Entre Alas y Sombras

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Ardor. Ardor insoportable. Ardor desgarrador. Frank experimentó una turbulencia de emociones violentas al sentir el tacto de la Reina Oscura. Fue como aquel sueño lejano en el que conoció a Caroline Langelotti, la Demonio. No obstante, no se había descontrolado y eso lo desconcertó. Quizá el aura poderosa y opresora de la Reina Oscura reprimía esos sentimientos al punto que ni siquiera había pensado en reaccionar. Tampoco es como si hubiera podido porque el ardor del tatuaje lo penetraba y dormía todos sus sentidos. Esto es lo que yo les doy a ustedes, considérenlo un regalo y una maldición había dicho ella. Maldición. Claro, estaba siendo maldito a ciegas.
     A Katherine, por su lado, le resultaba insoportable estar sufriendo. Trataba de consolarse pensando en que podía aclarar las dudas (aunque todavía no entendía cómo) y tener las respuestas. Recordaba aquel día que sus padres, los que la habían criado durante dieciocho años, le confesaron una verdad desgarradora. La querían, y ella lo sabía, pero ese día, la semilla de la incertidumbre la había consumido y no pensó demasiado en cómo habían quedado las cosas en su hogar. Era algo que no se le había cruzado por la cabeza desde que emprendió el viaje. El ardor la sucumbía y ella solo imaginaba en que su madre (la verdadera) la estaría esperando y, en el momento adecuado, la abofetearía por haberse ido y dejarla.
     Ambos habían caído de rodillas y la Reina Oscura se había agachado, sufriendo una transformación intimidante. Cuando sus garras estuvieron a medio centímetro de su pecho, Frank empezó a experimentar una regresión en tercera persona. Era estar y no estar en los recuerdos. Primero vio oscuridad y un leve susurro.
     —Kane... Kane, tienes que ser fuerte, te amamos, no lo olvides...
     —No tenemos más tiempo amor, tiene que ser ahora sino...
     Un hombre y una mujer. Ambos con una voz desesperada parecían despedirse.
     ¿Kane? Pensó. ¿Quién es Kane?
     Seguido, vio una luz cegadora y escuchó sus llantos. Un hombre con ropa blanca y un barbijo levantaba un bebé que movía adrede sus extremidades. Había un hombre alto y de pelo marrón con una cámara filmando todo, mientras que en la cama una mujer respiraba con dificultad. El cuarto estaba lleno de maquinas y aparatos de operación. El hombre de blanco se acercó con el bebé en brazos y la mujer sonrió con una felicidad materna indiscutible.
     —Frank Spizzi, vas a ser un gran niño, hijo.
     El chico miró la escena y sintió una puntada en el corazón. Su nacimiento, estaba presenciando su nacimiento. Después, la escena se desvaneció y empezó a ver secuencias aleatorias de su crecimiento. Su primer día en el jardín, la entrada a la primaria. Sus amigos, sus peleas, sus momentos felices y tristes. La entrada a la secundaria, su primer beso, su primer cigarrillo. Todo. Estaba viendo literalmente toda su vida pasar delante de sus ojos. Al fin recordaba quien era y, más importante, al culpable de su aventura, de su sufrimiento, de todas sus dudas en el momento que despertó en el castillo de Maik: Ercan. Ercan Kreigter, el Realista. ¡Mi nombre es Ercan Kreigter, el Realista!, y dile a los fracasados de Tharatia que después de arrasar con este patético mundo, voy a seguir por el de ellos fue su declaración de guerra antes de mandarlo sin recuerdos a Tharatia, indefenso. Rabia. Aquel ser le había arrebatado su vida. Después de todo, Frank solo era un chico cualquiera con una vida simple. Las imágenes no pararon y siguieron recordándole los días en el Reino de Maik, Meya, Maile, Teint, Nora, Catriel, Constantine, Normandine, Bein, Cyb, Ghej, Caroline... aquellos que lo juzgaron y presionaron, como aquellos que trataron de acercarse y tratarlo bien. El Reino de los Magos. Elizabeth capturándolo. El Vagabundo Eric y su encuentro repentino con Katherine. A la selva de rostros y por último, el trono de la Reina Oscura. Sin embargo, no hubo oportunidad de reaccionar y sintió cómo las garras traspasaban su pecho y oprimían el corazón, oscureciendo su visión por completo y desconectándolo de la vida.
     Katherine pasó por el mismo proceso. Lo suyo fue más un recordatorio amargo. Toda su vida había sido tranquila después de todo. Hasta el día de su cumpleaños. En ese mismo momento, corrió con su fiel amigo Valts y recorrieron senderos, bosques, prados y llanuras hasta llegar al desierto ardiente. Peleando por la vida de Ianatsz contra el Cazador Damián. Reclutando a Nero. Encontrándose con Frank y uniéndose al mismo viaje. Tanto había pasado en tan poco tiempo y todo para sentirse maldita por la Reina Oscura y peor, las garras que la atravesaban, asesinándola y alejándola más de lo que ella había pensado.

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