¿Había escuchado correctamente?
― ¿Qué demonios, Melisa? ¿Cuántas veces hablamos de esto? Millones... ― Tiré una oleada de aire por mi boca mientras mi cabeza trataba de analizar todo lo que estaba pasando. Era tan complicado todo.
― Lo sé...
― ¡No! No lo sabes... tienes unos malditos 18 años ¿qué vas a hacer?
― Bueno, primero te calmas... luego veré que hago. Ahora tengo que procesar todo esto ¿tú crees que estoy bien? Necesito tu apoyo, Caroline... ― Me miró suplicante pero yo no podía voltear a verla. ―Pero veo que no lo tendré de todas formas. ―Tomó su polerón de la lana blanca y dándome la última mirada ―pero ésta vez de desilusión― se marchó.
Me castigué mentalmente por mi reacción, pero es que no podía hacerlo de otra forma. No estoy enojada, pero sé lo que es tener un bebé a tan corta edad. No es mi caso, pero sí el de mi madre quien me dio a luz a los diecisiete y a pesar de que ya le había bajado por primera vez la regla hacía unos tres años antes, su útero era demasiado pequeño para contener a un feto de más de 25 semanas de gestación. Lo cual obviamente le trajo serias complicaciones durante el parto.
Terminé de tomar mi café helado y cuando me despedí de Julie, la dueña de la cafetería, me encaminé a mi casa después de un agotador día.
Cuando llegué busqué las llaves en mi bolso negro pero estaban tan al fondo que tendría que sacar toda lo que llevaba para encontrarlas. Me subí al masetero que está al lado de la puerta y tratando de llegar a las canaletas de aguas estiré mi brazo para alcanzar las de emergencia.
―Baja de ahí, jovencita. No quiero que te rompas algo, no estoy para cuidar enfermos.
Miré hacia donde se dirigía la cansada voz y sonreí.
―Pues que todavía no he perdido la práctica. ―Le dije chasqueando divertidamente la lengua.
―Claro que no, pasabas todos los días allí arriba cuando eras pequeña. ―Mi padre estiró la mano para poder bajar pero yo dudé en tomarla. Él no podía hacer mucha fuerza.
―Que puedo sola. Tengo que ver si estoy en buen estado físico. ― No era verdad, pero no quería correr riesgos. No por mí, por él.
Apoyé el pie en el masetero de cemento cuidadosamente y cuando sentí que estaba en terreno seguro salté al piso.
―Ya está...costó, pero lo hice ¿no? ―Él soltó una débil carcajada y yo me sacudí las manos mientras entrabamos a la casa. ― Ahora señor, dígame usted ¿qué está haciendo a las 17:30 horas levantado y en esas condiciones? ―Apunté sus pies los cuales estaban descalzos.
―Tengo 20 años más que tú, señorita. Así que si me vuelves a decir señor no habrá nada más de "Noche de chicas con Melisa." ―Melisa, pensé pero dejaría que se le pasara el enojo y luego la llamaría ― Y con respecto a mis pies, hace calor.
― ¿Calor? Papá, está lloviendo afuera.
―Ya. ―Sé tocó la cabeza como si se le olvidara algo― Ah, está tu cena lista en el microondas, sólo la tienes que calentar.
―Papá...―Dije con un todo de reproche.
― Joder, Caroline. ¿Quieres que esté postrado en esa maldita cama el resto de los días que me quedan?
―No, pero si no me haces caso tendré que traer a alguien para que te cuide. ―dije aburrida de hablar de ello de nuevo.
― ¿Para qué? ¿Para qué me tengan sentado en un sillón al lado de la jodida ventana del segundo piso y ver como todos disfrutan su vida? ―Se tocó la cabeza desesperado sin sabes más que decir, pero lo dijo...― Mi vida está ahí afuera―Apuntó la ventana con su dedo índice― en esa comisaria, que me vio crecer como persona y como detective ¡no hay nadie que haga ese trabajo mejor que yo!
ESTÁS LEYENDO
Criminal
RomanceCaroline tiene 18 años recién cumplidos, acaba de salir del instituto y tiene toda una vida por delante. Pero todo esto se ve interrumpido por quizás la última petición importante que le puede pedir su padre, entrar a la PDI (policia de investigacio...