Corto: Nexo de Realidad

12 7 0
                                    

Maik Finter, el Rey Rojo y Negro, observaba las múltiples ventanitas del cuarto. No se sentía cansado, pero sabía que había estado semanas despierto. Tampoco tenía hambre o sed, ni siquiera se sentía sucio. Preguntaba repetidas veces cómo lograría salir de esa cárcel, aquella prisión creada para tener encerrado a uno de los seres más poderosos de Tharatia. Antes, había logrado transferir parte de su poder y llegar al sueño de Maile Sergf, la Intelectual, aunque había sido por corto tiempo, ya que las paredes anularon todo el poder que le quedaba y ni siquiera había podido decir mucho por respetar la naturaleza caprichosa de los sueños.
     Había golpeado, gritado, incluso intentado hacer algún hechizo, pero todo resultaba ser inútil. Hasta desató absolutamente todo su poder, el cual nunca había sido mostrado a nadie. Pero ni con su mayor esfuerzo logró rasgar la prisión.
     Podía ver los mundos principales de las distintas Realidades: Tharatia, Tierra, Zethel, Jhag'tara, Kilen, Bifvor, y muchos otros. Por un corto tiempo, podía mirar en algún mundo, aprender al menos su nombre. En Zethel, por ejemplo, había un chico con su mismo nombre, un "Mago de Hielo", acompañado por un "Inventor" de nombre Law Krovo, que le recordaba a cierto Pirata que conoció durante sus viajes. En Kilen, el mundo era dominado por los señores de las sombras y se encontraba en un constante tira y afloja sobre qué facción dominaba, aunque el que Maik creía que era el villano (de nombre Leslee) le resultaba particularmente aterrador. En Jhag'tara, la gente mataba a otros para consumir algo que llamaban "Alma" y fortalecerse. Muchas veces se preguntaba cuál era el sentido de ver diferentes versiones suyas, o ver versiones de sus amigos, o mundos que eran exactamente como la Tierra, pero con diferente nombre (Kilen). Hacía que se sintiera diminuto, una hormiga en una colonia infinita. Otras veces, voces inundaban su cabeza; primero una, luego otra, hasta llenarlo de ruido mezclado. Sobre todas las cosas, el rey Maik intentaba encontrar la forma de salir. Había visto cómo todos los habitantes de su Reino (y los invitados) desaparecían. Observaba el caos que estaba desatando Ercan Kreigter, el Realista. Hasta veía como el joven Frank caminaba por el mundo sin saber nada, justo como él lo hizo hace muchísimos años. Mientras, él lo único que hacía era observar impotente todos los sucesos, sin poder interferir.
     Una lagrima salió de su ojo, recordando los días en los que viajaba por los Reinos. En diez años, había pisado todos los Reinos de Tharatia, desde el Cielo hasta el Infierno. Desde los Hundidos hasta los Escondidos. Conocía de las distintas culturas, aprendía habilidades. Hasta recordaba sus primeras clases con espada. Más de una vez, estuvo a punto de morir. Incluso una ocasión visitó los caminos de Ophaltec, el Eterno Descanso. Lo único que tenía era eso, recuerdos de sus aventuras y, lamentablemente, de las vidas que se perdieron por seguirlo en la búsqueda de su propósito.
     Más lágrimas salían, se sentía inútil y solo. Toda su vida había caminado, a veces acompañado, a veces solo. Pero con los años, se acostumbre a la compañía, a las amistades, a los amores. Ahora, había vuelto al principio, pero sin poder recorrer...
     Hasta que una mano se posó en su hombro. Bruscamente, levantó la cabeza. Aquel contacto había hecho saltar todos sus sentidos. Delante de él, una chica de pelo negro y puntas blancas, con una remera manga larga negra, pantalones negros y tez pálida, lo observaba.
     —No llores, no es propio de un rey derramar lagrimas innecesarias —dijo la chica, agachándose para verlo mejor—. Es un honor conocerte, Maik Finter.
     Maik la miraba confundido.
     —Genial, ahora estoy alucinando —comentó alicaído.
     La chica levantó su mano izquierda y le dio una cachetada.
     —¡Eso dolió! —gritó cebándose el cachete-. ¿¡Por qué hiciste eso!?
     —Para que no creas que soy una ilusión, supongo que ha funcionado —respondió riendo.
     Maik se levantó, la chica lo imitó. Tocó sus hombros, su pelo, cada parte de su cuerpo. Se acercó a su cara, observando el iris de sus ojos marrones.
     —Me estas poniendo incomoda —dijo la chica alejándose un poco.
     —Eres... ¡real! —gritó emocionado—. No eres una ilusión, ¿Cuál es el sentido de esto?
     La chica sonrió.
     —Mi nombre es Charlotte Neven, soy una Siphtet —en todos sus años, Charlotte jamás había mencionado su raza, pero entendía por qué Rea quería rescatar a Maik. El no parecía la clase de persona en la que uno desconfiaría.
     —¿Siphtet? ¿Eso de que mundo es? —preguntó, confundido con una expresión infantil. Eso hizo que la chica sonriera más, en efecto, sus esfuerzos por mantenerse oculta habían sido correctos.
     —Tharatia... —respondió encogiendo los hombros.
     —¡Imposible! —gritó—. Viaje por todos los Reinos conocidos de Tharatia y nunca conocí a ninguna "Siphtet".
     Charlotte suspiró.
     —Solo existen dos. Digamos que no soy un Ser cualquiera, pero no es importante eso, se me está terminando el poder, así que es mejor actuar ahora.
     Maik la observo con duda.
     —¿Qué tienes que hacer aquí? —preguntó, sin entender lo que ella había dicho.
     Charlotte sonrió.
     —Sacarte, ¿O esperas estar toda tu vida encerrado en este lugar?
     El Rey casi rió después de escucharla.
     —Es imposible, no hay escape...
     La chica levantó a Mouht, la espada de nombre propio dejaba caer pequeños copos de nieve.
     —¿Seguro?

     En realidad ni yo estoy segura, pero si he llegado hasta aquí, no me queda de otra pensó, mordiéndose el labio. Charlotte se acercó a una pared, su espada empezó a brillar y, de un golpe, abrió por la mitad una de las paredes. Volteó y agarró su mano. Maik la miró, quiso hablar, pero las palabras no salían aunque lo intentara.
     —Vamos.
     —¿A... a dónde? —preguntó asustado.
     La chica sonrió de una forma cálida.
     —A casa.
     Ambos caminaron hasta pasar la brecha. Una brisa de aire cubrió el rostro de Maik, haciéndolo sentirse vivo de nuevo. Segundos después, desaparecieron y la brecha se cerró.

-o-

     Cuando las paredes fueran restauradas, Rea, una niña de ojos violetas y pelo verde se sentó en el medio del cuarto.
     —Ahora todo queda ensus manos, por favor, no me defrauden.

Entre Alas y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora