Capítulo 25

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Advertencia, el siguiente capítulo contiene material no apto para todo público.
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El beso fue gentil y delicada, igual que una mariposa posada sobre una flor. Daphne no lo rechazó, por el contrario, separó sus labios permitiéndole el acceso que parecía pedir con timidez. Sin embargo, aquello no tardó en convertirse en un frenesí de pasión, cuando la lengua de Dorian se deslizó en su interior reclamándola.

Él deslizó sus fuertes brazos alrededor de su cintura, tirando de ella más cerca suyo, necesitando casi unir sus almas, dejándola sentada a horcajadas suyas, sin despegar sus labios.

Como si él estuviera en un desierto y Daphne fuera una gota de agua, Dorian parecía anhelar más y más, aún así, algo dentro suyo lo detuvo en seco, obligándolo a apartarse de ella.

Colocando las manos alrededor del rostro de ella, la sostuvo en su lugar, disfrutando cada rasgo de sus facciones, preguntándose si debía darle espacio y lugar o seguir sus instintos casi animales.

—¿Qué quieres Dorian?—preguntó ella, comenzando a acariciar su torso desnudo con la punta de sus uñas afiladas, solo lujuria y pasión parecían bailar en el brillo de sus ojos—¿Qué deseas?

«A ti» quiso gritarle en respuesta, sin embargo notó el coqueteo en su tono, y no se atrevió a decir la verdad. Ella no lo quería a él de la misma forma que él la deseaba a ella.

—Una distracción, un escape—mintió él en respuesta.

Los ojos color noche de Daphne fueron atravesados por un destello veloz de tristeza, el cual le hizo preguntarse si la reina de las mentiras no había sido capaz de notar la suya.

Sin embargo, y antes de que él pudiera volver a abrir la boca para retractarse, ella se inclinó hacia adelante y respondió.

—Entonces, permíteme el honor de ser tu distracción Dorian Fleyman—ronroneó ella, mientras reclamaba su boca.

Sus labios y lengua parecían danzar sobre los de él de forma autoritaria y posesiva, sin embargo, el millonario parecía mantener una correa atada sobre el mismo, sin atreverse a guiar sus manos más allá de los suaves muslos de ella.

Por el contrario, Daphne parecía invitarlo a ir más allá, sentada a horcajadas suyas, deslizaba sus manos cada vez más cerca de la uve perdida entre las sábanas, al mismo tiempo que intentaba hacerlo recostar por completo.

Aún así, él parecía reacio a ceder, una parte suya diciéndole que aquello estaba mal, después de todo él no quería tener solo sexo con Daphne.

Todo cambió cuando ella, maestra en el arte de la seducción, mordió con delicadeza los carnosos labios de Dorian.

Aquello fue el detonante que liberó la cadena que tenía puesta sobre sí mismo.

Con la respiración entrecortada, acunó la nuca de ella, y aferrando con fuerza su espalda baja, en un simple movimiento invirtió las posiciones, colocándola sobre el colchón.

Aquello lo dejó totalmente expuesto encima de ella, sin embargo, antes de poder contemplar su considerable longitud, Dorian volvió a reclamar sus labios, al tiempo que, con habilidad, le quitaba los pantalones a ella, dejándola solo con una remera holgada y la ropa interior de fino encaje.

De forma paciente y delicada, comenzó a trazar un mapa invisible de caricias con la yema de sus dedos.

Giró una vez alrededor de su ombligo y prosiguió su camino de forma perezosa; con malicia se detuvo junto al elástico de su ropa interior y comenzó a rozar un dedo sensual sobre este do forma tentativa.

Besos de Medianoche 1: Designio ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora