Capitulo 7: ¿Pistas?

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Caroline

Tomé mi chaqueta al llegar a la mesa y Melisa me miró extrañada.
―Hey ¿dónde vas?
―Me largo.
Se paró de la silla y me siguió a pasos hasta la entrada.
―¿Qué pasó con Jack? ―Preguntó agarrándome suavemente el brazo.
―Me está tomando el pelo, eso pasa. ―me suelto de su agarre― Lo siento, Melisa. Sé que querías pasar un buen rato hoy, pero tengo más cosas por las cuales me tengo que preocupar.
Ella se quedó es silencio y asintió. ―Nos vemos otro día entonces.
―Está bien.

Salí del Club y prendí la pantalla de mi celular: 11:15. No tan tarde como para caminar sola por el pueblo, pero sí era tarde para llegar a casa y arriesgarme a que papá preguntara cosas. Es bueno interrogando.
Marqué su número mientras caminaba rápidamente por la famosa y oscura calle Brooklyn.
―Espero que llames por algo importante porque estoy en unos de los mejores capítulos de "Prison Break".
Reí y entorné los ojos divertida ―Nada, sólo llamaba para avisar que me quedaría en la casa de Mel. Llego en la mañana.
―Cariño, si quieres te quedas toda la semana.
―¿Tanto odias que cuide de ti?―traté sonar algo dolida pero los dos sabíamos que estaba divertida con la situación.
―Sí, lo odio.
―Que pesado. Nos vemos mañana. Te quiero.
―Yo igual, mi niña.

Colgué y caminé camino a la comisaria. Debería estar Gabriel terminado algunos documentos. Me ofreció ayuda con el caso y no me negaré a tomarla, menos ahora que Jack comenzó a jugar sucio.

Cuando llegué estaba oscuro y solo se veía la luz de la pantalla de uno de los computadores pero no había nadie en él. Me acerqué mientras me quitaba la chaqueta y la colgaba en el perchero. En la pantalla salía precisamente lo que había estado buscando todo este tiempo.
―¿Gabriel?―pregunté girando para poder ver si se encontraba algo. Me encantaría prender la luz...sólo si supiera donde se encuentra el interruptor.
Escuché ruidos en el casino y me encaminé hacia él, tomé la linterna que estaba en recepción y me acerqué hacia la puerta.
―¿Gabriel, estás por ahí? ―Mi respiración se aceleraba cada vez más y sabía que era estúpido porque es sólo Gabriel quien está ahí, pero la posibilidad de que fuera otra persona me espantaba. No tenía nada más que una estúpida linterna para defenderme y correr con estos estúpidos tacones no era una opción. El ruido ahora provenía del baño y fui hacia él parándome frente la puerta agarrando fuertemente la manilla de la puerta. Está bien...aquí vamos, a la cuenta de tres. 1...2...3 la puerta salió disparada hacia atrás dejándome con las ganas de abrirla yo.
―Hey...si querías entrar al baño sólo tenías que golpear.―Gabriel sonaba divertido.
―Lo siento...yo me asusté porque estaba todo oscuro y se supone que estarías en la oficina.
―Bien, los focos se quemaron igual que mi ojos si no apagas linterna―dijo cubriéndose los ojos con la mano.
―Oh, lo siento, yo...perdón Gabriel. Ando un poco paranoica, ―Corrí la linterna de su cara y le di una media sonrisa.
―Bueno, no te culpo. ¿Que haces aquí hoy? Es tu día libre. ―Comenzó caminar hacia el computador,
―Vine a tomar tu palabra.
―¿Cuál? ¿la de tomar un trago?
―¡No!―le golpeé levemente el brazo― tu ayuda con el caso de los robos y la red de prostitución.
―Bueno, con ese vestido me hiciste pensar cualquier cosa ―rió divertido.―Pero andas de suerte ―me guiñó― encontré información sobre las bandas que podrían estar involucradas en el caso. El dinero que fue robado puede enlazarse a la red de prostitución sexual. Pero mira ―me señaló la pantalla y puso unos vídeos de cámaras de seguridad.― Todos los bancos robados fueron por dos personas y por las características llegamos a la conclusión de que eran siempre las mismas. Como si le hubiesen pagado para hacerlo. Hay que encontrar a esos tipos.
―Bueno, pero Jack Blaz era uno de esos sospechosos y no encontramos nada.
―Bueno, pero es que para ese entonces Ramirez no estaba en la ciudad y él no le convenía decir nada sobre él porque salía perdiendo.
―¿Y que planeas hacer ahora? ―me moví incomoda, era mucha información y tenia que procesar todo.
―¿Qué voy a hacer? Caroline, por más que quisiera ayudarte en todo, no puedo. Este era el caso de tu padre y ahora el tuyo. Espero realmente que no te cueste tanto resolverlo.
―Ramirez está en el Club― solté.
Gabriel me miró de golpe. ―¿Cómo sabes eso?
―Estaba ahí hace unos 20 minutos y todos hablaban de ello.
Él embozó una sonrisa y tomó las llaves del auto. ―Deprisa, la suerte no dura toda la noche. ―Caminó hacia la puerta y la abrió para mí.
―¿Qué quieres decir con eso? ¿iremos al Club? ―Me puse el abrigo de nuevo y salí del lugar sintiendo el frío de la noche sobre mis mejillas y piernas.
―¿Y arriesgarnos a que me vea? Él me conoce perfectamente, Caroline. Yo ayudaba a tu padre en el caso.
Subí al auto junto con él y arrancó de prisa. No prendió las luces del auto ―de esas que van en el techo y que indican "aquí viene la PDI"― para no llamar la atención. Puso la calefacción mientras la temperatura afuera bajaba en demasía.
―Háblame de él.
Gabriel me miró extrañado y algo confundido. ―¿De Ramirez?
―No, de Jack. ―Me acomodé en el asiento y lo miré atenta. ―Siento que nos oculta algo. No está diciendo la verdad y quiero tenerlo entre mis cejas.
―Bueno, no sé. No hay mucho que decir, ha estado en las circunstancias del otro día unas cuatro veces y nunca encontramos nada. De verdad pienso que él no tiene que ver con ninguno de los dos temas.
Vi como se encogió de hombros y sin despegar su mirada de la carretera suspiró. ―Caroline, no te metas con él. Nunca encontrarás nada. La única demanda que tiene es por fornicar en la vía pública, él se encarga de borrar toda evidencia que haya contra él.

¿Fornicar? ¿y este tipo de qué religión era?

―No puedo. ―no puedo porque hace una hora el tipo me tenía pegada a su cintura diciéndome que era inocente. Pero no le creo nada.― seguiré investigando.
―Bueno, señora ―dijo derrotado.
Llegamos al final de la ciudad, donde las casas estaban a un kilómetro de distancia. Todas con estructuras finas y firmes.
Apartamos en la orilla de la carretera de tierra, estaba todo oscuro y el único sonido que había por el sector era el de una noria en la casa de al frente.
―¿Qué hacemos aquí?― pregunté.
―¿Confías en mí?
―Bueno, compañero, si me traes al final de la ciudad y apartamos en el lugar más oscuro del mundo, está medio difícil.
―Nunca te haría daño, Caroline. Vinimos aquí porque esta es la casa de Ramirez. ―Sonó algo irritado ante la situación pero no le di importancia y bajé del auto, algo segundo después él hizo lo mismo.
―¿Puedes saltar muros? O sino te puedes quedar aquí ―preguntó mientras me pasaba una linterna.
Le di una sonrisa burlesca y tomé la linterna.

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