Capítulo 15: Una Locura...

65 3 4
                                    

Hacía casi una hora que Elena dormía plácidamente, enredada en sábanas blancas recién puestas ya que las otras tenían la huella de su primera vez. Alejandro la observaba extasiado, maravillado. Ella se había convertido en su más grande tesoro. Su deber era amarla y protegerla. Estaba sintiendo algo nuevo e inexplicable. Sentado a su lado le acarició levemente el rostro; no quería despertarla. De repente tuvo una idea y muy despacio se levantó y tomó su móvil para hacer una llamada.
Elena despertó y se estiró desperezándose. Cuando miró hacia la ventana halló a Alex hablando por teléfono. Se le veía centrado, escuchaba con atención lo que le decían y después de un asentimiento de cabeza colgó y sus ojos se encontraron. Ella se sentía un poco cohibida, levantando las sábanas cubriendo sus pechos y sin esperar más por la curiosidad le preguntó...
- ¿Con quién hablabas?- de inmediato se arrepintió de la pregunta - Perdón, no debí preguntar.
Alex se acercó a ella y le contestó algo que la dejo patidifusa.
- De veras quieres saber? Yo sólo quiero saber si tienes en tu armario un vestido blanco
Elena extrañada enarcó una ceja.
- Y por qué quieres saber eso? - dijo con tono cariñoso.
- Porque quiero que me acompañes a un lugar usando el vestido blanco más bello que tengas.
Ella lo miró tratando de descifrar su intriga. Mirándolo fijamente le contestó
- Si no me dices para qué es no me lo voy a poner, además a dónde vamos a esta hora, es muy tarde. - tomó su móvil y comprobando el reloj vio que era cerca de la medianoche.
- Quiero que me acompañes a un lugar porque quiero proponerte algo. Ándale, no seas una chica mala y vístete. Yo mientras voy a mi depa a cambiarme porque si salgo en boxers me matan. - Alex no le dejó responder y la agarró por la nuca para sellar su boca con un beso apasionado. Ambos sintieron una corriente eléctrica recorrer todo su cuerpo, pero en un acto de razocinio Alex se separó a regañadientes de la boca de Elena casi sin aliento. La miró directo a los ojos y le preguntó:
- ¿Confías en mí?
Elena contestó de inmediato - Sí.
- Ok, entonces vístete y dentro de nada regreso a buscarte.

                               ***

Elena aún confusa miraba por la ventanilla del auto de Alex tratando de descifrar a dónde iban. De fondo de escuchaba a Sebastián Yatra, Sin ti. Elena le encantaba esa canción y a cada rato volteaba a ver a Alex y lo pillaba mirándola como tonto.
- Será mejor que te centres en la carretera, deja de verme así - dijo ella apenada.
- Es que no me canso de mirarte. Estás preciosa con ese vestido blanco. Cuando me abriste la puerta y te vi ... estabas deslumbrante.
- Tú también estás guapísimo con ese esmoquin. Pero estoy molesta contigo. No me has querido decir a donde es que vamos.
- No te desesperes Elena. Sólo espero que todo salga bien.
- ¿De qué estás hablando? - dijo ella sin la más mínima idea de nada
- Hemos llegado. - dijo finalmente Alex.
Elena no dejaba de ver todo con total confusión. Alex salió del coche para abrirle la puerta como todo un caballero. Ella tomó su mano y con una mirada pícara tratando de ocultar una sonrisa bajó del auto.
De la nada salieron unos mariachis tocando la canción Si nos dejan
- ¿De qué se trata todo esto Alejandro? - dijo Elena con lágrimas en los ojos.
Estaban en la entrada de una iglesia y terminando ella de preguntar sus puertas se abrieron y se podía divisar una gran alfombra roja que comenzaba en la entrada y terminaba en el centro de la misma donde un padre los aguardaba. Todo estaba lleno de flores, con mucha luz y cuando volvió a ver a Alex, él con una hermosa cala blanca y una cajita negra la cual le ofreció con las siguientes palabras.
- Elena, no soy muy bueno con las palabras o para demostrar mis sentimientos. Yo sólo quiero que sepas que te amo, mucho más allá del propio significado que esas dos palabras tan simples tienen. Quiero pertenecerte siempre, quiero que cada día sepas que mi corazón está atado al tuyo y que sólo por tí late desbocado. Puede que sea egoísta, pero te quiero sólo para mí. Te he traído aquí para proponerte que seas mi esposa ante la ley de Dios y amarte  cada segundo de mi vida....- mientras hablaba abrió la cajita dejando a la vista un hermoso anillo de compromiso con un enorme diamante blanco en el centro.
Elena lloraba sin parar. Sentía alegría, sorpresa, estaba en shock. Nunca imaginó que aquel hombre desnudaría de aquella forma sus sentimientos y que además quisiera atar su vida a la de ella de aquella forma tan loca. Entre gemidos logró decirle..
- Para no ser bueno con las palabras, me has llegado al corazón.
- Tú crees?- dijo él con tono inseguro
- Claro que si. - dijo ella emocionada
- Jamás pensé que me fueras a proponer matrimonio, así tan...
- Si aceptas me vas a hacer el hombre más feliz, pero si no, yo...
- Hey, - dijo ella interrumpiéndolo - Yo estoy un poco sorprendida, pero me encantaría ser tu esposa y que Dios sea testigo de todo lo que siento por ti.
- Eso quiere decir que aceptas? - Dice Alex emocionado mientras una lágrima recorre su mejilla.
- ¡¡Sii!! Si quiero ser tu esposa. - responde ella con voz emocionada y sin aguantar más la emoción abraza a su hombre. No podía creer que tan sólo hace unas horas lo odiaba a muerte y ahora estaba aceptando unirse a él para siempre. Por su parte Alejandro se sentía el hombre más feliz del mundo, ya que en sólo minutos estaría unido a la mujer que amaba. Sabía que había sido un poco precipitado y hasta temía que ella lo hubiese rechazado, pero ahí estaba, hecho un manojo de nervios y a punto de unir sus almas ante la ley de Dios. Le hubiese gustado que su madre estuviera con él en este momento, pero también sabía que ella lo regañaría por tomar una decisión tan precipitada. Pero eso no importaba, allí estaba, disfrutando el momento, y por ningún concepto renunciaría a perder a la mujer que amaba.
Elena sentía la necesidad de la presencia de su padre y su madre ante aquel paso tan importante que iba a dar, pero sabía que las circunstancias los llevaría a pensar que estaba cometiendo un error, pero ella estaba segura de lo que sentía y no quería echarse atrás.
Cuando terminaron de abrazarse, Alex colocó el anillo de compromiso en la mano de Elena y entraron en la Iglesia tomados de la mano y caminaron hasta el altar mientras que al fondo se podía escuchar la marcha nupcial. Cuando se ubicaron frente al padre, éste le dijo a Alejandro - Hijo, tienes que amar mucho a esta joven para hacerme correr a estas horas y realizar esta ceremonia.
- Estoy seguro Padre del paso que quiero y queremos dar- dijo mientras miraba a Elena intensamente. Ella sonrió y mirando al Padre le dijo - Yo también estoy segura Padre, quiero unirme a este hombre al cual amo con todo mi corazón.
Finalmente, después del sermón que recibieron acerca de la responsabilidad que conllevaba el matrimonio, el Padre se dirigió a Alex y le dijo- Alejandro, aceptas unirte en sagrado matrimonio a Elena, y serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de tu vida...
El profesor miraba a Elena, seguro de su decisión y de su amor y respondió
- Si Padre, acepto.
- Y tú Elena  aceptas unirte en sagrado matrimonio a Alejandro, y serle fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad, y amarlo y respetarlo todos los días de tu vida...
Ella sin vacilar respondió- Si Padre, acepto.
Después de colocarse las alianzas de oro en sus manos, el Padre se dirigió a ellos
- Entonces, por el poder que me otorga el señor, y si nadie se opone a esta unión, los declaro marido y mujer... Alejandro, puedes besar a la novia.
Emocionados se pusieron de pie y antes de que sus labios pudieran rozarse Alex le dijo - Te Amo, ya eres mi esposa, te prometo que te voy a hacer feliz.
- Yo también te amo mi amor - dijo Elena con un nudo en la garganta de las emociones tan fuertes que estaba sintiendo. Y se besaron. Fue un beso lleno de sentimientos, respetuoso, y mientras lo hacían millones de pétalos les caían encima ya que el Padre emocionado se los lanzaba desde el altar.
Después de agradecer infinitamente a todos los que estaban allí presentes la pareja feliz ya regresaba a casa. Mientras Alejandro conducía Elena observaba una y otra vez su mano izquierda y con los dedos acariciaba las dos alianzas que llevaba en su anular.
- Estás bien - preguntó Alex al verla sumida en sus pensamientos.
- Si, lo que pasa es que aún no acabo de creerlo, esto ha sido una auténtica locura.
- Una locura si, pero una locura de amor. Si supieras cómo me siento...
- Pues se exactamente cómo te sientes porque yo me siento igual. Sólo me pregunto, y ahora ¿qué va a pasar?
- ¿Por qué dices eso?
- Si, porque hay muchas cosas en juego, eres mi profesor, si esto se sabe en la escuela los dos la vamos a pasar muy mal.
- Entiendo, pero de eso me ocupo yo, tú sólo tienes que estar tranquila y por lo pronto podemos disimular hasta que yo dimita en la Universidad.
- No, no yo no quiero que te vayas...
- Tengo que hacerlo, además no te preocupes
- Sí me preocupo, es tu trabajo, es tu pasión. Dios creo que nos dejamos llevar..
- Elena, no te angusties, yo además de profesor soy abogado y dueño del mejor bufete de toda la ciudad y del país.
- ¿En serio?
- Si mi amor, después del magisterio las leyes son mi segunda pasión- responde Alex sonriendo para calmar a Elena.
Ella sonríe - Me dijiste Mi Amor.
- Si, porque eso es lo que eres, mi amor.
- Y yo te amo, y también eres mi amor.
- Lo sé.
- Aún así mis padres no van a tomar a bien lo que hicimos.
- Tienes razón, mi madre tampoco va a estar de acuerdo con lo que hice, pero somos adultos Elena.
- Si, mejor dejemos de pensar en eso. Mañana no voy a poder levantarme, estoy muy cansada.
- Yo también, pero vamos a tener que hacerlo, ya que mañana en la tarde nos vamos de viaje.
- ¿Qué? De viaje?
- Si, sólo será a las afueras de la ciudad, quiero tener todo el fin de semana a solas con mi esposa.
Elena sonrió halagada, le encantaba cada vez que le decía "mi esposa"
- Está bien, pero y qué voy a decir para justificar mi ausencia.
- Deja eso en mis manos.
Ya el auto había entrado en el estacionamiento subterráneo que tenía el edificio donde ambos vivían. Los recién casados bajaron y en cuanto las puertas del ascensor se cerraron Alex sin poder contenerse más acorraló a Elena y se apoderó de sus labios. Era un beso con fuerza, desesperado, como si fuera la primera vez que probaba su boca. Buscaban satisfacerse con los labios, manos descontroladas recorrían una y otra vez la anatomía de sus cuerpos. Cuando se separaron en busca de aliento, tuvieron que separarse ya que el ascensor había llegado a su piso. Salieron y cuando Elena estuvo frente a su puerta, Alejandro le dio las buenas noches con otro cálido beso en la boca.
- No puedo esperar a mañana. No voy a poder concentrarme viendo a mi esposa en mi propia clase.
- Pues va a tener que calmarse profesor - dijo ella en tono juguetón -no quiera que su esposa lo haga quedar mal ante su clase y no pueda responder correctamente sus preguntas.
- Pues en ese caso, tendré que ponerle un castigo muy particular que reservo para las alumnas desobedientes.
- Yo encantada de recibirlo, profesor.
- Bueno, ya es hora de que descanses.
- Si. Hasta mañana entonces.
Y después de un casto beso ambos entraron a sus respetivos departamentos. Elena se sentía tensa, confundida pero aún más feliz y no terminaba de creer que era una mujer casada y que se había entregado por amor a su propio esposo. Suspiró relajada. Fue a su refri por una vaso de leche y después de cepillarse los dientes cayó en los brazos de Morfeo.
Alejandro con un insomnio más fuerte de los que a costumbre le daban cuando era estudiante no paraba de pensar frente a su ordenador, quería ofrecerle lo mejor del mundo a Elena ese fin de semana, quería que se sintiera en una luna de miel. Buscando en Google ultimaba detalles y compras para que cuando se trasladaran todo estuviera perfecto e impecable. Pasaban ya de las 5:30 de la madrugada y sin más que esperar a que el tiempo pasara se acostó en su cama y después de un par de vueltas en ella logró dormir.
Después de un despertar agobiante y de una ducha revigorizante Elena sintió como su celular sonaba sin parar. Envuelta sólo en toallas respondió a quien no podía evitar por más tiempo.
- Bueno...
- Elena, me quedé esperando como estúpido ayer por ti y luego no me contestaste, pasó algo?
- Si, lo sé, es que... tomé unas copitas de más y me quedé dormida, traigo un dolor de cabeza terrible...
- ¿Cómo que unas copas de más? ¿Qué no estabas en tu depa?
- Si Eduardo, pero estaba animada y me pasé, eso es todo...
Elena sabía que debía terminar con Eduardo de inmediato, era una mujer más que casada, y no quería generar conflictos.
- Oye Edu tengo que cortar pero nos vemos al rato si?
- Elena me estas cortando?
- No, lo que pasa es que recién salí del baño y aún no me visto y se me va a hacer tarde. Nos vemos en la Universidad Si?
- Paso a recogerte.
- Eso no va a ser necesario, vamos a llegar tarde los dos. Mejor nos vemos allá.
- Elena...
- Eduardo, por favor...
- Te noto rara, me estás evadiendo...
- Eso no es cierto, tengo que cortar...
Y sin más terminó la llamada dando un gran suspiro.
- Tengo que acabar con todo esto, si no me voy a volver loca.
Vestida finalmente con unos vaqueros, unas botas negras y una blusa blanca de cuello con mangas tres cuartos y con una ligera capa de máscara de pestañas, un poco de rubor en sus mejillas, sombra ahumada y brillo en sus labios rosados recogía todas sus cosas que quedaron en la mesita central de su sala de estar. Faltaba aún una hora para salir y sólo pensaba en cómo iba a terminar todo y que Eduardo quedara conforme. Se sentía un poco tensa.
Unos toques azotaron su puerta y extrañada de que no tocaran al timbre pensó que quizá fuera Alejandro porque ella no esperaba a nadie y menos tan temprano, ni siquiera a Isabella. Dejó a un lado sus cosas y cuando abrió se llevó la sorpresa de su vida. Un Eduardo muy efusivo con flores de todos lo colores y formas se abalanzó hacia ella atrapando sus labios sin darle tiempo a reaccionar. Elena no podía si respirar, Eduardo besaba demasiado bien, recordó por un segundo cuando eran más jóvenes y se dieron sus primeros besos, fue una etapa que nunca olvidaría pero de pronto unos ojos verdes asomaron a su mente para asecharla, esa mirada atronadora, candente y sensual que la fue atrapando poco a poco y como si de pronto algo la quemara se separó
abruptamente de Eduardo. Él jadeando le murmuró bien de cerca...
- Waooo, que beso tan bueno, pero por qué te detuviste?
- Qué estas haciendo aquí Eduardo, no te dije que nos veríamos en la Universidad? - respondió ella aún jadeante por el sorpresivo recibimiento.
- Si pero, es que ayer me quedé esperando por ti. Veo que tienes buen semblante.
- Pues si - dijo Elena soltándose de él y justo en el momento que mira por detrás de su cabeza descubrió que ese par de ojos verdes como la selva más salvaje y tropical los observaban a ambos desde la entrada de su casa. Ella palideció y Eduardo como siempre tan receptivo volteó a ver que la había puesto tan mal y vio al estúpido ogro profesor que los observaba de forma muy extraña, como si estuviera molesto con la presencia de ellos allí. Marcando su territorio, Eduardo pasando su brazo por encima de los hombros de una Elena pálida y con los labios rojos por el reciente beso de buenos días la atrajo hacia él y con gesto burlón y de superioridad le dijo...
- Pero mira nada más mi amor, qué hace este señor aquí? ¿Acaso vino a verte?
Elena tenía un nudo en la garganta y no podía ni siquiera moverse. No estaba segura de que Alejandro los hubiera visto besarse pero por su cara y su mirada, temía que sí y no sabía si hablar era lo correcto y que él perdiera el control y todo se supiera, aún no era tiempo y era mejor callar y después solucionar todo el malentendido. Mientras, Eduardo continuó mofándose...
- ¿No le parece muy temprano para andar de visitas?
- Eduardo, basta por favor...
- ¿Quiero saber que está haciendo aquí?, porque es evidente que nos estaba viendo.
Alejandro sintió que explotaría allí mismo. Se había olvidado de respirar, sus nudillos cada vez se ponían más blancos de tanto apretar las manos para contenerse y una sensación de ahogo le llenó el pecho cuando su Elena se dejaba abrazar por ese muchacho tan arrogante y que tanto daño le había hecho ya. Recurriendo a su carácter frío e intimidante quiso bajarle los humos.
- Mucho cuidado jovencito, aunque no sea horario de clases usted me debe respeto o es que en su casa no le dieron la educación correcta para dirigirse a personas de respeto. En segundo lugar usted no es nadie para cuestionar mis actos ya que los suyos no son muy decentes que digamos al tratar a esta señorita como si fuera todo lo contrario. Y en tercer lugar, ya que tanto le preocupa mi presencia en este lugar insisto en que a usted no le importa pero para su suerte o su desgracia aquí vivo. Así que si me permite - dijo Alex acercándose imperturbable - la señorita Sandoval y yo tenemos un acuerdo que debemos cerrar si quiere que le deje pasar las ausencias que ha tenido en mi materia.
- Qué clase de acuerdo es ese? - preguntó Eduardo totalmente intrigado.
Elena reaccionó de inmediato.
- Uno que pienso cerrar ahorita mismo - dijo ella con soberbia - así que si me permite un momento profesor, enseguida cumplo lo que le debo. Eduardo por favor vete y espérame más tarde ya que ahora tengo problemas que debo resolver. Por eso te dije que no vinieras...
- Elena no entiendo, yo...
Ella lo tomó de la mano y lo alejó de Alejandro.
- Por favor - dijo hablándole en voz baja - no tienes que entender nada. Tuve unas ausencias en su clase y ahora el muy bestia quiere que le entregue unas tareas atrasadas antes de entrar a clases, es todo. No lo compliques ni le provoques, no vale la pena.
Ella trató de inventarse algo que coincidiera con las palabras de Alejandro porque de otra forma Eduardo tendría toda la razón del mundo para estar extrañado y peor aún que se descubriera todo y se generara un conflicto donde los tres saldrían perjudicados, ella y Alejandro por su relación y la locura de boda y Eduardo perdería el control solucionando todo a golpes.
- Está bien... No me voy contento porque quería que nos fuéramos juntos... pero ya voy viendo que el maldito ogro se ha interpuesto. Pero quiero un beso, por favor...
Elena no tuvo más remedio que volver a besarlo y aunque trató de que sólo fuera un roce de labios, Eduardo lo alargó todo lo posible.

Respiró relajada cuando el ascensor cerró sus puertas y quedó sola en el pasillo mientras en sus adentros pensaba "Esto es una locura"

"Entre Dos Amores"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora