33. Graduación

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Continuación...

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Años más tarde.

La universidad se encontraba de fiesta, la culminación de una etapa escolar y el comienzo de otra, calcomía los corazones de sus estudiantes.

Aquella prestigiosa institución que por años los vió formarse, se vió saturada de público que asistía al auditorio para la ceremonia de una generación más.

Pronto, el lugar se llenó de aplausos al recibir a los graduados dando pie al programa de clausura.

Amigos, familiares y compañeros, todos eran participé de un evento simbólico, único.

Todos, excepto una.

—Por dios, Silvana. Te dije que tomaramos el otro camino. Ahora vamos a llegar hasta quién sabe que hora —expresó Renata molesta luego de que ambas regresaran del extranjero, justo el día de la graduación.

—Calma amor, llegaremos a tiempo para el cierre de la ceremonia. Tu grupo es el último en pasar —soltó la pelinegra con tranquilidad mientras conducía a velocidad moderada. 

A pesar de mostrarse confiada, la realidad es que según el GPS, faltaría cerca de dos horas para entrar a la ciudad y luego, media hora más hasta el auditorio donde se estaba llevando a cabo el evento.

Si era franca, no les daría tiempo de llegar. Por lo que sólo esperaba que su esposa no se molestara más de lo que ya se encontraba.

Pero si se buscaran culpables, en esta ocasión, el principal sería el retraso del vuelo por las condiciones climatológicas y el segundo, la tardanza de la rubia en alistarse para el día de su graduación. Aunque esté último en especial, Silvana evitaría señalar a toda costa.

Y como si las cosas malas siempre vinieran juntas. De repente, escucharon un ruido estrepitoso en la parte delantera del auto. Las llantas derraparon, Silvana sujetó con fuerza el volante intentando controlar la dirección del vehículo hasta conseguir frenar al costado de la carretera.

—¡¿Estas bien, cariño?! —volteó a ver con angustia a Renata quien se mantenía sujeta fuertemente al cinturón de seguridad—. ¿No te hiciste daño?

—No. ¿Qué sucedió? —preguntó preocupada.

—Creo que fue un neumático —se quitó el cinturón y bajó a revisar. Se dió cuenta que la llanta delantera estaba desecha.

Renata bajó del vehículo para observar el problema también.

—La llanta reventó, el único arreglo es cambiarlo —le informó a la rubia.

—Pues házlo, tenemos un repuesto y la herramienta ¿No? —mencionó con obviedad. Silvana la observó arqueando la ceja antes de sonreír.

—Cariño, se que puedo saber de muchas cosas, pero mi conocimiento no incluye un manual de como cambiar una llanta de auto.

—¡Oh, rayos! —tragó en seco. Tenía miedo de que se quedaran varadas en aquel solitario sitio, la última película que obligó a Silvana ver, hacía referencia a una situación similar: Un par de turistas que quedaban varados a medio camino, salían a buscar ayuda a la comunidad más cercana y es ahí donde comenzaba el verdadero terror—. Y... ¿Qué sugieres que hagamos? No tengo señal aquí —rogando que no fuera lo que imaginaba.

—Tampoco yo —observó su teléfono—. Creo que tendremos que caminar hasta llegar a la población más cercana, ahí podré llamar a alguien para que venga por nosotros.

3° Parte - La Amante Perfecta ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora