Al principio, todo le dio vueltas. Los destellos de luz lo cegaban, había un zumbido que lo ensordeció y lo dejó aturdido. Sintió como cada parte de su ser se descomponía y reprimió un grito. Las incontables luces multicolores bailaban mientras él sentía que era destruido y reconstruido. Frank se miró las manos y descubrió que había hecho una estupidez: su piel empezó a deshacerse, dejando la carne, las venas y demás articulaciones al aire libre; luego siguieron las demás partes del cuerpo. Lo peor, y seguro te lo imaginaras lector, es que cuando la piel de su cara empezó a irse, el dolor ya era algo indescriptible. Más no se puede decir que eso era sólo el principió porque lo que aconteció fue la misma carne, desapareciendo hasta dejar nada más que los huesos. Otra vez, el sentirse destruido era algo insólito y hasta llegó a preguntarse cómo es que hablaban de viajar a través del portal con tanta naturalidad. Ya cuando empezó a sentirse polvo, abandonó la idea de que estaba sufriendo.
No supo cuánto duró aquel viaje, pero era seguro que no quería repetirlo –aunque más adelante tendría que hacerlo, pero no nos adelantemos-. Incapaz de resistir, se desmayó, quedando a merced de lo que pasase.-o-
Abrió los ojos, estaba en una cama. Miró por la ventana, aún con el sueño pesándole, el sol apenas estaba saliendo. Desvió la mirada hacía el cuarto: no era tan grande, tenía una cama, un ropero y una mesa de luz iluminada por una bola de energía que se movía dentro de un cristal. Las paredes estaban repletas de símbolos raros, instintivamente dirigió la mano hacía el cinturón buscando algo. Lo encontró y respiró aliviado, aquel cuchillo era su única arma en un Reino desconocido. Volvió a mirar a las paredes y estudio cada uno de los símbolos, eran diferentes a los de Cámbuj, parecían letras.
Se quedó acostado, intentando acomodar sus ideas, de recordar cómo había llegado ahí. Antes de reanudar la experiencia en sus memorias, un chico entró en el cuarto con un cuenco de agua. Lo miró y suspiró.
El Mago dejó el cuenco de agua en la mesita de luz.
—Gracias —dijo el chico, un poco avergonzado.
—Te va a hacer bien, te desmayaste en el viaje espacio-temporal; es normal para un no mago, supongo.
—¿Dónde estamos Ghej? —Preguntó, sentándose en la cama.
No saber en dónde estaba hizo reír al mago. El chico sintió otra vez la impotencia de ser el último en enterarse de todo, no obstante, Ghej señaló con un gesto la ventana: allí afuera se levantaban incontables torres con punta de pico.
—En mi Reino, Frank. Esta es mi casa, el portal nos trajo aquí. ¿Te acuerdas?
Tembló, de hecho no quería recordar el viaje por nada en la vida. De a poco, empezó a levantarse. Descubrió que tenía el calzado puesto al momento de pararse. Tambaleó de lado a lado e intentó reponerse. Con esfuerzo, caminó hasta la ventana y se quedó con la boca abierta. No había casas ahí afuera, sino torres. Incontables torres enormes de distintos colores, con techo en forma de punta y cientos de ventanas. Quería expresar su impresión, pero no podía hablar, en su vida había visto algo semejante. El Mago al ver su tonta cara, volvió a reír.
—De todos los Reinos de Tharatia, es uno de los más hermosos. Tienes suerte de poder verlo, hace años que no viene un forastero —paró y levantó una mano—. Como sea, bebé un poco y ven, si todo sale bien antes de que el sol se ponga de nuevo partiremos al Castillo Oscuro.
Antes de que pudiera agradecer, la expresión de Ghej se tornó sería.
—Solo te voy a pedir que no llames la atención. Si se entera alguien que no eres un Mago, te podrían ejecutar por invasor. ¿Está claro?
Frank asintió lentamente.
—Y otra cosa... —volvió a callar y esta vez miró la puerta—. Del otro lado está mi familia, si preguntan, empezaste tus estudios hace poco en la magia de tierra.
—¿Por qué? —Preguntó sin entender.
—Porque los Magos se especializan en un tipo de magia; yo uso hielo y cuando hago un hechizo mis ojos cambian a color celeste. Al ser un "mago de tierra", tus ojos no cambian, ya que todos los Magos tienen ojos marrones. Además —agregó—. Mi familia no es de hacer muchas preguntas, pero nunca se sabe. Por último, tu apellido es Yj, tu familia es del Reino de Maik. ¿Fui claro?
Asintió, aunque de mala gana. Mentir no le resultaba algo agradable, pero considerando que era un "forastero" no le quedó otra. De hecho estaba bien que Ghej le diera todas esas indicaciones porque sin conocerlo se tomaba demasiadas molestias. No era la primera vez, el chico no olvidaría nunca que fue él quien detuvo a Catriel aquel día en el castillo, de no ser por la intervención del Mago, su aventura hubiese terminado demasiado rápido. Claro, pensó, ahora soy un Mago, por lo menos puedo pretender serlo. Frank respiró hondo y lentamente volvió a asentir. Con un movimiento, Ghej le indicó que abandonara el cuarto. El chico bebió rápidamente.
Salieron y del otro lado los estaba esperando toda la familia: la madre, el padre y tres hermanos; una chica que parecía mayor que Ghej, una que tenía su edad y un niño que no aparentaba tener más de siete años. Era una sala acogedora, con una chimenea de ladrillos negros y adornos bastante raros, por sobre todo estaba cada cosa reluciente. Ghej los saludó uno a uno, los dos hermanos menores a él lo abrazaron con una sonrisa de oreja a oreja. El padre, un señor esbelto con el pelo blanco le dirigió un saludo y siguió su desayuno. La madre tenía el pelo gris y facciones suaves, se acercó y separó a los niños para abrazar a su hijo. Después, saludo a Frank sin inmutarse por tener a un desconocido en su hogar.
—Ha pasado tiempo Ghej, ¿Cómo estuvo la celebración?
El Mago desvió la mirada, se encogió de hombros, evocar el crudo desenlace de la fiesta y los demás días no le generaron placer. Se obligó a devolverle la mirada.
—Bien, ha sido una fiesta entretenida.
—Me alegro, fuiste el único Mago que asistió a la fiesta. Seguro los alegraste a todos —comentó, sentándose en la mesa e invitando a los chicos.
Ghej y Frank intercambiaron una mirada de duda. ¿El único Mago que asistió?, a la fiesta habían ido muchos, más de veinte de distintas familias, él había viajado con ellos. El comentario fue raro, por eso cuando se sentaron Ghej preguntó.
—¿Cómo que fui el único?
El Padre lo miró sorprendido.
—Si hijo, nadie más fue a la celebración. ¿Por qué lo preguntas?
Ghej hizo una expresión sombría. El mismo había visto como otros magos estaban afuera y como habían desaparecido. No siguió hablando del tema, era algo que iba a investigar después. Antes de que pudieran centrarse en el chico, se adelantó a la descripción.
—Este chico es un Mago que se está iniciando, vive en el Reino de Maik. Su nombre es Frank Yj.
El padre le extendió la mano al chico.
—Bienvenido a nuestro humilde hogar, Frank. Mi nombre es Stephen Fafkor. Ella es mi esposa Milena, y ellos son mis otros tres hijos.
—Yo me llamo Tina, soy la mayor —saludó Tina, sonriendo. Tenía el pelo blanco con algunas manchas verdes y era muy linda, con rasgos tan suaves como los de su madre.
—Yo soy Yaran, un gusto Franky —ahora había saludado la que media lo mismo que Ghej, con el pelo blanco manchado de rosa.
—Y yo soy Iván, y soy el mejor Mago de naturaleza que hay en todo el Reino —exclamó el otro riendo, de todos era el único que tenía el pelo castaño, quizá era porque todavía era muy niño, o quizá porque era adoptado, eso te lo dejo a tu criterio, lector.
Sólo puedo agregar que aquella debería ser la familia más feliz que alguna vez hubiese existido, pero aún así contaban con la peor de las desdichas: ninguno nunca pudo ascender en la escala de los Magos, quizá era porque no lo llevaban en la sangre. El padre trabajaba dos jornadas en las fabricas alejadas del centro donde vivían, si bien era manager de producción, lo cierto es que había sufrido por años para obtener el puesto. La madre por su parte nunca fue muy buena en la magia, más que nada se dedicaba a estudiar sobre su uso que a practicarlo. No obstante, sus hijos siempre tuvieron la resolución de sacar adelante el nombre de los Fafkor. Tanto Tina como Ghej sabían que tenían que ascender por todas las escalas posibles. Un Mago nace siéndolo, pero no por ello es un ser completo dentro de su propia jerarquía. Tiene que pasar por un largo entrenamiento, mental y físico, todo con el fin de expandir sus poderes. Para eso existen los exámenes de la academia: el primo es llamado U.M.A. –unidad de magia avanzada-, un desafío de desigualdad para poder romper las barreras que su dios, la Magia, creo, obteniendo el titulo de Mago Avanzado. Después seguía el F.E.M. –fuerza de esencia mágica-, una prueba de enfrentamiento contra un espejismo del mismo Mago, el cual tiene mucho más poder y solo al vencerlo puede romper la segunda barrera, convirtiéndose en un Archimago. Está de más aclarar que no todos lo logran, que de una clase de doscientos sólo diez o doce lo consigan. Por último, está el M.P. –magia pura-, la prueba imposible de la cual se puede obtener el título de Mago Supremo o Alto Mago, pero en caso de fallar, todo el poder es perdido, quedando de nuevo al principio; comparándola con las otras dos pruebas, está es la única que no requiere una pelea, sino meditación para romper la última barrera. Si bien es el sueño de todos los Magos llegar a ello, muchas veces queda en eso, sueños, y es que su dios la Magia se encargó de trabarlos así, sino el mundo estaría plagado de millones de seres ultrapoderosos y rompería con el equilibrio místico que el mismo posee. De hecho, cuando allá en la Cuarta Generación la Magia nació en el mundo, los primeros Magos no tenían trabas, y existió un tirano que casi arrasó con un Reino entero, pero su propio hermano interfirió derrocándolo. Desde esa vez hasta la actualidad, todos los Magos nacen con tres trabas.
A diferencia de sus antepasados, Ghej y Tina fueron los primeros en tener el potencial para ascender de categoría. Y quién sabe, quizá en el futuro lleguen más lejos, pero esa sería otra historia.
—Algún día lo vas a ser hijo —dijo Milena revolviéndole el pelo—. ¿Cuál es tu magia Frank?
—Tierra, señorita —mintió.
—Inició hace poco, todavía no sabe usar magia superficial madre —agregó Ghej.
—Oh, bueno, ojalá la domines —le sonrió—. Es una magia buena, ¿todos en tu familia la usan?
—Si —contestó, sintiéndose culpable por estar mintiendo—. Al menos son mejores que yo.
Antes de que su familia viese el cuchillo de Frank, Ghej cambió ligeramente el color de sus ojos al azul; rápidamente lo ocultó con un hechizo de disfraz. Si bien podría decirles que era un arma canalizadora, lo cierto era que hasta para los Magos eran raras. Aquellos que las portaban pertenecían a la realeza y sus guardias, de modo que un "recién iniciado" no podría llevarla. Cabe aclarar que las armas canalizadoras son una variación de las de nombre propio, su función principal es amplificar los poderes del portador. De no haberlo pensado tarde, quizá nunca tendría que haberlo hecho delante de sus padres, pero por más que ellos no se dieron cuenta del ligero cambio de color, su hermana Tina si lo percibió, aunque haya hecho caso omiso, más tarde encararía a su hermano para preguntarle por qué estaba mintiendo.
Stephen siguió su desayuno sin prestarle demasiada atención al invitado, de hecho no era un hombre de muchas palabras, pero si exigente con sus hijos. Mirase por donde se mirase, los Fafkor eran una familia acogedora y agradable, por lo que Frank se sentía a gusto con ellos, era un cambio de ambiente necesario, pero por alguna razón ver como ellos funcionaban lo hacía sentirse vacio.
Una vez que terminaron de desayunar, la madre le contó cuántos días habían pasado desde que Ghej se había ido. No se sorprendió al escuchar que habían pasado tres meses, mientras que para él sólo fueron algunas semanas.
Ghej se levantó, haciéndole seña al chico para que lo acompañase, lo que a Frank no le parecía mala idea, no quería tener que seguir mintiendo. No obstante, antes de que ambos abandonaran la residencia, Stephen los detuvo.
—Ghej, espero que recuerdes y hayas entrenado para el U.M.A de mañana.
El Mago ahogó una expresión de asombro, simulándola con la mano en su cabello.
—¡Cómo podría olvidarlo! —mintió, lo cierto es que con la diferencia de tiempo entre un Reino y otro, creía que todavía, no obstante lo siguiente no fue una mentira—: He practicado, lo he hecho siempre que pude.
Y así era, Ghej estuvo en el Reino de Maik tres días antes de la celebración, y tras ella y todas sus repercusiones, siguió entrenando siempre que tuvo un momento de intimidad. La pelea con el Pirata Catriel había servido para medir sus límites; desde ese encuentro aprovechó todo lo que pudo para mejorar hasta donde su capacidad le permitiera.
—Confiamos en ti, hijo. Que la Magia te guie.
—Que la Magia os resguarde.
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Entre Alas y Sombras
FantasíaFrank es un muchacho de diecisiete años en su ultimo año de secundaria. Maik es el rey de un Reino fantástico en un mundo de cuento. Ambos vivieron sus vidas en relativa paz, pero serían sorprendidos por la amenaza de Ercan Kreighter, el Realista...