20. Negación

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Disfruten el capítulo.

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—¿Porqué no esperaste a que saliera de ducharme para que te acompañará? —aunque molesta, su tono era sereno.

—Se que dijeron que estarían conmigo en estos momentos pero Amor, hablar con… ella —refiriéndose a su madre—, es algo que necesito hacer yo sola.

—Cariño, tú no debes enfrentar este problema sin ayuda, por eso estamos Mónica y yo, contigo. Acaso ¿No confías en nosotras?

—Lo hago. Pero la cosa no va por ahí. Mi madre es algo… especial, y sé que nada bueno saldría si los llevaba también. Prefiero evitar algún problema o cuestionamiento que pueda afectar la decisión que se tome.

Hasta ese punto era comprensible, Renata sabía un poco del carácter de aquella mujer, algo que la hacía  sentir incómoda y molesta.

¿Cómo una madre podía abandonar a sus hijos sin siquiera tocarse el corazón?

Era deplorable, y en ese sentido con el  temperamento de la rubia cuando sabe que algo no es correcto o se comete una injusticia quizá se hubiera desatado el infierno, y decirle un par de cosas a esa mujer sería la vía más rápida al dejar fluir su malestar.

—Mi amor —la interrumpió—, entiendo tu preocupación pero descuida, estaré bien.

—De acuerdo —comprendió que era lo mejor para todos, en especial para su hermano. No dejaba de sentirse preocupada por su novia, pero como bien dijo, esperaban encontrar la solución al problema con esa visita—. Llámame si sucede algo, estaré al pendiente del celular.

—Si, mi vida —habló serena, transmitiendole la confianza suficiente, en aquella locura que ella misma decidió hacer—. Te amo.

—Yo más.

—Fin de la llamada.

Renata observó por última vez el celular con esa creciente necesidad de plantarle un beso a Silvana expresando todo el amor que sentía por ella.

Lástima que debiera esperar un poco más.

—¿Y bien? —preguntó Mónica mirándola de reojo mientras hojeaba una revista del hotel donde se encontraban hospedadas—. ¿Qué te dijo esa cabeza de chorlito? ¿Porqué no nos espero?

—Dice que necesitaba ir sola, puede que sea lo mejor si su ayuda queremos tener —se sentó a un costado del lujoso sofá.

—Mi prima puede ser tan impulsiva a veces —dejó la revista a un lado para servir dos tazas de té, extendiendo una a la rubia—. Pero sí, quizá sea mejor así.

—Debemos confiar en que todo irá bien —tomó la taza y esperó a que Mónica regresara a su lugar. Un silencio se suscitó —Y… así que ¿Silvana y tú intimaron en la cama tiempo atrás? —dijó de repente.

No hubo descripción para el espectáculo de colores en el rostro de Mónica y el intenso atragantamiento ante la sorpresa de lo que sus oídos escuchaban.

—Qui… —intentó articular palabras, cuando Renata le daba palmaditas en la espalda—, ¿Qué… quién te dijo eso? —habló seriamente nerviosa, por si las dudas, se alejó a una distancia considerada para mantener su seguridad integra de aquella rubia. Ya la veía a punto de lanzarse a su yugular.

Al menos eso recreaba su imaginación, porque Renata estaba tan serena como al inicio de la pregunta.

—Silvana me lo contó —dijó con naturalidad.

—Esa maldita —susurró para si—. Buenó, yo… —¡Dios mío! No tenía dónde meter la cabeza.

No sabía que esperar de Renata ¿La golpearía? ¿Enterraría su cuerpo sin evidencia alguna? ¿Acaso la torturaria por meterse con su novia? ¿Qué le diría para implorar misericordia? Podría pedirle perdón, era el camino más viable, se decía.

3° Parte - La Amante Perfecta ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora