Capítulo 21

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El suave sonido de una ciudad volviendo a la vida en el exterior del departamento, despertó a la hermosa mujer de cabello tan oscuro como la noche, quién, segundos atrás, dormía plácidamente en el mullido sillón del living.

Daphne se incorporó de su posición horizontal, y al instante sintió las oleadas de dolor, enviadas por sus músculos entumecidos. Se dió cuenta que había sido una pésima idea dormir allí, pero no se arrepentía de su decisión; luego de ver a Dorian marcharse a su cuarto antes de cenar, se dió cuenta que quizás él necesitaba su espacio.

Observando el lugar con sus oscuros ojos somnolientos, divisó, junto a la enorme ventana de cristal, la esbelta figura de un hombre, observando la ciudad vibrante de vida bajo sus pies.

—Buenos días—dijo ella, sin lograr esconder el dolor de su cuerpo reflejado en su voz.

La figura pareció sorprenderse ante aquel sonido, y con rapidez volteó en su dirección. Cuando por fin sus ojos color noche lograron adaptarse al sol, permitiéndole distinguir el rostro del hombre frente a ella, supo a quién acababa de saludar.

—Buenos días Daph—contestó Dorian, regalandole una encantadora sonrisa, al tiempo que se aproximaba a ella.

Ella pasó una mano por su cabello revuelto, en un intento por someterlo, mientras observaba el lugar buscando señales del posible paradero de Luca.

—No está, se marchó hace media hora diciendo que debía hacer algo.—comenzó a decir el atractivo millonario, haciendo una pausa para tomar un sorbo de su taza de café—Se llevó tu motocicleta, me dijo que tú solías prestarcela.

Los ojos de Daphne se expandieron, al tiempo que su expresión somnolienta cambiaba a una de indignación y cólera creciente.

—Hice mal en dejarlo ir ¿No?—se atrevió a susurrar Dorian, percatandose del brusco cambio en el rostro de la mujer.

—No es tu culpa. Luca sabe muy bien que no le presto mi moto a nadie—contestó la mujer, con ojos de demonio.

Observandola con detenimiento, el millonario sintió verdadera lastima y empatía por el agente. Estaba seguro de que la mujer podría llegar a ser más brutal que las propias llamas del infierno, si se lo proponía. Sin lugar a duda, en aquel momento, no lo envidiaba en lo absoluto.

—¿Quieres un café para desayunar?—murmuró Dorian, en un intento por distraer la mente de la mujer.

Y lo consiguió, el semblante de ella cambió, volviendo a relajarse, al menos un poco, mientras le regalaba una suave sonrisa.

—Eso no se pregunta Dorian—contestó ella poniéndose de pie—solo déjame ir al baño primero, o mi aliento desintegrará la taza.

El atractivo millonario sonrió y negó con la cabeza, mientras la observaba caminar hacia el baño. En el poco tiempo que tenían viviendo juntos, se había dado cuenta de lo increíble que era compartir su vida cotidiana con alguien.

Mientras la veía desaparecer dentro del baño de invitados, le fue imposible alejar el doloroso recuerdo de la noche anterior. Dorian no lograba saber qué había sido peor enfrentar, la idea de un medio hermano, o el hecho de que su enorme cama estaba vacía.

 Dorian no lograba saber qué había sido peor enfrentar, la idea de un medio hermano, o el hecho de que su enorme cama estaba vacía

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