Capítulo 8: Alina Starkov

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—Habría sido fantástico que te quedaras en casa.—susurró el general, la calma que emanaba comenzó a disiparse, el ritmo de sus respiraciones fue volviéndose más irregular.

No recuerdo la última vez que lo vi mostrando algún índice de preocupación. El no se exponía a la Sombra, como Grisha no serviría de nada aquí y yo tampoco.

Pero ambos estábamos aquí por razones diferentes.

—¿No le parece muy tarde para decir eso?—respondí en el mismo tono.

—Aunque hubiese contando con todo el tiempo del mundo no te habría hecho cambiar de opinión, y estas en una edad muy insoportable con tal de que me dejaras en paz te daría ese permiso.

—No soy tan irritante.

—Sí, lo eres.

Mis ojos se movieron en la oscuridad buscando señal de movimiento aéreo. No conocía con exactitud la forma de un volcra, tampoco de que eran capaces. Al preguntar obtenía la misma respuesta: son grandes, peligrosos y no quieres estar mano a mano con ellos. En caso de avistamiento lo recomendable era neutralizar a la distancia. En caso de correr con la mala suerte de un ataque directo preservar la vida de los tripulantes depende del mismo, lo primordial era llegar al otro lado.

Lo que más o menos significaba que tener perdidas humanas no era un gran problema. El rey disfrazaba su buena acción de acoger niños grishas para criarlos como cerdos al matadero, y no le importaba perder unos pocos si todos los años nuevas filas entraban al Pequeño Palacio. Y la misma opinión tenía con el Primer Ejército, llegarían más.

—Lo que pasará ahora no será bonito.—me avisó el general como si ya no fuera obvio—A mi lado, ¿de acuerdo?

Oí que amartillaban pistolas y preparaban las flechas. Alguien gritó:

—¡Prepárense!

Esperamos, escuchando el sonido de los aleteos en el aire, cada vez más alto conforme nos acercábamos, como los tambores de un ejército que se aproximara.

—¡Fuego!

La orden sonó seguida del estallido de los fusiles y un silbido explosivo cuando las oleadas de fuego Grisha estallaron desde cada uno de los esquifes.

Entrecerré los ojos ante la repentina claridad, esperando a que se me ajustara la visión. A la luz del fuego, los vi. Se suponía que los volcra se movían en bandadas pequeñas, pero eran… no docenas, sino cientos, cerniéndose en el aire alrededor del esquife, descendiendo en picado. Eran más terroríficos que cualquier monstruo que pudiera haber imaginado. Mi cicatriz ahora picaba, y me daba la impresión de que quería volver a abrirse.

Sonaron disparos. Los arqueros lanzaron sus flechas, y los chillidos de los volcra rasgaron el aire, agudos y terribles.

El general se mantenía impasible sin mostrar signos de querer ayudar. Su guardia personal esperaba detrás suyo alguna orden mientras contribuían desde lejos con algunos disparos o en caso de los pocos mortificadores que ya se estaban dispersando para contribuir en batalla.

Me disponía a hacer lo mismo, pero fui detenida, se las arregló para deshacer el agarre de mi mano y atrapó mi antebrazo bajo su axila.

—¡¿Qué está haciendo?!—chillé intercalando la mirada entre el general y el terrible panorama que se manifestaba a nuestros pies.

Un soldado del Primer Ejército tenía a un volcra encima rasgándole la piel, no distinguía si era hombre o mujer solo tenía un uniforme destrozado para identificarlo. Los gritos de sufrimiento se fueron apagando hasta convertirse en sollozos, estaba siendo arrastrado por la cubierta por el monstruo dejando un rastro de sangre y arañazos en en suelo. Terminó por abrir las alas y alzando el vuelo con su presa entre los dientes, se mezcló con la oscuridad hasta desaparecer. La escena pasó tan rápido que tarde en procesar lo que estaba viendo, él o ella pudo ser alguno de los amigos de Phoebe, pude haberlo conocido y solo me quedé mirando como moría.

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⏰ Última actualización: Apr 28, 2023 ⏰

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