coger aire, sonreí, parecía muy dispuesto a matarme a besos y para qué engañarnos, chicos, qué buena forma de morir. Puse una de mis manos encima de la suya para que parase.

–Me pones nerviosa –admití y entrelazó nuestras manos.

–Me gusta ponerte nerviosa –sonrió y volvió a ponerse bien en el asiento. Se abrochó el cinturón y arrancó el coche.

Me giré en el asiento para poder ver todos y cada uno de sus gestos al conducir. De vez en cuando se giraba y me pillaba mirándole cosa que hacía que se mordiese el labio y sonriera.

–No hagas eso– le pedí.

–¿El qué? –preguntó haciendo ver que no entendía nada de lo que le estaba hablando.

"La historia de mi vida..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora