—Y, esas son las 34 razones por lo cual debería recibir una respuesta positiva.
Pulí una encantadora sonrisa, justo como la había practicado cientos de veces frente al espejo. Me esmeré en serio por lucir como alguien confiable, pero a la vez juiciosa. En la forma que soltaba las palabras sin hacer súplicas infantiles, sobre todo mi recta pose y despreocupado tono que se supone que dieran a entender que tomaría cualquiera que fuera su decisión final con indiferencia.
Aunque él sabía que sí me importaba.
El general Kirigan no dejó de mirarme en todo mi derroche de palabras. Fruncía el ceño o inclinaba la cabeza, meditando mi exposición de ideas.
Cuando dio por seguro que había terminado y esperaba su intervención apoyó los codos sobre su escritorio e hizo chirriar la silla de madera.
Hacía lo que fuera por evitar enfrentarme.
Me tomé muchísimas molestias para poder solicitar esta reunión. Últimamente no se le veía por los alrededores, y el no era de los que se ponían a platicar sobre su trabajo, así que mi información se limitaba a: «misiones que requieren su presencia».
Era la primera y quizás última ocasión que estaba en su despacho. Aquí atendía lo más importante y el acceso eso estrictamente solicitado por el general. El mismo que pude obtener alegando que con extremada urgencia tenía que hablar con el.
Después de escucharme estoy segura de que concluyó que no tenemos la misma definición de urgente.
Yo juraba que su despacho combinaría con su personalidad, y nunca creí estar tan en lo correcto. No había ventanas a la vista, el lugar carecía de luz alguna. Aparte de unas velas derritiéndose que daban un aspecto bastante turbio y siniestro, tanto a la sala como al general.
Era enorme, sesenta Grisha cabrían cómodamente sin necesidad de pegarse unos a otros o se podían armar bailes sin ningún inconveniente. Di por sentado que se dividía en: espacio para reuniones de alta categoría y, tras una cortinas color carbón, los aposentos del general.
Pero claro que había otras variaciones de color, unos candelabros color plata adornaban ciertos rincones. También predominaba el dorado en uno que otro mueble y un rojo sospechoso corría por una pared...
El general carraspeó, luego aguardó otro rato en silencio agudizando mi ansiedad.
Cambié el peso de un pie a otro, paciente.
—Que la última de tus convincentes razones sea: "Porque tengo diecisiete, y ya estoy algo grande para que me sermonees" no habla muy bien de tu madurez, Lissa.
En mi defensa, creí que se reiría y podríamos pasar compartir un momento como viejos camaradas. En mi mente sonaba bien.
Mis hombros cayeron en señal de inconformidad y rodando los ojos, bufé.
—Eso tampoco.—acotó el general Kirigan.
«Veamos, nada que pueda verse como un berrinche. Es tu superior».
—Merezco un voto de confianza.—repliqué en calma.
—No es cuestión de confianza.—contraatacó—Hablo de que por ningún motivo voy a dejar que una de los dos únicos invocadores de sombras se una al Segundo Ejército arriesgando su integridad física.
—La vida es un riesgo constante.—alegué.
—¿Ese es el motivo de tu afán por ser soldado?
—Quiero ser útil.—reprimí los ademanes de frustración. El no lo comprendería, su deporte favorito era ver mis aspiraciones como caprichos— ¿No dicen que ese el propósito de nuestra existencia?
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Dulce Penumbra |Sombra y Hueso
FanfictionSe aprenden desde pequeños que no se debe morder la mano que te da de comer. Considerados simples mascotas del rey o no los Grisha deben su lealtad al mayor soberano, quien les promete estatus y resguardo a cambio de sus servicios. Lissa no es difer...