La única persona que se encontraba en la tienda era Zoya Nazyalensky descansando en su cama asignada. No tenía idea de donde sacó ese antifaz de terciopelo rojo o como era posible que durmiera boca arriba de una forma tan perfecta. Era raro que estuviera aquí mientras los demás evidentemente trasnochaban pero supongo que el sueño reparador de Zoya no lo interrumpe ni el Santo más venerado.
Me quité la kefta y me puse cómoda, ya no aguantaba aquella ropa y menos las botas.
A mi no me apetecía volver a salir y menos sin mis amigos. Tampoco me dormiría pronto gracias a los ronquidos de Zoya.
Moví mi muñeca para apagar las velas. Se habían consumido hasta la mitad por lo que alguien las debió de cambiar hace poco. La llama desapareció y seguido de ello escuché un estruendo, también oí a alguien, o algo, reprimir un grito.
Miré a Zoya pero ella solo movió la nariz y se giró dándome la espalda para continuar en sus sueños.
Estas tiendas fueron hechas especialmente para una gran cantidad de personas. Al entrar veías camas por todos lados, ropa hecha un ovillo sobre las sábanas y pequeñas maletas acomodadas. Más allá dividido por unas cortinas teníamos una modesta imitación de sala de estar. Pocos sillones, una mesa y los suministros necesarios que creían que podíamos necesitar. El ruido vino de allí.
Mi instinto me llevó a adoptar una posición de ataque, estaba alerta y sin necesidad de mover mis manos ya había sombras reflejándose en las paredes. No tenía del todo control pero era inofensivas hasta que yo decidía lo contrario.
La idea de despertar a Zoya pasó fugaz en mi mente. Traería más tiempo en despertarla que en inmovilizar lo que sea que estuviera allí y lo más probable es que no me diera su ayuda sino burlas girando en torno a si no era lo suficiente mayor para encargarme yo sola de problemas.
Si era algún animal el trabajo se reduciría a espantar y cubrir los daños, sería fácil.
Avancé para mover la cortina y lo que me recibió fue un cuerpo que, a pesar de la penumbra, parecía humano a cuatro patas en el suelo tanteando a ciegas con sus manos. Mi pie chocó con algo liviano y lo mandó al otro lado de la habitación. Ese movimiento hizo que nuestro invitado finalmente notara que no estaba solo.
—No es lo que parece.
Su voz hizo lo posible por no desvanecerse al decir esas cinco palabras. Se puso de pie a una velocidad increíble y cuando mis ojos de adaptaron a la oscuridad vi a un chico. Era un poco más alto que yo y aún así me rehuía la mirada.
Sus músculos estaban tensos, retrocedió con pisadas largas sin despegar sus ojos de mi. No emitía ningún sonido, se movía con tanto cuidado que terminé escuchando solamente su respiración.
—No soy un puma deja de creer que voy a saltarte encima. —dije, casi divertida.
—¿No vas a comerme? Que alivio. —usó un tono sarcástico eclipsado por una risa nerviosa.
—No suelo merendar intrusos. —me llevé los brazos atrás de mi espalda. Ahora que mi visión estaba mejorando vi lo que estaba intentando recoger del suelo, eran frutas las que antes habían estado en un cuenco que también se hallaba tirado —¿Estás llevándote propiedad Grisha sin el permiso requerido?
—No. —se apresuró a contestar. —Claro que no, es que pasaba por aquí y mi sexto sentido me indicó que había un desorden llevándose a cabo y nadie se había dignado a recogerlo. ¿Te lo puedes creer?
—¿En serio? —pestañeé fingiendo la misma incredulidad.
—Lo mismo me dije. ¿En serio esto está pasando y yo no estoy ahí para salvar el día? Tengo un alma muy caritativa, en mis días libres doy de comer a peces y soy...
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Dulce Penumbra |Sombra y Hueso
FanficSe aprenden desde pequeños que no se debe morder la mano que te da de comer. Considerados simples mascotas del rey o no los Grisha deben su lealtad al mayor soberano, quien les promete estatus y resguardo a cambio de sus servicios. Lissa no es difer...