—Estamos a tiempo de volver. —me recordó el general Kirigan, por enésima vez.
Me miró por encima de su hombro presionando una respuesta de mi parte que fuera a su favor.
—Si el problema principal es que va a extrañarme solo tiene que admitirlo.—dije en un hilillo se voz.
Él avanzaba a grandes zancadas y solo regulaba la velocidad cuando se daba cuenta de que me estaba quedando atrás. Se le notaba tenso, y no se esforzaba por disimular.
Yo tampoco estaba en mejor estado, la noche anterior apenas dormí. Me la pasé recorriendo mi habitación y analizando cada rincón como si fuera lo más interesante del mundo, cuando ni de lejos lo era. Podría pasar fácilmente por las que estaban habilitadas para invitados, o de no ser porque se mantenía limpia quizás como una sin dueño. Nunca me había molestado en personalizarla, y no sabía por qué ahora me molestaba tanto ese detalle. Aún en los primeros años tenía miedo de que me la arrebataran en algún momento. Todavía seguía sin apegarme a ella completamente, y era una total estupidez que pensara de esa manera. ¿Por qué alguien me echaría de aquí?
Con el pasar de las horas me quedé bastante tiempo contemplando el cielo nocturno desde el alféizar de mi ventana. Hacer aquello me calmaba o despejaba mi mente, pero en en su lugar empecé a recordar las lecciones de historia del general que acostumbraba a darme en su tiempo libre. Me contaba como algunas constelaciones obtuvieron su nombre, algo de lo que más tarde yo no recordaría nada. Quizás el también lo supiera, pero a mi me gustaba oírlo a hablar y a él obtener la atención de las personas.
Las nombré en voz alta imitando la pronunciación del general. Hasta que las estrellas desaparecieron por completo dejando en su lugar al amanecer. Para mi había tardado una eternidad y cuando finalmente aparecieron los primeros rayos del sol no me contuve a revisar los calendarios para una confirmación que no necesitaba.
Porque ya era el día.
Sabía que más tarde el cansancio me me cobraría factura y quizás diera una imagen poco profesional, pero en ese momento no me preocupaba. Mi cuerpo estaba lleno de nervios combinados con adrenalina que me mantuvo lo suficientemente activa para prepararme en un abrir y cerrar de ojos.
Tendí mi cama medio desordenada y volví a destenderla para matar el tiempo volviendo a arreglarla.
Ya tenía mis guantes puestos así que no me quedaban uñas que devorar. Volví a a dirigirme a la ventana viendo como el sol ascendía lentamente. Era demasiado temprano, me tocaría esperar. Y eso hice.
Fueron los segundos más largos de mi vida hasta que oí cuatro golpes sonar en mi puerta. No le pregunté al general Kirigan que hacía allí porque me era obvio. Pronunció mi nombre a modo de saludo y se hizo a un lado para que pudiera salir.
Mientras se cerraba le eché un último vistazo a mi habitación, prometiéndome mentalmente que regresaría. Por supuesto que lo haría, y no permití pensar lo contrario. Ahogué un suspiro y seguí al general que ya me llevaba la delantera.
Me mordía constantemente el interior de la mejilla.
—Tenemos que hablar de las reglas.—anunció.
—¿Reglas? —hice una mueca—. Oh, claro. Mi tutor y todo eso.
No le hizo mucha gracia mi tono burlesco, y lo demostró dándome su mejor ceja alzada.
—No te vas a separar de tu grupo, por nada ni nadie —continúo—. Tienen que permanecer unidos pase lo que pase. Nada de querer aventurarte a lugares que no conoces por ti misma.
—Copiado.—asentí.
—Nada de bebidas alcohólicas. Tu cuerpo es tu templo, mantén tu templo estable.
ESTÁS LEYENDO
Dulce Penumbra |Sombra y Hueso
FanficSe aprenden desde pequeños que no se debe morder la mano que te da de comer. Considerados simples mascotas del rey o no los Grisha deben su lealtad al mayor soberano, quien les promete estatus y resguardo a cambio de sus servicios. Lissa no es difer...